Joaquín Díaz González | Escritor e investigador
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Joaquín Díaz González | Escritor e investigador
«Hoy hay más medios, pero el patrimonio inmaterial aún es el eterno enfermo»La vida de Joaquín Díaz daría, no para uno, sino para varios libros. Podría escribirlos él mismo, al fin y al cabo es escritor, investigador y divulgador del folclore español. Mañana (19.30 horas) impartirá una conferencia en la Fundación Botín, bajo el título 'Aleluyas, ... el mundo en viñetas', organizada por Unate, La Universidad Permanente, como cierre de la octava edición de su Cátedra Casado Soto.
-Por poner en contexto su ponencia: ¿qué son las aleluyas?
-La aleluya, por decirlo con palabras populares, es un cómic, una historia contada a través de viñetas. Se llama así porque desde sus inicios esa palabra aparecía en seis u ocho dibujitos que se recortaban y se tiraban en la iglesia, recordando la llegada del Espíritu Santo sobre los catecúmenos. Se siguió haciendo durante toda la Edad Media y durante mucho tiempo, con la manera teatral de tratar sus asuntos que tenía la Iglesia. En el siglo XVIII empiezan a tomar el relevo de todo aquello que se podía contar a una sociedad: historias de personajes políticos, reales y contribuye a crear colecciones de aleluyas.
-¿Fueron la antesala del cómic?
-Creo que está muy cerca de lo que es la tira cómica. Las aleluyas solían ser tiras con cinco por ocho viñetas, que se podían separar. Hacia los años 70 del siglo XIX empieza a aparecer ese tipo de materiales en periódicos y revistas, que se seguían día a día por parte de los compradores del periódico, e incluso coleccionar.
-En su momento se utilizó de forma educativa en la sociedad. A día de hoy, ¿seguiría siendo más fácil explicar el mundo a través de ilustraciones?
-Sí, siempre que hubiera una persona capacitada para ello. Los dibujantes variaban mucho Si el guionista, por llamarle así, porque el guión eran dos líneas o versos, lo explicaba bien, era una forma rapidísima de entender lo que se quisiera explicar. De hecho, hay hispanistas que piensan que el grado cero de la literatura está en ese tipo de viñetas que sin necesidad de tener una explicación debajo de ellas, se leen perfectamente; la gente lo interpreta, lo imagina y asume que es así. El grado cero a partir del cual dos líneas trataban de explicar un poco más.
-Menciona a los hispanistas, que en materia lingüística profundizan en el territorio a través de la creación de atlas lingüísticos, algo que tiene mucho que ver con su labor en la música.
-Sí, los atlas lingüísticos son en lo que estamos ahora mismo en Urueña con la toponimia. Tiene mucho que ver con esas denominaciones que se daban a lo que se llamaba pagos, pequeños territorios que conjuntamente formaban un término o municipio. Estamos tratando de descubrir las denominaciones que todos esos pagos tenían y daban carácter al término, porque no era arbitrario; se llamaban así por algo y esa formulación lingüística tan rica es lo que desgraciadamente estamos perdiendo. Costumbres, fórmulas de comunicación... El lugar en que pisamos tenía un nombre y lo tenía por algo, que tenía que ver con sus características, con un tema histórico, con el uso que hacían los animales de ello. Por ejemplo, pago raposeras, porque los zorros habían hecho sus huecos. Ahora se llaman polígonos uno o cinco y eso no tiene ningún aliciente cultural.
-Con las décadas que lleva dedicado a su labor investigadora, ¿qué balance hace del estado de salud del patrimonio inmaterial?
-Es el eterno enfermo. Ahora lo veo con más esperanza que hace sesenta años. Vine a Santander a dar los primeros recitales en la Menéndez Pelayo en el año 69 y tenía que explicar a la gente lo que quería decirles y por qué les cantaba eso y no otra cosa. Quería transmitirles todas esas sensaciones recogiendo esa canción de una señora mayor, escuchándola de un pastor... En la actualidad hay muchos más medios y mejores recursos para llegar a esa documentación, a esos datos que nos interesan sobre la cultura patrimonial. Si ahora quiere uno escuchar a alguien que hace cincuenta años cantó un tema concreto, lo puede hacer. Que haya más posibilidades produce en la gente un impulso más esperanzador que hace años, que estábamos como en una isla desierta, intentando preguntar a la gente por qué abandonaba esa riqueza, esas posibilidades del lenguaje, de las expresiones populares.
-Tiene cerca formaciones como Fetén Fetén, La MODA, El Nido... Grupos que trabajan a partir de esa herencia de forma concienzuda. ¿Cómo lo valora alguien que comenzó a trabajar cuando algunos ellos ni habían nacido?
-(Ríe) Sí, sí. Siento una admiración total por esta gente. Han descubierto que a partir de una base muy rica y muy positiva que son todas esas canciones que servían el baile y la diversión, están creando un mundo artístico que enriquece lo que es el patrimonio. Siempre he tenido la idea de que el patrimonio tradicional, las canciones, lo mejor que tienen es que evolucionan. A veces tenemos la falsa idea de que el folclore es una cosa anclada en el pasado y no, gracias a dios se ha ido transmitiendo y ha llegado a nuestros días por esa capacidad de evolucionar. Veo a toda esta gente buenísima, con una formación musical mucho mayor que la que teníamos en nuestra época, y veo que existe la posibilidad de atraer a la sociedad que les rodea y darles un poco de esa tradición que es una riqueza enorme. Es como tener una joya en un cofre, en una caja de caudales y de pronto alguien tiene la habilidad de sacarlo, explicar lo que es y contar sus leyendas y poderes. Los jóvenes son los que lo tienen que reconvertir y hacer que a las nuevas generaciones les sirva y les alegre la vida.
-Al final, con mil idas y venidas, su trabajo consiste, sobre todo en escuchar con atención a otras personas.
-Sí. No solo porque sea un trabajo o una forma de actuar que ayuda, sino porque escuchar es aprender y saber escuchar es saber comunicar a la gente esa posibilidad de que te den a ti todo lo que tienen guardado. A veces, al salir de grabar a una persona mayor, sus hijos siempre me decían que no lo habían escuchado nunca y yo les respondía: es que no lo has preguntado. El hecho de escuchar a una persona y decirle: hable usted, cuando nadie nunca se lo ha planteado, hace que esa persona se vea elevada.
-Es su momento.
-Claro. Es un momento riquísimo para su propia vida, que le hace pensar que ha servido de algo todo eso que ha guardado durante mucho tiempo y que algún día alguien podría recibir.
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