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Hasta ayer nada o muy poco se conocía de Luisa Alexandra Sigüenza, una mujer cultivada y bien relacionada en el círculo intelectual de su ... época -finales del siglo XVIII o principios del XIX- que posiblemente vivía en Soria y que antes de morir se propuso traducir del latín al castellano las obras de Terencio, comediógrafo del siglo II a.C. Su objetivo era transmitir todos sus conocimientos y su pasión por la cultura a su hija por medio de los textos de ese autor. Uno de los manuscritos, en los que además aparecen una serie de anotaciones -que fácilmente pertenecería a un posible editor-, cayó en manos de Marcelino Menéndez Pelayo y forma parte de ese gran legado que el filólogo y erudito donó a Santander y que se conserva en la Biblioteca que lleva su nombre.
Ha sido el investigador cántabro Daniel Río Lago, profesor del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Cantabria, el que ha hallado esa traducción entre los fondos de Menéndez Pelayo, que de forma temporal se custodian en la Biblioteca Central hasta que concluyan las obras de su propia biblioteca, una obra que califica como «capital» en la historia de la traducción de Terencio por lo que aporta al relato histórico sobre ese autor y, fundamentalmente, por su valor social, ya que se trata de una obra que podría corresponder a una de las primeras mujeres traductoras.
Daniel Río Lago, junto a la responsable de la Biblioteca Menéndez Pelayo Paz Delgado, la alcaldesa de Santander Gema Igual y el director general de Cultura del Gobierno de Cantabria Juan Antonio González Fuentes, presentaron el manuscrito que consta de una portada, en la que aparece el nombre de Luisa Alexandra Sigüenza y el de la comedia que traduce, seguida por un prólogo a manera de carta dirigida a una amiga en la que expone las motivaciones que la llevaron a acometer ese trabajo.
Río explicó que encontró información sobre el manuscrito revisando el catálogo del primer director de la Biblioteca Menéndez Pelayo, Miguel Artigas y que, tras ponerse en contacto con la actual responsable halló, entre las cientos de cajas que permanecen de momento en la Biblioteca Central, con la que él define «una obra capital en la historia de España». Publio Terencio, según señaló, es uno de los autores más importantes de comedia latina del siglo II, y solo hay tres traducciones de su obra, lo que convierte la de Sigüenza en un «únicum en toda la tradición textual de este autor y en toda la recepción que tenemos de Terencio y de los autores clásicos en España. Es capital», enfatizó.Cuando abrió el manuscrito, se encontró con el prólogo escrito por la autora, una mujer, completamente desconocida, en el que «nos presenta la formación tan exquisita y tan alta de la que gozaba». Una mujer formada en latín, vinculada probablemente a los círculos intelectuales del siglo XVIII hispano, entre los que encontraba Ranz Romanillos, uno de los padres de la Constitución de 1812, tal y como señaló.
Tras el prólogo hay un estudio preliminar, «profundísimo y sesudísimo», según el investigador, que revela un gran manejo de las fuentes clásicas, tanto griegas como latinas, de los padres de la iglesia y de los intelectuales renacentistas; una «auténtica monografía», en el sentido moderno del término, de la historia del teatro.
Después está la propia traducción, donde se aprecian dos letras, una del texto latino y otra, la de la autora, en castellano y en los versos propios de la comedia hispana del siglo XVIII. Y el manuscrito, según indicó concluye con un apartado de notas, «próximo a las ediciones modernas», que también muestra el conocimiento tan profundo de la literatura latina que tenía la traductora.
En el interior del libro, además, se incluye la ficha que el propio Miguel Artigas hizo sobre este manuscrito con todos los datos bibliográficos sobre la obra.
A pesar de que la investigación aún se encuentra en sus primeros pasos, Daniel Río señaló que ya se han obtenido datos de suficiente relevancia como para afirmar que se trata de un manuscrito único. «Es necesario determinar, sin embargo, cómo llegó a manos del sabio santanderino y, sobre todo, por qué no lo tuvo en cuenta para sus importantes estudios sobre la traducción en España» añadió.
Y para concluir reconoció que «lo capital ahora es devolver a la historia el nombre de esta mujer con un bagaje cultural e intelectual tan alto y que hasta el día de hoy ha pasado inadvertida».
«Estamos ante otra de las joyas legadas a la ciudad por don Marcelino Menéndez Pelayo» subrayó la alcaldesa durante la presentación de la obra tras poner en valor el trabajo de conservación que se lleva a cabo en la biblioteca y la importancia de los fondos, con 1.032 manuscritos, papeles y correspondencia; 41.500 títulos impresos de los cuales hay 22 incunables (siglos XV);1.124 obras, del siglo XVI; 1.125, del siglo XVII; 2.839, del siglo XVIII; y 35.260, de los siglos XIX y XX. Junto a ella, la actual responsable de la biblioteca, afirmó que este legado es «después de la Cueva de Altamira el activo cultural más importante de esta comunidad autónoma».
Ambas indicaron que partir de ahora se trabajará en la publicación de un análisis profundo de esta traducción, se realizará una edición facsímil y se aplicarán actuaciones para la conservación del ejemplar, y se profundizará en el esclarecimiento de más fuentes de referencia tanto para las notas como para el proemio.
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