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pío garcía | alberto gil
Domingo, 23 de enero 2022
Los paquetes de tabaco llevan desde el año 2003 un aviso sanitario en su dorso. Los primeros lemas fueron tibios, casi corteses, apenas un aguijoncito para que los usuarios recordasen lo obvio: «Fumar perjudica la salud». Luego las advertencias fueron creciendo en intensidad y tamaño, mostrando descarnadamente los efectos del tabaco en el cuerpo humano. En 2010, el Gobierno español decidió atender las recomendaciones de la Comisión Europea e incorporar en los paquetes de cigarrillos fotografías de pulmones decrépitos y purulentos con avisos cada vez más espeluznantes: «Fumar puede provocar una muerte lenta y dolorosa», «Fumar provoca impotencia», «Fumar mata».
Los elaboradores de vino temen ahora que las bebidas alcohólicas, sin distinción de grado, vayan a seguir un camino parecido. En sus pesadillas se va apareciendo la silueta de una botella en cuyo dorso no solo figura la etiqueta de la Denominación de Origen y algunas frases amables sobre fincas y variedades, sino también un aviso sanitario que vaticina dolorosas tragedias a quienes tengan intención de beberse una copa.
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Y creen que ya se están dando los primeros pasos. El Parlamento europeo decidió formar en junio de 2020 un Comité Especial para Derrotar al Cáncer (BECA), que acaba de aprobar su informe final. Es un documento extenso, que incluye 196 artículos y en los que se tocan muchos asuntos, desde la conveniencia de impulsar una dieta saludable hasta la necesidad de que los estados miembros incrementen las pruebas médicas preventivas.
Entre tantas recomendaciones se han colado dos (los puntos 15 y 16) que han disparado las alarmas de la Federación Española del Vino (FEV). En ellas se subraya que el alcohol «es un factor de riesgo» para numerosos tipos de cáncer y se puntualiza que «en lo que se refiere a la prevención del cáncer no hay ningún nivel seguro de consumo alcohólico». Por ello, requiere a la Comisión Europea que adopte varias medidas que permitan reducir su consumo poco a poco. El informe pide textualmente «incluir avisos sanitarios en el etiquetado» y «considerar un incremento de impuestos para las bebidas alcohólicas». En ningún punto se introducen distinciones en función del grado, de manera que las recomendaciones del Comité afectan por igual al vodka, al whisky, a la ginebra, al vino o a la cerveza.
Para José Luis Benítez, director general de la FEV, el documento, aunque no tenga fuerza legal, puede ser el germen de iniciativas que causen «un grave daño reputacional al vino, que, por otro lado, es uno de los productos más exportados de la Unión Europea». A la FEV, que agrupa a más de 700 bodegueros y comercializadores de toda España, le preocupa especialmente que el informe recalque que «no hay un nivel seguro de consumo», o sea, que se dé a entender que bebiendo una sola copa de tinto o de blanco en la comida uno ya está asumiendo el riesgo de contraer cáncer.
Aunque finalmente se logró un texto consensuado por la mayoría de los miembros del comité, el punto referido al alcohol fue uno de los que mayor debate suscitó. La ponente principal, la oncóloga francesa Véronique Trillet-Lenoir, del grupo liberal, había presentado un texto inicialmente mucho más duro, en el que se reclamaba que las advertencias sanitarias de la etiqueta ocuparan un espacio «prominente». Ese contundente adjetivo quedó finalmente eliminado con las enmiendas, que suavizaron algo el documento original.
El eurodiputado alemán Peter Liese, del Partido Popular Europeo, reconoció que había habido «muchas opiniones diferentes» al respecto y se felicitó por haber llegado a una posición «muy equilibrada»: «No queremos que en las botellas de alcohol aparezcan fotos como en las cajetillas de tabaco. Quizá se pueda hacer algo similar que con los cigarrillos, pero con un etiquetado más suave».
La eurodiputada española Dolors Montserrat (PP), que se abstuvo en la votación final, advierte de que aún queda tiempo para introducir modificaciones que puedan 'salvar' al vino y a otras bebidas de menor graduación, como la cerveza o la sidra. «El gran éxito que tuvimos fue introducir en el documento la mención a la dieta mediterránea. Nos costó mucho, pero creo que fue muy importante porque todo el mundo sabe lo que incluye, aunque no se mencione expresamente», asegura. En la causa enológica militaron también dos eurodiputados italianos de la Liga, Stefania Zambelli y Angelo Ciocca, que reclamaron infructuosamente una excepción específica para el vino: «No podemos meter al vino en el mismo saco que otras bebidas alcohólicas porque, consumido de forma moderada, resulta incluso aconsejable», reclamó Zambelli.
El socialista Nicolás González Casares, también miembro del comité, considera que «la preocupación del sector es excesiva» y anima a efectuar una lectura más sutil del documento: «Lo que se ha intentado ha sido precisamente evitar toda mención al vino para que no se le ligara con el cáncer. En cambio, el propio informe deja bien claro que el impacto es mayor cuanto más alcohol se consume y que la dieta más saludable es la mediterránea». González Casares, que votó a favor del texto, apunta que ni siquiera la petición de introducir avisos sanitarios debe considerarse con temor, ya que el propio comité plantea la posibilidad de hacerlo de manera digital, quizá a través de un código QR, sin que tenga una intimidante presencia física en las botellas. La tercera eurodiputada española del comité, Margarita de la Pisa (Vox), se abstuvo en la votación final.
Si beber un poco de vino mata o alimenta es una batalla vieja, confusa y nada inocente, que se lleva librando desde hace muchos años. Defensores y detractores de Baco se lanzan continuamente a la cabeza estudios científicos para defender sus tesis. El informe del comité BECA se apoya en un estudio estadístico publicado en el año 2018 en la revista 'The Lancet' y asumido por la Organización Mundial de la Salud, en cuyas conclusiones se lee: «El nivel óptimo de consumo de alcohol es ninguno. Esto contradice muchas guías sanitarias, que hablan de beneficios para la salud si se toman como mucho dos copas al día».
La Federación Española del Vino contraataca con otros estudios, que suelen insistir en que el consumo moderado puede tener una incidencia beneficiosa en la salud cardiovascular. Además, cuestiona el artículo publicado en 'The Lancet' porque, entre otras cosas, «el cáncer es una enfermedad multifactorial» y no cabe prescindir de conceptos como el estilo de vida de los ciudadanos o sus patrones de consumo a la hora de medir el impacto del alcohol.
«No hay que perder la vista que este era un trabajo de salud pública, exclusivamente referido a la prevención del cáncer, que no quiere hacer daño al sector productor», tercia el eurodiputado González Casares. Sin embargo, su colega italiano Angelo Ciocca lamenta la decisión de «penalizar el consumo de un buen vaso de vino, que forma parte de la dieta mediterránea y que muchos cardiólogos recomiendan».
Esa postura enófila no parece contar con el apoyo del director general de Salud Pública de la Comisión Europea, John F. Ryan, que cerró el debate recordando el compromiso de reducir en un 10% el consumo de alcohol en la UE para el año 2025. Sin distinciones ni matices.
El pleno del Parlamento Europeo votará el informe del grupo BECA en febrero. Dolors Montserrat advierte de que la batalla aún no está perdida, ya que el pleno puede admitir nuevas enmiendas que modifiquen texto final: «Estamos trabajando para incluir la palabra 'nocivo' o 'dañino' al hablar del consumo de alcohol. Queremos que la mayoría de los eurodiputados se den cuenta de que España, Francia o Italia, los grandes países productores de vino, son también aquellos en los que se da un consumo más responsable». Montserrat reconoce, sin embargo, que no será tarea fácil. Nunca lo es en Europa, ese hervidero a veces endiablado de culturas, intereses, tradiciones e ideologías.
El documento que salga del pleno se convertirá en una resolución parlamentaria sin fuerza ejecutiva, aunque la Comisión Europea parece dispuesta a exigir que en adelante las políticas de promoción de productos agrícolas se alineen con el Plan Europeo contra el Cáncer.
Para los bodegueros españoles, toda esta llovizna normativa podría acabar dejando al vino en situación de inferioridad en un momento especialmente complicado, cuando las exportaciones comenzaban a recobrar pulso tras la zozobra del Brexit y el parón de la pandemia. Mal momento para gravar al vino con nuevos impuestos o para señalar, aunque sea en una etiqueta electrónica, que beber una copita provoca cáncer.
13% de los viñedos que hay en el mundo están en España. Ocupan un total de 941.086 hectáreas por toda la geografía nacional
4.300 bodegas hay en España, 3.075 exportadoras. Facturan 5.300 millones de euros al año.
70 son las denominaciones de origen en España y 42 las zonas geográficas protegidas
+18 es lo que ha crecido el volumen de las exportaciones en los diez primeros meses de 2021, mientras que su valor registraba un alza del 10%.
2020 Un año complicado: Las exportaciones de vino español cayeron en 2020 un 6% en volumen y un 3,6% en valor con respecto a los datos del ejercicio anterior | Los segundos: España fue en 2020 el segundo exportador del mundo en volumen (2.012 millones de litros), pero el tercero en valor (2.616 millones).
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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