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Sin Título'. Serie Milán. 2009. La tituló así en reconocimiento a una persona que fue importante para él, y porque fue la ciudad italiana su principal escenario. Rafa Riancho
Un homenaje de luz y agua

Un homenaje de luz y agua

Rafa Riancho. El Palacete del Embarcadero exhibirá, desde el día 13, una selección de imágenes de tres series del fotógrafo fallecido hace un año. La muestra es el cierre del Festival PHotoEspaña Santander 2020

Guillermo Balbona

Santander

Domingo, 8 de noviembre 2020, 08:23

Más que un fotógrafo, Rafa Riancho fue un repartidor de pasiones abiertas, exentas de etiquetas y de compartimentos estancos. Este otoño, justo antes de que se cumpla el primer aniversario de su fallecimiento, una exposición reflejará sus objetivos, su mundo visual y esa pluralidad poliédrica que le condujo desde lo pequeño a lo grandioso, desde las gotas de agua a las olas inmensas de Nazaré donde le llegó la muerte, de las huellas del ciclismo, una de sus pasiones, a los reflejos de ciudades. «Me gustó descubrir su mirada intentando abrir las cosas que no se ven, cosas importantes pues dan vida generando otras en ellas. En el arte de ver y su práctica, en la pintura, la fotografía y en todos los medios», escribe la artista Vicky Civera en el catálogo que se ultima sobre la muestra.

Ligado formativa y creativamente al cine y la publicidad, vinculado a la trayectoria de la galería Siboney, el lenguaje de la fotografía primó en casi todos sus pasos.

Hace justamente un año Rafael Riancho lograba fotografiar una ola de más de veinte metros sorteada por una surfista en una de las playas de Nazaré. Dentro del idilio con el lenguaje fotográfico, la asociación de su nombre con el surf y, más en concreto, con las olas gigantes de Nazaré, es solo una parte de su ingente colección de miradas.

Ahora el Palacete del Embarcadero acogerá sus imágenes en una cita que supone una doble referencia: será la última muestra en incorporarse al PHotoEspaña de Santander y, al tiempo, cerrará la participación de la Autoridad Portuaria en este festival 2020.

En esta edición, la institución portuaria ha participado y promovido la organización de cinco exposiciones, cuatro de ellas entre el Palacete, que cumple 35 años de actividad, y el Centro de Arte Faro Cabo Mayor. La exposición se ha concenido como un homenaje al fotógrafo santanderino desde la institución portuaria. Precisamente fotógrafos especializados en olas gigantes y deportistas de élite manifestaban a Rafa Riancho, públicamente hace un año, su reconocimiento y cariño en un homenaje improvisado en el faro de Nazaré sobre la Praia do Norte a las pocas horas de su fallecimiento.

En la exposición del Palacete se reunirán tres series fotográficas bien diferenciadas. Su querencia por la macrofotografía se plasma en las series abstractas, que convivirán, junto a las fotos de olas y ciclismo, y con imágenes más intimistas, que ya había mostrado en parte en Santander. Estas últimas piezas próximas al bodegón, escenas de vida cotidiana y de interiores de una belleza extraordinaria, las aglutinó en torno a la serie 'Milán', que así la tituló «en reconocimiento a una persona que fue importante para él, y porque fue la ciudad italiana su principal escenario».

Algunas de las imágenes que se podrán ver en el Palacete del Embarcadero. Rafa Riancho
Imagen principal - Algunas de las imágenes que se podrán ver en el Palacete del Embarcadero.
Imagen secundaria 1 - Algunas de las imágenes que se podrán ver en el Palacete del Embarcadero.
Imagen secundaria 2 - Algunas de las imágenes que se podrán ver en el Palacete del Embarcadero.

La muestra que abrirá al público el próximo día 13 y permanecerá abierta durante un mes es uno de los últimos proyectos que contó con la coordinación institucional de Enrique Bolado, director general de Cultura que presentó recientemente su dimisión. El periodista Carlos Arribas, los artistas Juan Uslé y la citada Victoria Civera, más el escritor y crítico de arte Gabriel Rodríguez han participado en el catálogo paralelo.

Voces y reflejos

Civera refiere de Riancho la sencillez individual, la visión de acercamiento fotográfico «en las observaciones que nos enseñan, entre hilos, la magia de la naturaleza». Uslé recuerda que «Rafa no firmaba la imagen, aunque ya había visto en otras ocasiones publicadas fotos suyas de similar naturaleza en los medios más importantes».

Al igual que lo fue en el mundo del arte o del ciclismo, «era muy querido y respetado entre los colegas fotógrafos y periodistas expertos en este peculiar deporte, y contaba entre sus amigos con grandes surfistas del momento, audaces jinetes capaces de galopar a lomos de las gigantescas olas portuguesas». Y el pintor santanderino destaca, además, «la imagen y su desnudez, sus fotografías de aguas y reflejos, gotas y motivos macro repetidos».

Por su parte, Gabriel Rodríguez refiere que las gotas de agua de Rafa Riancho «nos muestran otro mundo, cercano y no visto, por medio de un cambio de escala, no excesivo, medido, preciso. Nos presenta un mundo interior en el que hay otras fuerzas, otras leyes, otra concepción».

Finalmente el cronista de ciclismo de 'El País', Carlos Arribas, considera que el santanderino era un fotógrafo de ciclistas. «Un artista que quería ser también reportero y que en el Tour que compartimos no se conformaba con quedarse en la meta para retratar al ganador de la etapa levantando los brazos, sino que se movía como un explorador, un cazador en la jungla, y disparaba con la excitación del cazador, y la gozaba como nadie cuando su olfato y su sabiduría le permitían llegar a una pieza única».

Riancho fotografió olas grandes de Cantabria (en especial, La Vaca y Santa Marina) y del resto del Cantábrico, pero«un día terminas acudiendo a Nazaré... Una vez allí, te das cuenta de su increíble potencial y de que aquello es una auténtica 'caja de sorpresas', lo que me ha llevado a acudir con más asiduidad», confesaba el fotógrafo.

Durante más de una década abordó su contacto con la geografía costera lusa. De su experiencia comentó: «La ola de Nazaré es todo un espectáculo que te deja sin palabras y a la vez agota los calificativos. En algunas sesiones, puede haber hasta 30 o 40 fotógrafos de todo el mundo. Eso sí, no se escucha ni un susurro. ¡Lo que estás contemplando te hace «enmudecer»!».

De su proceso de trabajo comentaba que se mostraba partidario de «evitar el lugar fijo, una norma, eso sí. Intento cambiar de lugar en cuanto puedo y además así estás activo... Siempre hay un encuadre óptimo para cada ola, pero el tema es acertar con él y, por supuesto, buscarlo». Con su Nikon, con los objetivos y el monopié su figura se hizo familiar en la costa de Nazaré, pero hasta esta última etapa de su vida, la fotografía ya había tenido otras rutas y perspectivas en su labor.

Una trayectoria fotográfica que, no obstante, se inició en la infancia con los Super 8 mm de los años 60 y 70. En Madrid comenzó sus estudios en 1974 y, poco después, trabajó en cine y publicidad en labores de producción y dirección durante los años 70 y 80, sobre todo, en tema de localizaciones. No obstante, de forma intermitente, su relación con la fotografía permaneció viva».

A través de series, lugares y relatos sobre el mundo, sus fotografías protagonizaron exposiciones colectivas en Madrid, en espacio abierto, y en Santander en el pionero espacio de la galería ZOOM de Pedro Palazuelos, en las que mostró sus series más espectaculares, con las señales y signos que caracterizaron su fotografía». Riancho mostró como factor común su querencia por lo macro, la macrofotografía.

En la galería Siboney presentó una serie fotográfica más intimista en una cita colectiva en 2009. «Conservar la capacidad de entusiasmo creo que es fundamental; saber que sólo eres uno más». Muchas de sus imágenes pasaron al álbum icónico colectivo, pero la discreción dominó una labor creativa que ahora puede ser redescubierta.

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