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El empeño y prurito del investigador, su rigor e insistencia, a veces también el azar, suelen dar sus frutos. El espacio sagrado de La Capilla del Lignum Crucis, que acoge un fragmento de la Santa Cruz, se encuentra en el monasterio medieval de Santo Toribio ... de Liébana, adosado a la iglesia por su nave del Evangelio y al claustro que se construye en la segunda mitad del siglo XVII. Pese a ser considerada la mejor obra religiosa del Barroco en Cantabria y una de las mejores de todo el norte peninsular, las incógnitas y datos difusos pesaban en torno a esta edificación.
Nada se sabía sobre el proceso constructivo, se ignoraba quién fue el arquitecto que la había diseñado, o los maestros canteros, escultores y entalladores que trabajaron en su construcción. Y se desconocía también la cronología en la que tuvo lugar su proceso, aunque no hayan faltado atribuciones y teorías que distaban mucho de estar en lo cierto.
Ahora una investigación histórica, una indagación rigurosa a partir de archivos y el hallazgo de un eslabón perdido dentro de la historiografia local ha propiciado un encuentro documental que desvela misterios, aclara dataciones y nombres y abre una nueva etapa en todo lo relativo a la Capilla del Lignum Crucis.
La investigadora e historiadora del arte, Celestina Losada, ha sido la artífice de este hallazgo plasmado en una documentación inédita, localizada en el Archivo Histórico Provincial de Cantabria, que alumbra el proceso constructivo de la Capilla o Cámara Santa, «dotando de mayor simbolismo religioso esta singular y monumental obra barroca, cuya excepcionalidad formal, técnica y conceptual legitima su consideración como la mejor manifestación artística del Barroco en Cantabria».
De su lectura y transcripción se desprenden datos reveladores, caso del nombre del tracista o arquitecto autor del proyecto, del maestro ejecutor, el coste total de la obra, la cronología en la que se llevó a cabo el proceso constructivo o el número de canteros, oficiales, entalladores y escultores que trabajaron en ella.
El arquitecto fue el vizcaíno Juan Bautista de Arbaiza, activo en el obispado de Calahorra- La Calzada, diócesis de la que Provisor y desde 1699 Inquisidor apostólico Francisco de Otero y Cossío. El hallazgo permite documentar el contrato para la ejecución del proyecto entre convento y Juan Bautista de Arbaiza en 1717 y la finalización de la obra en 1721. Durante esos cuatro años, Arbaiza estuvo residiendo con su familia en el monasterio, al igual que la cuadrilla de «más de veinte oficiales» que tuvo a su cargo a lo largo del proceso constructivo.
Contaba entonces 35 años y era ya un prestigioso arquitecto muy activo en la Rioja Alavesa y en tierras de Burgos, según resalta Celestina Losada. Su rastro indica que se forma en el arte de la cantería junto a los Raón, maestros de obras que se instalan en Calahorra llegados desde Lorena (Francia) y que introducen en España, en el último cuarto del siglo XVII, «una nueva estereotomía (rama de la cantería) que determina a partir de entonces un modo distinto de hacer arquitectura».
Arbaiza será quien implante esta tradición «a la francesa» en las primeras décadas del siglo XVIII en Liébana, «con la significación y simbolismo religioso que adquiere aquí la construcción de un espacio centralizado que alude, directamente, al Templo de Jerusalén», explica.
La Capilla del Lignum Crucis se convierte así, subraya la investigadora, en un «monumental precedente de la renovación de los espacios centralizados» que llevará a cabo este arquitecto vizcaíno en obras posteriores que proyecta y construye en La Rioja Alavesa, como la capilla de los Ángeles en la concatedral de Santa María de La Redonda (Logroño) o la espectacular capilla del Pilar en la iglesia de San Juan de Laguardia, entre otras.
Losada, para quien la consulta de archivos históricos es un ejercicio habitual en cada una de sus investigaciones, «tarea que me apasiona», refiere que en sus frecuentes visitas al Archivo Histórico Provincial, hace algo más de ocho meses solicitó un documento relativo a un pleito criminal, fechado en el año 1720.
Este texto «inexplicablemente» había pasado inadvertido para la historiografía local que tanta atención ha dedicado al Monasterio de Santo Toribio de Liébana y a su Capilla. «Lo que no podía imaginar, confiesa, es que en sus casi sesenta folios hallaría tan valiosa información inédita».
El equipo técnico del Archivo que ha seguido muy de cerca e interés el desarrollo de esta investigación, facilitando más de lo posible la consulta exhaustiva de los legajos solicitados, exhibe ahora en sus instalaciones el documento histórico que inició todo este proceso y que ha llevado a Celestina Losada a seguir el rastro documental marcado por la trayectoria de este arquitecto de origen vizcaíno por varios archivos históricos provinciales (Burgos, Oviedo, León, Álava, Logroño y Madrid), los archivos diocesanos de Cantabria, Burgos, León, Logroño y Vizcaya; el Archivo Histórico Nacional, el Archivo General de Simancas y, asimismo, el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid.
De estos largos meses de trabajo han resultado además otras aportaciones documentales inéditas relativas al patrimonio artístico de Liébana y del territorio occidental de nuestra región que, sin duda, «contribuirán a su mejor conocimiento y abrirá caminos a nuevas interpretaciones».
Estas y otras conclusiones serán dados a conocer en breve en una publicación que ha contado con la colaboración de la Consejería de Cultura y que supondrá «un broche de oro para la clausura del Año Jubilar Lebaniego».
Posiblemente costeada con dinero llegado de Indias, la creación de la Capilla, apunta Losada, implicó la remodelación de la vieja hospedería y la construcción de un hospital.
«Es muy posible que estas obras fueran aprovechadas por el monasterio para acondicionar de la vieja Cámara Santa -como se la denomina entonces - que acogía las reliquias y que presenta una planta longitudinal de tres tramos cubiertos con bóvedas de crucería estrellada (cabecera y coro) y el tramo central que se cubre con un monumental cimborrio octogonal».
Así se desprende de un documento de 1701 en el que el prior y monjes del convento lebaniego declaran y describen las reliquias traídas de Jerusalén por Santo Toribio. El documento, publicado por Aramburu-Zabala (2007), supone la primera noticia que se tenía sobre la remodelación de la capilla.
Lo que solo fue un simple acondicionamiento en la vieja Cámara Santa del monasterio, dice la historiadora, «ha sido interpretando por algunos autores como el proceso constructivo del nuevo espacio que hoy contemplamos y que suponen ya terminado en su totalidad en el año 1709».
El tabernáculo que ahora acoge el Lignum Crucis preside un tramo de cabecera de la capilla, obra mueble que fue trasladada al monasterio de Potes desde la casa madre de San Pedro de Cardeña, siendo la autoría de su diseño del maestro de obras de la propia Orden, fray Pedro Martínez de Cardeña.
Este dato tomado de una fuente histórica como lo es la crónica publicada por el padre Berganza en 1721, dio pie a Ramón Ezquerra (1948) para señalar al monje benedictino como autor del proyecto de la nueva Cámara Santa.
Tan improbable teoría fue ya descartada en algún estudio reciente, «si bien algunos autores han aseverado esta atribución del proyecto al maestro de obras benedictino, pese a carecer de base documental alguna en la que apoyarla».
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