Iñaki Ezkerra | Escritor y poeta
«Hay una hiperbolización del debate político que trasciende a toda la sociedad»Secciones
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Iñaki Ezkerra | Escritor y poeta
«Hay una hiperbolización del debate político que trasciende a toda la sociedad»Sostiene que la hazaña de Lope con el soneto «es comparable a la fusión del átomo». Escribir poesía en los tiempos del populismo será el eje vertebrador de su regreso esta semana al Aula de Cultura de El Diario donde tendrá lugar (el miércoles día ... 20) la puesta de largo de su libro 'Cien sonetos de la vida entera' (Ed. Huerga y Fierro). Iñaki Ezkerra (Bilbao, 1957), novelista, poeta, ensayista, articulista hablará en el Ateneo santanderino sobre el sentido y, más aún, la necesidad de seguir escribiendo poesía en una época marcada por «el deterioro de la vida pública, la política-basura, la chapuza, la crisis económica, la barbarie del yuppismo depredador, el sálvese quien pueda y la demagogia ruidosa de las alternativas populistas». Un libro dedicado al poeta cántabro Antonio Casares, fallecido hace dos años, que una vez le dijo: «El soneto es Hegel».
-¿De verdad cabe la vida entera en un soneto?
-Depende de qué vida se trate y del talento del autor, claro. Lope de Vega logró algo que me parece todavía más difícil como es describir en un soneto el amor y meter en un verso el cielo en el infierno. A mí me parece que su hazaña sonetil es comparable a la fusión del átomo. En cuanto a mi antología, me gusta creer que mi vida se resume en cuatro temas, que son los principales del libro: el amor, el mar, el sueño y la estética postindustrial de la ría del Nervión. Naturalmente, no es así.
-El soneto le ha acompañado toda su trayectoria desde sus pinitos fundacionales. Volver a él en este poemario ¿es una reivindicación, un autohomenaje, una provocación epatante...?
-Pues quizá haya un poco de todo eso. Cuando tenía veinte años me dedicaba a hacer sonetos mitológicos dedicados a la guapa de la clase, o sea, a la única guapa que había en la clase. Mis compañeros del Partido Comunista me decían que era un pequeñoburgués por escribir esas cosas y que debía hacer poemas sobre el proletariado. Yo disfrutaba diciéndoles que, «poéticamente, el proletariado no me interesaba nada» y ellos me miraban con la misma cara que un cura al oír un sacrilegio. Creo que hoy escribiendo sonetos no inspiro aquel horror ni aquella indignación. Despierto perplejidad. Debo de parecer un tío raro. Eso no me disgusta. Creo que la única manera decente de vivir un presente español tan cutre como éste es parecer un tío raro.
-¿En qué consiste en el siglo XXI tener 'conciencia mítica'?
-En lo mismo que en el siglo primero después de Cristo. En conocer la naturaleza humana o lo más profundo que se ha dicho sobre ella, es decir, lo que los mitos nos dicen sobre nosotros. En la vida luchamos contra minotauros y hallamos a Ariadnas a las que traicionamos después de que nos dan los ovillos para huir de los laberintos; robamos el fuego de los dioses y pagamos por ello; salimos de Ítacas con el único fin de volver a ellas, perseguimos a ninfas que se convierten en árboles o en una vespa como le ocurre a la Dafne de uno de mis sonetos. Tener conciencia mítica es prever lo que va a pasar o comprender lo que ya ha pasado y por qué ha pasado. ¿Ejemplos del siglo XXI? Nuestro panorama político está lleno de Ícaros que se estrellan por querer volar muy alto con unas alas precarias de cera; de caballos de Troya que esconden escuadrones de aqueos; de Saturnos que devoran a sus propios hijos...
-Emilio Pascual, con su habitual clarividencia habla de «esa estrofa ideal para consumar el pensamiento». ¿Todo soneto aspira a una especie de escritura utópica, de expresión perfecta?
-Sí. El soneto sugiere una perfección que no está en la vida, pero que nos ayuda a entender la vida. El soneto se cierra siempre llegando a un conclusión o fingiendo que llega a ella. Es un artefacto esencialmente tectónico que conduce a suelo firme; que toca la tierra. Deja siempre una sensación de paz en el lector porque el último terceto finge un aterrizaje, quizá de un avión o de un pájaro, la llegada de una ola a una playa, de la vigilia al sueño, de la boca al beso....
-Frente a la acelerada vida actual, el elogio de la inmediatez y la fugacidad de todo, ¿el verso es la resistencia de la pausa?
-Me gusta eso. La vida humana ha sido fugaz siempre. Es un fogonazo, un instante entre el horror y la belleza. Eso no es nuevo. Hoy más bien diríamos lo contrario. Hoy gracias a la ciencia, ese instante se prolonga algo más que hace un siglo. Lo trágico no es que corra el tiempo sino que corramos nosotros dentro de él cuando somos los caducos. En el mundo de hoy lo que se potencia, lo que triunfa, lo que vende es el 'tente mientras cobro' de un yuppismo bárbaro, cretino y depredador que curiosamente no está solo en la Banca y la gran empresa sino también en la clase política y en sus pesebres. Lo extraordinario es que vaya de eso un político que es un servidor público y que vive de nosotros. La poesía es la antítesis de esa subcultura, pero, ojo, que hay yuppies de la política que encima hacen versos, o sea que lo quieren todo.
-Como en una etapa dura de su vida, ¿ha llegado a pensar que la escritura, el oficio de escribir también necesita guardaespaldas?
-Guardaespaldas no, pero una cuenta bancaria mínimamente solvente sí. No voy a enumerar los sitios en los que a lo largo de mi vida me han rescindido un contrato de colaboración o me han cerrado una puerta porque mis opiniones les eran incómodas o desconcertantes o no encajaban con su discurso simplón de 'sota, caballo y rey'. De todos modos, incluso cuando tuve que tener protección policial contra el terrorismo, me olvidaba de eso a la hora de escribir. En esos momentos, los únicos guardas que tendía a mis espaldas eran los libros de mi biblioteca.
-Ahora que casi todo es impostura, superficialidad, que se premia la banalidad, ¿qué lugar cree que debe ocupar la poesía en ese contexto?
-Decía Paul Valéry que la gente suele tener una idea tan vaga de la poesía que confunde esa vaguedad con la propia poesía. Al contrario de quienes piensan que la poesía es vaguedad, imprecisión vaporosa, yo creo que debe contener la máxima precisión y en esa cualidad reside uno de los grandes antídotos contra los males de nuestra época.
-¿No es una contradicción que el populismo sea poético?
-Es una paradoja. El populismo español es de letras. Lo son sus principales líderes antisistema. Ione Belarra e Irene Montero son licenciadas en Psicología y Pablo Iglesias estudió Ciencias Políticas. Su imagen subido a una silla y recitando el poema de '¡Oh capitán, mi capitán!' de Walt Whitman en un aula de la Complutense es bastante elocuente en este sentido. La poesía no debe de identificarse con el poder sino ser su antítesis y su antídoto.
-Ve usted poesía, aunque sea mala, en la agresividad de las sesiones del Congreso de Diputados o en las declaraciones de nuestros políticos. Explíquelo.
-Sí. Y no lo digo en sentido figurado sino con elementos de juicio muy objetivos. El discurso político es hoy poesía, mala pero poesía, en el sentido más técnico. De lo que más se abusa es del recurso estilístico de la hipérbole, de la exageración retórica. Hay una hiperbolización del debate político que ha trascendido a toda la sociedad española. Antes un diputado podía acusar a otro de hitleriano o estalinista en medio del calor del debate parlamentario, pero esas acusaciones se quedaban en los límites de la teatralidad dialéctica. Ahora han trascendido a la sociedad. Hay mucha gente que está interiorizando una dialéctica propia de la Guerra Civil y que deforma la realidad española. Veo hipérboles en la Ayuso que tomó como lema electoral 'comunismo o libertad', como si hubiera un peligro real de que la dictadura del proletariado llegara a la calle Serrano por la vía de unos comicios autonómicos. Y veo hipérboles en la portavoz del Gobierno Isabel Rodríguez que llama 'golpista' a Aznar por convocar una manifestación. Lo triste es que hay una parte de la sociedad que está interiorizando esa terminología y creando una hiperrealidad populista.
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