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Luis Ruiz Aja
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Luis Ruiz Aja
Se cumplen 64 años del inicio de la década prodigiosa, en la que se produjeron, «de forma sincrónica y no organizada», una serie de revueltas ... y movimientos juveniles que se expandieron por los distintos continentes. El sociólogo cántabro Luis Ruiz Aja ha sumado este mes a su ya profusa indagación en este terreno la obra 'Rebeliones juveniles. La contracultura de los años 60, 60 años después' (Editorial Popular), que supone una disección no ya historicista, sino de análisis de presente y futuro. Una obra que se postula como el principal ensayo sociológico español sobre el ciclo de movilización social más importante de la era postindustrial, que ha influido en los otros dos posteriores: «el alter-globalizador y el de Indignados». Un itinerario de génesis y causas de la Contracultura, sus «antepasados históricos» (desde Grecia hasta los beatniks) y cómo se manifestó en doce países distintos. La puesta de largo tendrá lugar hoy en La Vorágine, a las 19.30 horas, en un acto en el que el autor estará acompañado del poeta cántabro Fernando Llorente, y que contará con la colaboración de varios artistas locales. Luis Ruiz Aja, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, es autor de'La Contracultura: ¿qué fue, qué queda'; 'Noches y jóvenes', y 'El descontento social y la Generación IN'.
-Contracultura suele confundirse por error, o incluso adrede. Un término tan usado como manipulado. ¿Cómo lo define?
-Por Contracultura se entiende el ciclo de movilización social de los años 60-70 que nace en EEUU y se expande de manera sincrónica por el resto de países más desarrollados. La traducción más correcta de 'Counterculture', sería cultura 'a la contra' o 'alternativa', porque estos jóvenes no estaban en contra de la cultura, sino del estilo de vida consumista, puritano y autoritario de sus mayores. Como en la revuelta de Espartaco y los esclavos contra Roma, no buscaban el poder, sino ensayar nuevas formas de vida más libres y justas. Ambos lo consiguieron durante un tiempo y pusieron en jaque a los poderes de su época.
-Al margen de la documentación y el relato puramente historicista, ¿por qué decidió adentrarse en este terreno?, y ¿qué factores subraya desde la visión y aportación personal?
-Surgió también de forma sincrónica durante mi etapa universitaria en la Barcelona de los 90, los años del grunge y de un neo- hippismo, en lo estético y musical. A mí me interesaba más el pensamiento y los valores que había detrás, por lo que centré mi tesina en este movimiento, lo que derivó en mi primer libro 'La Contracultura: ¿qué fue, qué queda?'. Por entonces fantaseaba con haber vivido «aquellos maravillosos años» y haber estudiado el fenómeno in situ... En 2011 la vida me dio la oportunidad de vivir nuestro 'Mayo del 68 español' -el 15M- y de tratar el tema en otro libro 'El descontento social y la generación IN'. Este nuevo libro supone cerrar el círculo de todo el proceso.
-Tras el de los Indignados, ¿ve posible la configuración de algún movimiento contracultural?
-En realidad más que contracultural, el ciclo de movilización internacional de Indignados se inscribiría dentro de los 'Nuevos Movimientos Sociales' que inicia la Contracultura del 68: Por primera vez no son las clases desposeídas las que se revolucionan de forma violenta para conseguir el poder, sino que la protesta proviene de jóvenes, con altos niveles sociales y educativos, que se rebelan de manera pacífica, mediante acciones directas que tratan de llamar la atención de los medios de comunicación. Además, se organizan de forma anti-jerárquica y al margen de partidos y sindicatos. El 15M recoge estas características, pero también trata de corregir algunos de los errores de la Contracultura del 68.
-¿Por ejemplo?
-Pues, frente a la voluntad contracultural de provocación y enfrentamiento generacional, los Indignados trataban de buscar lo que nos une frente a la casta política y financiera que nos gobierna («somos el 99%»). También se evitaba el consumo de alcohol y otras drogas en las plazas y se evidenciaba un rechazo a protagonismos y portavocías que pudieran servir como 'diana' de la represión oficial o la crítica y banalización mediática.
-¿La contracultura, como otros movimientos, ha sido absorbida por suprasistemas que han disuelto ideas y personas?
-Sí, con la revolución conservadora de los 80 la Contracultura acabó reprimida y devorada por el 'Sistema'. El 'fin del sueño' llevó a algunos jóvenes a caer en la lucha armada o automarginarse en comunas rurales; la libertad sexual se comercializó en pornografía y fue rematada por el Sida; del experimento comunal se aprovecharon muchas sectas destructivas; la búsqueda espiritual inicial degeneró en drogas duras... La Contracultura se convirtió en una moda e incluso -sin pretenderlo- contribuyó a fortalecer la sociedad de consumo a la que se enfrentaba, generando un nuevo tipo de consumo cool y rebelde (en la música, nuevas tecnologías, moda...), así como nuevas formas más atractivas de marketing y publicidad, gracias a la creatividad de una nueva generación de 'publicistas bohemios'.
-¿Qué queda realmente de esas revueltas de los 60 y 70?
-Su herencia es mayor de lo que pensamos y en el libro la analizo, con sus luces y sombras. El principal legado ha sido el cambio en los valores y estilos de vida, acabando con muchos tabúes y convencionalismos. También influyó en aspectos tan actuales como el ecologismo, nuevo feminismo, pacifismo, extensión de los derechos civiles, cooperativismo y economía social, redes de intercambio y consumo colaborativo, las filosofías orientales, una ciudadanía más crítica y una gestión más participativa en las políticas públicas, el boom de las nuevas tecnologías... De hecho, hay muchos aspectos cotidianos que tienen su germen en aquellos movimientos juveniles y lo desconocemos.
-¿Cómo cuales?
-Las clases de yoga, los mercadillos artesanales y herboristerías, las bicicletas municipales, los festivales, raves y discotecas; los albergues y centros juveniles, las guías de viaje, los centros de día y los de planificación familiar, las casas de acogida a mujeres maltratadas, el reciclaje y comida ecológica, el teatro callejero...y hasta el ordenador personal con su ratón, internet y las redes sociales...
-El factor joven es común y clave. Pero, ¿cree posible en la Europa del presente una iniciativa realmente sólida a la hora de emprender renovados aires contraculturales?
-Creo que el 15M fue el 'grito mudo' de una juventud actual desesperanzada. Mientras aquellos hippies pretendían automarginarse del Sistema, en el 15M hallamos un deseo de integrarse en una sociedad que solo les concede protagonismo a la hora de consumir («No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros»). Luego sufrieron la pandemia -siendo incluso demonizados e incriminados socialmente durante la misma- lo que aumentó la frustración y los problemas de salud psicoemocional entre la juventud. Esto es preocupante y puede acabar dando lugar a comportamientos anómicos y formas de protesta menos pacíficas y cívicas que el 15M.
-¿Teme que una juventud desengañada adopte a la ultraderecha contestatario frente a la propia democracia?
-Sí. En la Contracultura se luchaba por la libertad de expresión frente al conservadurismo imperante, mojigato y puritano. Hoy asistimos a nuevas formas de censura desde un cierto progresismo fundamentalista, en aras de cuestiones como la corrección política, el lenguaje inclusivo, las campañas de cancelación en las redes... Esto está alentando a una nueva derecha, muy ultra, pero que adopta las poses provocadoras, rupturistas y heterodoxas, antaño propias de la nueva izquierda del 68, y que está atrayendo a muchos jóvenes, al ofrecerles una engañosa imagen 'anti-establishment'.
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Ana del Castillo
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