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La comunicación telefónica se verá interrumpida varias veces porque la entrevista sucede mientras Manuel Jabois atraviesa en tren los túneles y puentes que circundan la comarca campurriana, y su voz desaparece y emerge y se entrecorta mientras habla de la infancia y de lo benévola ... que a veces es la memoria de esos años. En su última novela, 'Malaherba' (Alfaguara, 2019), Jabois se asoma a la infancia como un tiempo para la amistad y el cariño extramuros, pero también como cúmulo de trances abruptos e incomprensibles, igual que la comunicación entre montañas. El periodista y escritor viajaba ayer a Santander para intervenir a última hora de la tarde en el ciclo 'En contexto' de la UIMP. Hoy estará en Librería Gil, a las 19.00 horas, para presentar esta última novela.
La cubierta de 'Malaherba' se ilustra con una foto de Alain Laboile. La imagen −un niño con el pelo alborotado y tocado con la cornamenta de lo que parece un animal joven− revela inocencia pero también algo pertubardor. «Cuando crecemos, recordamos la infancia −si la hemos tenido o creemos haberla tenido− como una época feliz, pero cuando desciendes al suelo, cuando desciendes a la tierra y a los recuerdos de verdad, entiendes que a veces era un estado constante de angustia y de espanto», interpreta Jabois. La infancia es un saco de tiempo donde conviven, enumera Jabois entre túnel y túnel, la inocencia, el miedo, la candidez o la pregunta −«cuando el niño era niño era el tiempo de preguntas como:/¿por qué yo soy yo y por qué no tú?/¿por qué estoy aquí y por qué no allí?», escribe el poeta Peter Hanke−, y donde se producen descubrimientos placenteros pero también dolorosos y difíciles de asimilar, como la capacidad de infringir daño, bien con una patada, bien con la palabra.
«Cosas a las que no sabes poner nombre, de repente lo tienen», continúa Jabois, y los terrores que provocan los monstruos o las ánimas se convierten en miedos más cercanos: a perder a un padre, a perder a un amigo. Por eso, si el cerebro tiende a identificar la infancia como el territorio de la felicidad sin ambages, Jabois avisa al lector desde este libro de que esa felicidad «está siempre teñida de una inseguridad muy grande».
En la novela, ha usado la primera persona y el punto de vista de Tamburino, un niño. ¿Qué posibilidades le ofrecía la infancia? «El asunto de las primeras veces es un tema bastante recurrente en mí. En el caso de un niño, es algo de una felicidad y de una tristeza que casi explosionan a la vez. Porque por primera vez sientes algo, ya sea la amistad, el amor, el miedo, el olor incluso; son emociones que te van a acompañar toda tu vida. Ysabes que por primera vez las has sentido pero que no vas a volver a sentir», responde.
Jabois también ha experimentado algunas revelaciones con esta novela. «Puedo contar más de mí bajo un nombre ficticio que bajo mi propio nombre. Me doy cuenta de que se cuentan más verdades cuando escribes tramas imaginarias, hay más verdad ahí que cuando vas con tu nombre», indica, «en una novela vas más a tumba abierta, puedes psicoanalizarte de una forma más cruda», revela.
Jabois es autor de otros títulos, como 'A estación violenta' (2008), su primera novela escrita en gallego; 'Irse a Madrid' (2011), donde reunió parte de sus columnas hasta entonces; 'Manu' (2013), un libro sobre su hijo, o 'Nos vemos en esta vida o en la otra' (2016), una crónica sobre el 11-M.
De este modo, Jabois ha combinado en su producción literaria la mirada periodística −«me siento periodista, no soy otra cosa, y no me quedaba otra»−, y la autobiográfica. Sobre alguna crítica que se señala, como algo curioso, que 'Malaherba' no sea un eco de algún tema de estricta actualidad, Jabois replica: «Suele haber prejuicios sobre la novela del periodista: se tiende a pensar que va novelar hechos reales o a contar algún tipo de trama en la que ha trabajado y aderezarla con ficción para poder hacerla así más atractiva. Pero en mi caso, si hice una novela fue para escapar del periódico, de la actualidad, para oxigenarme, para poder escribir con una libertad un poco más salvaje», revela Jabois tras atravesar el último túnel.
En primer plano están ahora la literatura y 'Malaherba', y de fondo está el periodismo. El punto de vista de Jabois en crónicas, artículos, entrevistas o columnas suele abrir brechas en la realidad por las que muchos lectores quieren mirar. El periodista inaugura el texto de 'Irse a Madrid' con esta frase: «Yo me hice periodista porque no quedaba otra». Años después, tras pasar por Diario de Pontevedra, El Mundo, Jot Down, tras llegar a El País, mantiene la frase y cierta sensación de «temporalidad» en la profesión. «Me gusta pensar así. Acabé en el periodismo de casualidad, no tenía otra opción que el periódico local y fui muy feliz allí 15 años. Eso me ha ayudado a tener muy anclados los pies en la tierra, a seguir mirando las cosas del mismo modo».
Ese trabajo que implica el contacto con gente y con historias, «todo eso sedimenta y te da un balance y un poso con el que poder escribir otro tipo de historia», explica. En cualquier caso, Jabois escribe mucho:«Me gusta mucho escribir. Cuando no escribo cosas para el periódico las utilizo para un blog o 'Instagram'; escribo 'whatsapps' enormes y pesados. Creo que es esa obsesión por la escritura y el trabajo es la que me ha llevado a hacer una historia de ficción. También el poder sentirme libre de ataduras: el periodismo es un ejercicio bellísimo, pero tienes que contar lo que pasa, y al final, tras trabajar tanto tiempo con hechos reales, se echa de menos también fantasear, imaginar».
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