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«En la historia lo que manda es el azar y no hay ninguna victoria definitiva», les dijo ayer Enrique Krauze a los asistentes a los 'Martes literarios'. La frase resumía para el autor mexicano el cambio de milenio: parecía que el siglo XX ... terminaba con ciertas victorias democráticas, con la caída del muro de Berlín y otros hitos similares, pero, de repente, el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York, y el panorama volvía a oscurecerse.
Krauze, ensayista y pensador de corte liberal, ha escrito más de una veintena de libros, ensayos en su mayoría, como por ejemplo, 'Siglo de caudillos' (1976), 'La presidencia imperial' (1997), 'La presencia del pasado' (2005), 'Redentores' (2011), o 'El pueblo soy yo' (2018). Este último título llegará a España en septiembre. Además de miembro de la Academia Mexicana de la Historia, es director de la Editorial Clío y también 'Letras Libres', revista de pensamiento crítico con ediciones en México y España. Además, durante más de veinte años, Krauze colaboró con Octavio Paz en otra revista, 'Vuelta', de la que ayer habló largo y tendido. «En 'Vuelta' no había internet», recordó ayer, «me acuerdo cuando se inventó el fax. Con Octavio Paz hacíamos la revista a la antigua. La vocación de 'Vuelta' era igual a la de 'Letras libres', literaria, crítica, pero teníamos enfrente un adversario muy claro: el poder totalitario». Este poder totalitario, indicó, tenía su espejo en China o la antigua Unión Soviética.
Pero con el cambio de milenio, la cosa, el adversario no quedaba tan claro. «En la historia lo que manda es el azar y no hay ninguna victoria definitiva», indicaba ayer Krauze, quien trazó, dirigido por las preguntas del poeta Regino Mateo, uno de los conductores habituales de los 'Martes', un viaje a través de la Venezuela de Hugo Chávez, el Estados Unidos de Donald Trump y también del México de Andrés Manuel López Obrador, el presidente mexicano, con quien Krauze ha sido muy crítico, de quien recordó su «talante autoritario», pero a a quien deseó estupendas relaciones con Europa. «Para poder lidiar en este mundo -en el que hay tiburones como Donald Trump- hay que tender puentes con Europa. Espero que López Obrador se entienda bien con Pedro Sánchez, con Macron, con Merkel. No espero una luna de miel con Trump o con Putin. Defendiendo a México va a defender la democracia, a toda América Latina, y yo quisiera estar relativamente cerca», indicó Krauze, a quien le convencen, al menos, dos intenciones del nuevo presidente mexicano: «Limpiar de corrupción y atenuar la violencia, y México está muy necesitado de ambas cosas».
«La entrega de poder absoluto a un solo hombre que enfrenta a su pueblo, a la familia, que planta la polarización social, es algo que yo critico, es algo criticable». Esta reflexión condujo ayer a Krauze al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez y al chavismo por haber dejado al país «en quiebra, al nivel de Haití»; pero también le condujo al mandatario de Estados Unidos, Donald Trump. «Hay populismos de todo tipo, ahora Trump es un populista que está sistemáticamente destrozando, cada día, a la más antigua democracia», declaró ayer Krauze. Y eso, debido a su «contacto magnético» con el 40% del electorado estadounidense. A un 'hechizo'.
¿Cómo se pudo llegar a esta situación? «Fuimos víctimas de una ilusión», argumentó Krauze, la ilusión del EE. UU. de Hollywood, de Los Ángeles, de Nueva York, de la estatua de la libertad, del cine, el EE. UU. cosmopolita, atento al mundo. Pero el resto del planeta no supo leer la etapa 'posobama', ni supo leer los deseos del electorado detrás de ese decorado urbano, abierto. «No era el EE. UU. de la franja este u oeste, era el EE. UU. del centro», señaló Enrique Krauze, quien apuntó, además, a un trasfondo racista. «No es casual que hayan tenido un presidente como Obama durante ocho años, un Obama sin un momento de intemperancia, que se portó como el más inglés de los ingleses. Y luego viene esa reacción como un bumerán, que es el racismo», dijo Krauze, quien, además, percibe un misterio en todo esto, el misterio por el que, «generación tras generación, existe entre los pueblos ese deseo de entregar su destino a un hombre. De modo que la responsabilidad del ascenso de Trump se lo atribuyo a quienes lo votaron y al propio Donald Trump».
Sin embargo, ni la demografía ni el habla acompañan a Trump en este triunfo racista. «El español está vivo, [en Estados Unidos] hay bilingüismo en segunda y tercera generación, pero siguen hablando español». ¿Qué hacer para mantenerlo? «Hay que hacer mucho en el espacio audiovisual», recetó Krauze, en referencia a las serias, a las películas. «Tengo mucha fe en nuestra lengua, ha dado buena competencia al inglés y lo seguirá dando, pero todo dependerá de la calidad de nuestra literatura, de nuestra poesía, de las obras audiovisuales, y por eso vuelvo a la transparencia de las palabras».
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