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Por qué un creador con talento innegable, proyección emergente y sobrado de inquietudes desaparece del ecosistema del arte? Las respuestas son varias pero sin concretar. ... Los nombres permanecen ocultos y las circunstancias político sociales, amén de las inherentes al convulsas mundo del arte (muchas veces estructurado en reinos de taifas), pululan como una nebulosa malsana. Gregorio (Rodríguez) pintor autodidacta, rebosante de talento y destinado a triunfar, vivió una década prodigiosa, la de los sesenta, para perderse después en la niebla del tiempo. Nunca dejó de pintar pero no pudo exponer y Gregorio se mantuvo firme en su concepción del arte, en su integridad de artista, con sus ideas, su ética y su personalidad. La familia lo tiene claro: «Le cerraron todas las puertas», repiten con insistencia su viuda y sus hijas. Nunca se doblegó y solo atendía a la exigencia que se imponía a sí mis mo. Y ese deseo de que cada obra pintada fuera completada libremente por la mirada del espectador. Según la explicación familiar, algunos pretendieron que Gregorio pintara lo que ellos querían, o imponiéndole desde determinados grupúsculos criterios y sendas ajenas a sus ideas y sentimientos. Entre 1962 y 1964 Gregorio había asomado su cabeza artística «de forma interesante a través de la galería Sur de la mano de Manuel Arce. Pero extraña y rápidamente se truncó».
Como ya se avanzó, el MAS obligadamente itinerante tras el siniestro de hace dos años, aborda un proyecto de investigación, científico y expositivo, con apoyo de la familia del pintor, que recobra la figura y la obra de un creador desconocido que ahora se recupera. En opinión de Salvador Carretero, director del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria, y artífice, junto a Isabel Portilla, del estudio que ha abonado esta reivindicación: «A los veintiuno comenzó a pintar de forma autodidacta. Supo estar lo suficientemente informado, y esta es su clave».
La Sala de Náutica de la Universidad de Cantabria, como ya hiciera antes con las obra de Bernard Plossou y Juan Manuel Puente, en sendas producciones del MAS, alberga esta cita hasta diciembre. En paralelo, y como complemento, la Fundación Bruno Alonso exhibirá desde el próximo día 20 una serie de dibujos de Gregorio.
La trayectoria del pintor tuvo su punto álgido durante ese vínculo con la galería Sur y con el galerista, escritor y poeta Arce. Pero «sorprendente y curiosamente», se terminaría esa relación que nació muy intensa y prometedora. El desencuentro '¿mercantil/económico' entre galerista y pintor, que nunca tuvo arreglo, con su punto de no retorno, aconteció entre noviembre y diciembre de 1962.
Lucrecia Rodríguez, hija del pintor, aseguró ayer que su padre se merece este rescate «porque luchó muchísimo en los años 60, conoció los pros y los contras del mundo del arte, conoció sus ilusiones, sus sufrimientos y sus fraudes, y esto es una cosa que es por justicia», dijo emocionada en referencia al proyecto expositivo.
Los parámetros y datos que enmarcan esta iniciativa son muy diáfanos: «Se trata de un creador con talento que dejó una obra inconclusa, posiblemente porque no le dejaron». Con esta exposición que consta de más de medio centenar de obras pictóricas y de dibujos, se recobra la huella de un desconocido creador de origen palentino pero cántabro de adopción, familia y creatividad. El MAS ha rescatado, a su vez, su Colección editorial Cuadernos de Arte.
La concejala de Cultura del Ayuntamiento de Santander, María Luisa Sanjuán, presentó esta muestra de Gregorio Rodríguez en Naútica. En la comparecencia estuvo acompañada por la viuda, Vicenta Menéndez, y las dos hijas del pintor, Beatriz y Lucrecia. En su intervención, Sanjuán subrayó la labor investigadora del MAS y la colaboración de la familia de Gregorio. Estamos ante un artista prácticamente inédito, que estuvo en Santander en los años 60 vinculado a una galería paradigmática y a un personaje del arte como fue nuestro querido Manolo Arce».
Carretero agradeció la entrega de la familia del artista, en especial a Lucrecia, que desde 2010 inició la labor de recopilación y documentación sobre la trayectoria de su padre, desconocida incluso para la propia familia. Carretero destaca el talento de Gregorio, plasmado en «una experimentación constante, con una curiosa intensidad, y sobre todo intuición. Y este es Gregorio, una sorpresa con obra que hemos seleccionado en los años 62, 63, y 64, una muy bonita sorpresa, y que no tuvimos ninguna duda desde el primer momento que la vimos». Lucrecia Rodríguez aprovechó para agradecer al Ayuntamiento de Santander, al MAS y a la Universidad de Cantabria, el haber apostado por esta exposición y por recuperar la figura de su padre. Un acto que para ella hace justicia a un artista que no lo tuvo fácil en su época». La familia, a través de un mediador, Luis Pacheco, ha permitido al MAS el estudio de la obra de Gregorio, su inventario y examen, su selección, que han desembocado en la muestra con piezas rigurosamente inéditas. En general son pinturas abstractas y collages de todo tipo, de carácter mixto, fundiendo técnicas diversas. Esta es la séptima exposición temporal del MAS en 2019.
Yesto es lo que pinto: semillas inventadas pujando por abrirse paso a través de la tierra dura. Semillas explotadas con fuerza en busca del oxígeno, y secas, y adustas. Las que se retuercen y se aferran, tercas, a las entrañas de la tierra; y las resecas y viejas raíces que toman posesión de las playas como restos calcinados que la tierra ha abortado.
Esta emoción por las formas vegetales y minerales me viene de niño. Recuerdo cómo muchísimas veces he plantado en tiestos alubias y raíces, para luego seguir con asombrada atención su diario proceso de brote y crecimiento. La impaciencia de contemplar la semilla transformada me llevaba a buscar el grano entre la tierra. Sentía entonces una sensación extraña. Como si estuviera ante el espectáculo de una obra de arte viviente.
Así me sentía creador. Luego me han interesado los frutos, más que por su configuración externa, por la intimidad de sus tejidos interiores. Un limón partido en dos, una manzana, un árbol desgajado, son para mí, estéticamente hablando, de una superior perfección. La sección de un mineral tiene un fascinante poder de sugerencia. Y todos esos mundos internos, poblados de signos y formas cuya significación desconocemos, incitan a la búsqueda, a la interpretación, a través de unos esquemas plásticos, del mundo que les corresponde. A mis pinturas las llamo ´figuraciones`.
La materia por la materia me parece un acto inútil del pintor. El valor en sí de la materia no debe equivocarse con el fin a que esta deba llevarnos. Por tal razón el informalismo no ha tenido para mi más importancia que el de su conquista de la materia. Para realizar mis ideas he considerado necesario la elección de tres elementos fundamentales: unos esquemas o formas propias; un fondo en el cual queden incorporadas y unos colores. Empecé componiendo unos esquemas muy simples. Al principio utilizaba estopa mezclada con temple, arena y aceite que pegaba sobre el soporte. Posteriormente he ido eliminando materia y haciendo más jugosos los esquemas. Restándoles tipo-grafismo.
Sobre el fondo, primeros eran planos, generalmente dos campos en contraposición. Ahora los he enriquecido un poco en materia dándoles más misterio y reduciendo los colores planos. Sobre el color, empleo el azul, ocre, carmín, algo de verde y naranja. Nunca puros. Cierta tendencia al monocromismo. Siempre sobre la base de fondo negro.
El soporte es generalmente madera en formatos mediados. Empleo una técnica mixta de temple y óleo, de realización complicada, incorporando algo de arena. Luego barnizo los cuadros, aunque procuro que queden poco brillantes. También trabajo en temples sobre cartón.
Y durante mucho tiempo he dedicado especialísima atención al collage. Busco la unidad total y evito todo aquello que pueda distraer esta unidad. Me gusta que el cuadro se ´vea` de golpe. Por esto juego siempre con una sola figura a la cual subordino todo. A veces me gusta dividir el cuadro en dos campos contrapuestos de luz y sombra. (Gregorio).
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