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Con motivo de la celebración del Centenario del nacimiento de José Hierro, la Biblioteca Nacional de España muestra la exposición 'Cuanto sé de mí. José Hierro (1922-2022)', que cuenta con los fondos bibliográficos, gráficos, materiales y documentales depositados tanto en la Biblioteca como ... en la Fundación Centro de Poesía José Hierro, de Getafe, atendiendo a las diversas facetas creativas del autor. El comisario de esta muestra es Juan José Lanz, quien asegura sobre al autor de 'Alegría' y de'Cuaderno de Nueva York', «que no solo fue poeta, sino también difusor de la poesía y de la obra de otros grandes autores, a través de artículos y conferencias».
Dibujante constante y persistente, la obra gráfica de Hierro es quizás menos conocida que su obra literaria, pero con un interés destacable, sobre todo en la colección de autorretratos que el poeta fue haciendo a lo largo de los años, tejiendo un diálogo ineludible con sus poemas». La exposición estará abierta hasta el próximo 22 de enero.
-¿Cómo está planteada la exposición? ¿Qué faceta de José Hierro nos presenta?
-Básicamente se muestra un recorrido biográfico de José Hierro desde los espacios que marcaron su obra: Santander-por supuesto- Valencia, Madrid y Nueva York, una ciudad que tuvo una gran importancia en su obra. Lo que planteamos en la exposición es que ese recorrido biográfico estuviese apoyado en los libros que escribió, sobre todo primeras ediciones, y que se acompañase de fotografías y una buena parte de obra gráfica.
-Hay mucho José Hierro más allá de sus poemas. ¿Cómo aparece reflejado en la muestra?
-Con esa parte de obra gráfica, que estaba custodiada en la Fundación del poeta en Getafe, tratamos de ilustrar esas otras facetas importantes de su creatividad. Para nosotros era importante resaltar los otros géneros que cultivó a lo largo de su vida además de la poesía, que lógicamente es el eje de la propuesta, y por ello, además de su parte como artista gráfico, hemos destacado otros géneros literarios que practicó y que quizás son más desconocidos para el público general como la narrativa, las obras de teatro, o su labor como critico artístico.
-¿Hay alguna pieza que se pueda considerar 'joya'?
-Sí que hay material original. Por ejemplo, se expone una novela completa que es inédita. Y también otras dos que se conservan fragmentariamente. También mostramos una obra de teatro completa y tres fragmentarias.
-Cuando presentó la exposición dijo de ella que «trasciende de lo nostálgico para ofrecer una visión más dinámica de José Hierro». ¿A qué se refiere?
-Nuestra intención no era situar al escritor como un personaje histórico literario ubicado en un periodo determinado, si no hacer ver, y creo que lo hemos logrado, como Hierro consigue dar testimonio de las circunstancias históricas en las que vive y al mismo tiempo trascender esas circunstancias y hacérnoslas contemporáneas. En ese sentido no nos interesaba tanto evocar al personaje con una mirada nostálgica, es decir mostrar como vivió determinadas situaciones de su vida como puede ser la posguerra, si no vincular ese periodo a nuestro momento actual y comprobar como todo eso sigue funcionando hoy en día.
LA OBRA GRÁFICA
El reconocimiento
-De todas esas facetas artísticas de Hierro que se muestran en la exposición, ¿cuál destacaría aparte de la de poeta?
-Para mí su faceta de artista gráfico ha sido toda una revelación. Todos sabíamos que Hierro dibujaba y todos los que le conocimos en algún momento guardamos dibujos dedicados por él que por cierto les daba muy poca importancia. Pero gracias a su hija Margarita y a su yerno Manolo Romero se conserva una gran parte de esa obra que iba haciendo desde los años ochenta o noventa hasta que murió en 2002. Para mí ha sido toda una revelación y varios especialistas en arte me han comentado al ver la exposición que tras esos dibujos hay un gran artista gráfico. Pero hay otras muchas cosas que me ha sorprendido.
-¿Cuáles?
-Como hablábamos antes su labor como novelista. Además de un extraordinario poeta fue también un gran narrador y un autor de teatro muy interesante. Su faceta de ensayista quizás era más conocida, pero el Hierro narrador y el Hierro autor teatral han sido, sin duda, un gran hallazgo.
-En este año del centenario, ¿se está recordando a José Hierro como se debe?
-No es fácil contestarte a eso. Estamos viviendo una época extraña, pero en cualquier caso creo que esa generación de la primera posguerra ha sufrido una especie de olvido y de marginación histórica. Creo que muchas veces no se ha comprendido la situación histórica en la que vivieron y con la que tuvieron que lidiar. Y también me parece que tampoco se han entendido sus posturas ideológicas. Y eso ha pesado en la valoración actual de muchos autores.
-¿En qué sentido?
-En el fondo estoy pensando que, por ejemplo, autores de la generación del 50 y desde mi punto de vista mucho menos relevantes que Hierro o Blas de Otero han tenido y tienen mucho más eco mediático. Y también podríamos incluir en esa lista a Luis Rosales Celaya o Ángela Figuera, una serie de autores que son de primera fila y que en cierto modo han quedado como lo peor que puede pasar en la literatura: como clásicos que no reviven y no se recuperan.
-¿Qué recuerdos personales tiene de José Hierro que pueda compartir?
-Tuve la suerte de conocerlo cuando él estaba preparando la edición de 'Agenda' en la editorial Presas de la Ciudad, muy vinculada a la revista 'El urogallo' que dirigía entonces José Antonio Gabriel y Galán. Yo, que estaba estudiando el doctorado, colaboraba con la publicación haciendo críticas de poesía y fue José Antonio el que me explicó que se iba a publicar ese poemario y me pidió que fuese a su casa para hacerle una entrevista y le sacase la mayor información posible porque él no era un hombre muy hablador ni muy de contar cosas. Lo cierto es que me reservó toda una tarde, me recibió en su casa en Santander y compartí con él más de cuatro horas muy agradables conversando y grabándolo todo. Luego volvimos a coincidir en otros actos, sobre todo en presentaciones de libros. La última vez que estuve con él fue en el año 2000 en un curso de verano de la Universidad de Castilla La Mancha que se organizó en Priego (Cuenca) y que dirigió el poeta Diego Jesús Jiménez que era un amigo común de los dos.
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