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«Hay diversas formas de describir la historia de una persona: por su genética, por su educación, por su entorno; pero también es posible hacerlo a través de la sucesión de libros que ha leído. Intentaré recuperar la mía...»; así arrancaba ayer Liudmila Ulítskaya su ... discurso de agradecimiento tras recibir el Premio Formentor de las Letras 2022, otorgado a la escritora rusa por el «poderoso aliento narrativo con que registra las más sutiles emociones del alma humana», según destacó el jurado compuesto por Marta Rebón, Gustavo Guerrero, Elide Pittarello, Enric Bou y el director de la Fundación Formentor, Basilio Baltasar.
Ulítskaya, cuyo nombre aparece recurrentemente en todas las apuestas para el Nobel desde hace una década, nació en 1943 en la extinta Unión Soviética. Aunque su formación era científica, e ingresó en el Instituto de Genética General, su carrera investigadora se truncó por cuestiones políticas. Un inesperado giro profesional hacia las artes escénicas la convirtió en dramaturga, guionista y, más tarde, escritora. Con quince obras de ficción y casi cinco millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, es una de las autoras más destacadas de la actual literatura rusa, y una de las voces más críticas con el gobierno de su país. Tanto, que pocos días después de la invasión de Ucrania abandonó su casa en Moscú para refugiarse en Alemania.
Ayer viernes, ante una enorme expectación mediática, recibía en Las Palmas de Gran Canaria el célebre 'Prix Formentor', que ideara en los sesenta Carlos Barral y que distinguió a autores hoy tan célebres como Samuel Beckett o Jorge Luis Borges. El certamen se retomaría en 2011, con el mecenazgo de las familias Barcelò y Buadas. En un descanso de su apretada agenda, Liudmila Ulítskaya nos recibe junto a Yulia Dobrovolskaya, su agente literaria, que hará de intérprete. Viene de fumar y parece cansada de responder siempre a la misma pregunta.
-¿Cuántas veces le han preguntado por la guerra desde que se exilió?
-¡No podría contarlas! (se ríe)
-Se diría que a los escritores rusos les preguntan más sobre política que sobre literatura
-Es una pregunta difícil; yo creo que no me meto en la política, ni quiero. Lo que pasa es que la política se mete en tu vida, en la de cualquiera, lo quieras o no. Por ejemplo, yo ahora mismo no sé si podré volver a mi casa, solamente por estar aquí hablando con ustedes.
-Se ha mostrado extremadamente crítica con Putin. ¿No le gusta lo que sucede en Rusia actualmente?
-No me gusta nada de lo que ocurre en Rusia desde que nací.
-Eso es mucho decir...
-Es verdad; sí que hubo diez días, pero diez contados, en los que pensé que iba a ocurrir algo positivo. Fue al inicio de la época de Gorbachov.
-El cruce de información y contrainformación dificulta mucho saber lo que ocurre realmente en Ucrania...
-Yo solo me fío de un dato: el número de muertos. Y me duelen igual los de ambos bandos. Ahora podemos decir que la guerra fría era mucho mejor que la guerra caliente.
-¿Y en Rusia qué sucede?
-De momento, la guerra todavía no ha afectado a la vida cotidiana; los cafés y los cines siguen abiertos y la gente vive como si no pasara nada. Pero esto va a acabar con cartillas de racionamiento, como en mi infancia.
-Pero, ¿hay oposición popular?
-Mucha, aunque se silencie. Tras las últimas protestas ha habido más de mil detenciones. Y habrá más y más, con represalias a gran escala. Pero no creo que se vayan a producir cambios políticos importantes. La única misión del régimen de hoy es mantenerse en el poder. Y todo este régimen se puede reducir a una sola persona.
-Una persona con acceso a armas nucleares; ¿llegará a utilizarlas?
-¿Quién sabe? Este tipo es capaz de cualquier cosa.
-¿En qué parará todo esto?
-Cada acto tiene consecuencias, que van a ser muy dramáticas; y no para Ucrania, que tiene muy difícil ganar la guerra, pero sí ha conseguido una victoria moral; me refiero a las consecuencias para Rusia. Sospecho que somos testigos del cierre del gran proyecto 'Rusia'. Y sería feliz equivocándome.
-¿A qué se refiere?
-A que la movilización general que se rumorea que llegará pronto afectaría a un millón de personas. Y el estado actual no tiene recursos para mantener semejante ejército, lo que puede conducirnos a una crisis de gobierno.
-Su traductor al ucraniano estaba invitado a este evento, pero ha decidido no acudir. ¿Está la cultura también en guerra?
-La guerra es veneno para los creadores y la vida cultural; espero que pronto se imponga el sentido común y volvamos a la normalidad.
-Y Liudmila Ulítskaya... ¿está en guerra?
-No, pero ocupa gran parte de mi tiempo. Hace unos días hablé con una mujer rusa que dijo que habían muerto ya cinco de sus antiguos compañeros de clase. A partir de ahora, que ya conozco sus nombres, la guerra ha dejado de ser algo abstracto para mí.
-Bueno, pero aquí ha venido usted a hablar de sus libros, ¿no?
-Sí, y aunque me siento cohibida cuando recibo tanta atención, recibir un premio sienta muy bien.
-Entre otras virtudes, el jurado ha destacado la visión singular que le otorga su formación profesional como bióloga y genetista.
-En sentido biológico, el ser humano es un animal, así que me interesa qué es lo que hace tan distinto del resto de los animales, y creo que tengo la respuesta: el hombre se estudia a sí mismo. Es la única especie biológica que lo hace.
-También el concepto de responsabilidad es capital en su obra.
-La responsabilidad es algo que apetece mucho quitarse de encima. A duras penas nos las arreglamos con la responsabilidad por nuestros propios hechos, pero en la situación actual, con la guerra en Europa, me siento tentada a sentirme responsable por este conflicto bélico también.
-¿Y qué culpa tiene usted?
-No me puedo quitar este sentimiento de cierta culpa compartida. Este periodo, estos hechos, van a marcar y mucho la historia de mi pueblo, de mi país, porque las sombras que el presente proyecta hacia el futuro son muy largas y muy oscuras.
-Ya ha declarado que cada vez escribe menos, pero se esperan con avidez sus diarios personales.
-Mis diarios serán mi obra literaria más interesante, pero no se publicarán hasta que fallezca. Y eso ya será tarea para Yulia, mi agente.
-¿Le gustaría ganar el Nobel, aunque solo sea para dedicárselo a Putin?
-No, no, no y no.
-¿Y eso?
Estoy más que satisfecha con mi carrera literaria. Y no tengo tanta vanidad. Lo que realmente me gustaría es poder acabar el libro que había empezado antes de la guerra, pero no sé si tendré fuerzas.
-¿Y de qué trataba?
-Sobre los viajes de ida y vuelta de varias generaciones de rusos: los que se exiliaron tras la revolución y luego volvieron, sus hijos que se marcharon en los noventa y sus nietos, que regresaron, pero me temo que ya estén volviendo a irse .
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