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Era un pequeño bar de Alcalá de Henarés. Hacía frío fuera con la caída de la tarde. En la misma mesa de madera, ante un par de cafés, estaba Antonio Fraguas ‘Forges’ y Joaquín Salvador ‘Quino’. Y quien escribe, sintiéndose pequeña y afortunada por esas ... oportunidades que la vida nos presta a veces, ante dos gigantes de la ilustración.
Confesaban admiración mutua. Forges decía que todos los dibujantes habían tenido dos padres y dos madres. Uno era Mingote y otro el creador de Mafalda. El argentino hablaba bajito. Forges era todo explosion y de tanto escribirlas, algunas expresiones del diccionario forgiano se colaban en la conversación. Fue él quien en agosto de 2010 inauguró uno de los espacios más singulares del Seminario Mayor de Comillas.
La sala de exposiciones se llenó de habitantes de viñetas, personajes que cada mañana, desde hace años, nos daban los buenos días e invitaban a que hiciéramos preguntas de esas que pinchan. Allí estaban Cosma y Blasa. La isla, la barca y el juzgado. Las matrimoniadas de Concha y Mariano. Funcionarios, políticos corruptos y campesinos 2.0. Personajes de todos, surgidos de una mente ajena a los focos, un tipo humilde, cercano y bonachón. Con la mezcla exacta de ironía, ternura y crítica actualizada. En Comillas, Forges fue el invitado estrella. ¡Qué menos, pardiez!. Él ilustró y dio lustre a la obra ‘Español con humor’, un repaso de quienes le precedieron y acompañaron en esto de poner la lengua al servicio de la carcajada, editado a medias con la universidad que le hizo Doctor Honoris Causa hace poco más de un año y a la que la exposición viajó ese otoño con el que empieza este recuerdo. Quizá el libro sea una de las mejores cosas que dio aquel proyecto hoy naúfrago, como sus pensadores bajo la palmera.
Ojalá la Real Academia se ponga manos a la obra para incluir todas las palabras que Forges nos enseñó. Y que no tarden, ¡‘gensanta’! Hoy, primer día sin el señor Fraguas, que cuesta un poco más arrancar sin esa chispa en blanco y negro, solo queda decir gracias. Por la lucidez, por cada guiño, por cada causa pintada. Por decirle a los de arriba, con gracia, lo que pensamos los de abajo y retratar nuestras propias miserias en un espejo divertido. Por lograr, al fin y al cabo, cumplir el reto de sacarnos una sonrisa diaria. Un genio, proclamo.
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