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Rap árido, duro, del barrio. Un estilo sin florituras y sin adornos. Un rap callejero de verdad. El estilo del norte. Una corriente del hip hop propia de Cantabria que nació a comienzos de los años 90, amparada por su propio aislamiento.
«Era un sistema solar que giraba en torno a Chinatown», explica el MC Bámbax. La formación abrió una brecha que aún permanece latente como la grieta de un volcán sonoro que implica mucho más que un estilo musical: el hip hop es una cultura propia. «Esto es un sitio pequeño y el rap una cosa muy seca que no busca el dinero ni disfrazar la historia para llegar a ningún sitio; es lo que es», argumenta el torrelaveguense, rapero con dos décadas de trayectoria que ha transitado por el punk, el rock, el reggae o el metaverso; fue el primer español en dar un concierto en el universo virtual.
El productor Boby Z, que dejó Madrid y llegó a Cantabria con 15 años, maneja un SP404 que define su estilo y su forma de trabajo, con aparatos, no con software, y habla de la escena del norte como algo «único». El estilo es «muy remarcado y muy propio». Quizá, valora, por la manera de vivir, de dónde ha salido la gente que ha empezado a samplear. Un sonido tajante y frío con unas letras muy directas, con ideas muy claras y que «han conseguido sonar a un estilo casi estadounidense que igual no todo el mundo entiende». Porque en los 90, en el mundo del hip hop mainstream, las cosas iban en otra dirección, «pero ese sonido se ha conservado». Los raperos de Chinatown o Falsa Identidad aún siguen en activo «y dando un puñetazo en la mesa». Pasan los años, «pero siguen estando a la altura», sentencia.
Junto a Priteo y Ganda, la tercera aguja de ese tridente referencial es DjUve. ¿Se siente así? Desde su humildad habitual, le cuesta presentarse como tal, pero sí, lo es. «Sencillamente llegué un poco antes», explica. Era el año 90, Santander venía de una escena que amaba la música negra. Soul, boogaloo, latin funk… Había una conexión entre los DJ nuevos y los grupos anteriores que se materializaban en Uve como nexo, quien, como productor, buscaba las piezas para componer sus canciones en el jazz o el funk. «Recuerdo ir al Pill, lo que es ahora el Bender, a los Cinco Latinos y escuchar todo eso. Era una escena potente con cinco o seis djs cada noche poniendo buena música». Ese vínculo que permite mantener una continuidad «no se da en todas partes». Precursores también en otros campos, el segundo vídeo de hip hop español que hay en Youtube, es de Chinatown. «Somos de los primeros en estar en todas partes y poner cara a lo que se hacía en el norte». Chinatown fue el exponente que más trascendió, pero no el único. En esta línea, la primigenia web Estudios Blancos sirvió como comunidad. Permitió la aparición de muchos creadores dando una imagen de bloque artístico que tenía una repercusión fuera de Cantabria.
Tres grupos muy diferentes, Pareja de Ases, Fusion Klan y Falsa Identidad, formaron el colectivo Costa Norte. Cada uno tenía su personalidad muy clara. «Algo que no pasa ahora», explicita.
No buscar nada es otra característica importante de la escena cantábrica. «Ni siquiera pensábamos que podía haber una carrera asociada al hip hop, era todo do it yourself». Simplemente, «hacías lo que te gustaba con colegas». Pero en el 98 explotó todo y se vio que había posibilidad incluso de que fuera un negocio para los sellos, una forma de vida posible para algunos.
Uve produce a otros artistas desde hace 13 años. Su último disco cuenta también con Van Deep, como vestigio de aquel pasado retomando la influencia de sonido de Oakland y el jazz. También se creó en 2019 el combo Objetos Fuera de Tiempo con Deep, Priteo y Dee. DJ Ochoa acaba de sacar un disco llamado 'Rest Room', en el que recopila a todos los raperos del underground español, le ha puesto sello cántabro y lo ha unido con los de aquí. «Viejos soldados» retomando la acción. El respeto del sector ganado sumando scratching. Un estilo que evoluciona, pero se mantiene fiel a sus principos. «Te apetece probar cosas, pero las ideas son las mismas». Y mirando al presente, para el veterano «la edad de oro del hip hop español está ocurriendo ahora mismo».
Melómano entregado, a Uve le gusta «viajar por la música», dice. Un tema de hip hop que hace un guiño a los 90, que a su vez tiene un sampleo de un tema de funk de los 70, que quizá es una versión de un tema de reggae de los 60. «Esa conexión es la que utilizo después para producir; hacer uniones y ver cómo las culturas se relacionan entre ellas».
Uve está también detrás de la fiesta que reunió el pasado viernes en la Sala Niágara a más gente de la que cabía, respondiendo a la llamada de los 50 años del nacimiento del hip hop. Una cifra redonda a celebrar en familia. Nueve DJs, dieciocho MCs y cuatro productores creando música en directo. Quedaron fuera los grafiteros y los breakers, porque, literalmente, no había espacio para que luciesen su talento. La cola para entrar llegaba a la calle Santa Lucía. Una demostración, defienden, de que la gente quiere más hip hop. «Aquí hacemos cosas que si las vieran en Madrid o Barcelona alucinarían. El nivel de calidad es alto y una fiesta como esta es un ejemplo». Pero falta proyección, lamenta.
Sin continuidad en el tiempo es difícil que las propuestas sobrevivan, coincide Manuel Martín. Madrileño de 42 años, es bailarín y b-boy. El breaking le cautivó desde 2001. Le atraía la posibilidad de viajar y conocer a otra gente y desde entonces no ha parado. Ahora trabaja en la danza contemporánea con su propia compañía y diversos proyectos paralelos entre Italia, Barcelona y Madrid, con la disciplina break como base con la que quiere promover una iniciativa reglada en Cantabria con las nuevas generaciones. «Desde el primer momento –explica– entendí que me estaba adentrando en una cultura con código y un lenguaje propio, un lugar donde expones tu crítica al mundo y reivindicas a través del arte». Los valores que promueven «pueden cambiar muchas cosas», defiende.
Escritor de grafiti de Santander desde el año 89, también MC, Jank ha colaborado de forma continua con Chinatown y Falsa Identidad. Seriedad y disciplina son para él los rasgos distintivos. «Somos un tipo de raperos a los que no les va hacer chistes. Gente de poca broma», afirma. Pintura y música han ido evolucionando de la mano. Crecía la calidad en la música y en su elemento «tenemos al máximo exponente que es Okuda que ha pasado del grafiti a su propia marca en sí mismo». «La gente del underground nos respeta», defiende. Su arte, a pesar de ser el más sólido, también es el más efímero; cambia la ciudad, desaparecen sus obras. «Durante casi 30 años hemos pintado los muros del Mupac haciendo de ello un sitio cultural de gran atracción». Pero ahora no hay nada. ¿Cómo resolver esa ausencia?
«Hay cantera», dice Bámbax, embarcado en charlas formativas para que los jóvenes aprendan a grabarse, producirse o masterizarse sin depender de un sello. «Es una necesidad porque aquí no tienen una respuesta. A todos los que destacan se los llevan a Madrid». Pone como ejemplo a Deva. «Tenemos mucho talento desperdiciado en Cantabria y eso es lo que no hay que permitir». Las fiestas como la de la semana pasada dependen de los artistas. El folk o el rock reciben apoyo institucional, pero el rap y el reggae se quedan fuera de forma habitual. «Si no lo mueve el mismo género, no lo mueve nadie».
Hace cincuenta años, Cool Herc y su hermana Cindy organizaron una fiesta en su casa del Bronx. Allí se sentaron las bases, tal cual, de un estilo que es una suma de factores, una forma de entender el arte en sus diferentes manifestaciones, con un poblado en el norte que resiste al invasor con las rimas como escudo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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