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Uno de los lugares donde fueron enterrados miles de judíos asesinados. R. C.
Historias por contar sobre el Holocausto

Historias por contar sobre el Holocausto

'Ven a este tribunal y llora', una investigación realizada por Linda Kinstler, reflexiona sobre los límites de las atrocidades nazis, en conflicto permanente con la verdad judicial

Pepe Pérez-Muelas

Domingo, 30 de marzo 2025, 00:08

De los 94.000 judíos que vivían en Letonia antes de la invasión nazi, solo sobrevivieron mil en 1945. Las cifras siempre son frías, pero estas acusan demasiada elocuencia. En ellas se esconde la historia del gueto de Riga, construido para agrupar a toda la población judía desde julio del 41 hasta octubre del 43. O el incendio de la sinagoga, el 4 de julio del mismo año, una fecha que marca el inicio del Holocausto en Letonia. También la masacre de Rumbula, el barranco a las afueras de la capital donde fueron asesinados 25.000 personas en tan solo diez días. Una práctica que ya se había probado en Babi Yar, Ucrania. Una gran fosa común construida por las propias víctimas y la fuerza de las balas. A los supervivientes les esperarían los campos de concentración.

Cuando uno se acerca a los victimarios corre el riesgo de simplificar la historia. Para asesinar a más del 95% de la población judía de un país hacen falta muchas manos. La ideología, por sí sola, no mata. Junto a los Einsatzgruppen alemanes, los comandos especiales que sembraron el terror en el Este, existió el Kommando Arajs, formado por ciudadanos letones voluntarios, simpatizantes del nazismo que se encargaron de purgar de judíos las calles de todo el país. La organización tomó el nombre del comandante de las SS, Viktors Arajs, pero se nutría de muchas personalidades bien conocidas en el país durante los años treinta, como el aviador de éxito Herberts Cukurs.

Sobre la implicación de Cukurs trata 'Ven a este tribunal y llora', una investigación realizada por Linda Kinstler, cuyo abuelo también formó parte de la organización criminal. Pero el trabajo publicado por Gatopardo Ediciones es mucho más ambicioso, pues reflexiona sobre los límites de los hechos, en conflicto permanente con la verdad judicial. ¿Quién fue Herberts Cukurs en realidad? ¿Pertenecer al Kommando Arajs, perpetrador de la masacre de Rumbula, lo convertía en culpable? ¿Se puede simplemente presenciar los hechos sin impregnarse judicialmente de la culpabilidad? Sobre todo, este libro habla sobre la incapacidad de los tribunales para juzgar las atrocidades nazis, cuando ya ha pasado el tiempo, cuando los testigos de aquellas muertes se van apagando.

La huida de las ratas

Se conoce como 'ratlines' a la vía de escape que utilizaron muchos dirigentes nazis para huir de Europa al final de la guerra. El camino, bautizado como la ruta de las ratas en español, pasaba por Roma, por intercesión de algunos obispos vaticanos, con destino a Sudamérica, con pasaportes e identidades falsos. Desde Josef Mengele, el sádico médico de Auschwitz, hasta Adolf Eichmann, muchos nazis recorrieron la línea de salvación e impunidad para alcanzar una segunda vida, alejados de los tribunales. Sobre esto escribe Philippe Sands en 'Ruta de escape' (Anagrama). Herbert Cukurs optó por la vía de Marsella, afincándose en Brasil y escapando de la justicia post Nuremberg.

Pero la memoria de Rumbula pesa demasiado. En 1965, un comando del Mosad, el servicio de inteligencia israelí, lo asesinaría en Shangrilá, una ciudad costera de Uruguay. Israel, que ya había celebrado su juicio contra Eichmann, a partir del cual Hannah Arendt desarrolló su estudio sobre la banalidad del mal, suprimía la justicia ordinaria y ajustaba cuentas con la historia, ante la imposibilidad de extraditar a criminales de guerra ocultos en Sudamérica. Muerto Cukurs, se iniciaría un proceso judicial para esclarecer las matanzas del Kommando Arajs. El propio líder de la organización criminal fue detenido en 1975. Vivía en Alemania, con una identidad falsa. Más de treinta años después de sus fechorías, fue condenado por un tribunal alemán, que no pudo probar la mayor parte de las matanzas efectuadas en Letonia. Murió trece años después. El saldo fue de un año de condena por cada mil asesinatos.

La historia y la justicia

Linda Kinstler investiga la implicación de Cukurs en el Holocausto en Letonia y reflexiona sobre la acción de la justicia de ese país con sus criminales. En un primer momento, testimonia las reticencias de la fiscalía para abrir un juicio contra Cukurs, considerado en el país por muchos como un héroe de guerra.

A pesar de llevar décadas muerto, las pocas víctimas que aún viven reclaman la verdad de los hechos probados. Cukurs estuvo allí por voluntad propia, organizó las matanzas y fue visto en el barranco de Rumbula durante los diez días de diciembre de 1941. Hay testigos que lo certifican. Pero el caso se cierra por falta de pruebas. Invalidaron varios testimonios por ambiguos y, a pesar de cerciorar que el exaviador estuvo allí y participó del comando, nadie lo había visto disparar una sola bala.

Kinstler, citando a Carlos Ginzburg, trata sobre la diferencia entre la labor de la historia y la justicia. Los hechos probados por un historiador no siempre pueden convertirse en pruebas de un delito. La verdad de la historia es diferente a la verdad de un tribunal, y esta máxima duele y ha sido aprovechada por cientos de criminales nazis que, amparados en que apenas dejaron supervivientes de sus fechorías, viven en la impunidad del olvido. Resulta más fácil enjuiciar a un asesino de una sola persona que a otro que ha acabado con la vida de miles. Es lo que parece demostrar la investigación de la autora.

Contra el olvido y la impunidad está escrito 'Ven a este tribunal y llora'. La incapacidad de los tribunales actuales de demostrar la culpabilidad de muchos criminales, sus largos procesos enmarañados en la burocracia, dejan un regusto de impunidad en la conciencia actual.

Los supervivientes del Holocausto se mueren. Pronto no quedará nadie vivo que haya presenciado la mayor bajeza en la que participó el ser humano y nos preguntaremos si hicimos lo posible para encontrar la justicia de todos aquellos que murieron impunemente. Dijo Edward Anders que los muertos no cuentan historias, pero los supervivientes sí. Y aún quedan historia por contar sobre el Holocausto.

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