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ANA GARCÍA HERRÁ
Viernes, 7 de mayo 2021, 07:24
Si a finales de los años cuarenta alguien hubiera preguntado: «¿Puede un expiloto de la Luftwaffe que iba para médico convertirse en uno de los artistas europeos más influyentes del siglo XX?», lo más probable es que la persona que tuviera enfrente hubiera levantado una ... ceja y pensado mucho la respuesta. Joseph Beuys lo consiguió. Polémico e influyente a partes iguales, cien años después de su nacimiento, su obra pedagógica, artística y social sigue vigente.
Joseph Beuys (Cléveris, 1921- Düsseldorf, 1986) no se centró en sus inquietudes artísticas hasta después de la II Guerra Mundial. Tras recuperarse de las heridas que sufrió en combate, estudió escultura en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf. Al terminar sus estudios, atravesó una profunda crisis personal, dicen que motivada por no ver claro su futuro como artista, por su situación económica y por las secuelas que le dejó la guerra. Pasó por varias instituciones mentales y se refugió en el campo, en casa de unos amigos, los hermanos van der Grinten, quienes acabaron siendo fundamentales en su vida y en su carrera. Le dieron cobijo y trabajo para que se recuperara física y mentalmente, y le apoyaron al ser los primeros en adquirir su obra (fundamentalmente dibujos, ya que por aquel entonces realizaba muchos buscando un nuevo lenguaje artístico). Pero quien tuvo un papel definitivo fue la madre de estos amigos, pues consiguió sacarle de su habitación (donde se encerraba durante días) tras una charla en la que le dijo que no podía abandonar, que su don le obligaba ante quien se lo había otorgado, apelando de este modo a la conciencia espiritual, tan importante para Beuys.
Esta versión ha sido muy cuestionada. Hay quien cree que fue fruto de su delirio o, directamente, una invención. Sea como fuere, hizo que Beuys tomara la grasa, el fieltro, el trineo y la liebre (endémica en Crimea) como iconos de su repertorio artístico, y que el sombrero que protegía las heridas de su cabeza fuera su firma (hoy en día, en Alemania se le sigue conociendo como «el hombre del sombrero»).
A todos estos elementos les sumó las ideas de la antroposofía de Rudolph Steiner, que le habían fascinado desde joven con su fuerte carga espiritual, además de principios del chamanismo, llegando a considerarse a sí mismo un chamán con poder de curación que lleva al cambio, la transformación y el desarrollo.
Para Beuys, la escultura no tenía por qué ser algo material. Nace de un pensamiento, de una idea creativa. Por lo tanto, una idea puede considerarse una escultura y, puesto que todos pensamos, todos somos artistas en potencia. «Jeder Mensch ist ein Künstler» (todo ser humano es un artista) es una de sus frases más famosas.
Siguiendo este principio, a Beuys le indignaba que en la academia hubiera 'numerus clausus' y que todos los jóvenes que aspiraban a entrar en ella no lo consiguieran. Un año se enfrentó a la dirección del centro y logró que aceptaran a todos los que lo solicitaron. Al año siguiente lo volvió a intentar, incluso llegando a tomar la escuela, pero lo que consiguió fue que la policía la desalojara y que a él le acabaran echando. Después, sobre una fotografía en la que se le veía saliendo de la academia rodeado de policías, escribió: «Demokratie ist lustig» (la democracia es divertida). Años más tarde se vieron obligados a readmitirle; Beuys lo rechazó.
Sus propuestas políticas se resumían en que había que eliminar el Estado, reformar la constitución, establecer una ley de democracia radical producto de la autonomía de todos, cambiar la educación y, sobre todo, la economía: transformar la condición del capital y el uso del dinero mediante un nuevo sistema de crédito. El arte tenía un papel fundamental en este cambio.
Tras su expulsión, y con el fin de difundir sus ideas sobre arte y sociedad, fundó junto con el premio Nobel Heinrich Böll la Universidad Libre Internacional (FIU). Los artistas debían organizarse para hablar, discutir e influir en el sistema y así condicionar al capital, el sistema económico, la educación, etc. El arte moderno estaba en decadencia y Beuys creía que debía cambiar hacia un arte antropológico, un arte social relacionado con los problemas de la sociedad. Lo que también denominó «plástica social».
Discutía con todos, explicaba a quien le quisiera escuchar y le encantaba que le llamaran romántico porque consideraba el Romanticismo una época de ideas muy progresistas, intensa y poderosa.
La FIU se integró dentro de un partido de nueva creación, Los Verdes, cuyo objetivo era cambiar el sistema, agrupando, entre otros, a médicos, agricultores, profesores y personas preocupadas por la ecología. Según Beuys, este era el único partido que trataba de superar los sistemas capitalista y comunista de una forma sincera y seria. Consiguieron entrar en el Bundestag, y hoy en día siguen existiendo, teniendo también representación en el Parlamento Europeo (Beuys se llegó a presentar como candidato en 1979, pero el partido no logró los votos suficientes).
Uno de los pilares de la filosofía de Beuys era volver a la naturaleza. Consideraba que el ser humano se había alejado de ella y debía retornar liberándose del materialismo y del sistema heredado. En Italia desarrolló 'Difesa della Natura', un proyecto global compuesto por varias acciones ('Incontro', 'Grassello', 'Piantagioni', 'Olivestone'); aunque una de sus acciones más recordadas y celebradas es la creada para la documenta de Kassel de 1982, titulada '7000 Eichen' (7000 robles). Consistió en plantar 7000 monolitos junto a 7000 robles por toda la ciudad alemana. El proyecto cumplió el objetivo de transformar la ciudad a largo plazo, implicar a la sociedad y, desde el punto de vista ecológico, supuso una mejora notable para la ciudad.
Era un proyecto muy ambicioso que requería mucha logística e inversión, por lo que no dudó en buscar dinero de cuantas formas se le ocurrió: fundiendo una réplica de la corona de Iván el Terrible y vendiendo después la escultura resultante, yendo a Japón a conseguir inversores (los japoneses financiaron 1000 de esos robles), etcétera. Para asegurarse de que se terminaba su plan, descargó las 7000 enormes piedras frente a la sede de la documenta; las piedras solo desaparecerían de un lugar tan relevante a medida que se plantaran los árboles a los que debían acompañar.
No pudo ver completada su obra porque murió un año antes debido a sus problemas cardiacos.
Sus performances eran acciones ('Aktionen') porque, para él, la acción implicaba ir más allá de las palabras. A través de ella, se daba forma a esas palabras. Pese a formar parte de Fluxus desde muy temprano y organizar uno de sus festivales, abandonó el grupo porque su neodadaísmo se le quedaba corto.
Famosa es su acción 'Cómo explicar obras de arte a una liebre muerta', en la que hacía lo propio con la cara cubierta de miel y pan de oro, y un pie atado a una placa de metal; o aquella en la que se encerró durante varios días con un coyote en la galería René Block de Nueva York.
Levantaba tanta curiosidad (para bien y para mal) que en las fotografías o vídeos de estas acciones se ve siempre mucha gente a su alrededor (vean 'Celtic', donde apenas podía abrirse paso entre la multitud, 'Manresa', donde la gente se agolpaba en el quicio de la puerta o contra la pared, o la de la corona ya mencionada, por poner algunos ejemplos).
Ya se ha comentado su revolucionaria idea de escultura, pero no es el único concepto que cambió. El múltiple, hasta entonces, era una obra creada por el artista y reproducida en serie, aunque no dejaba de tener una tirada limitada. Beuys decretó que en esa categoría podía entrar todo (y por todo se entiende postales, carteles, sobres de azúcar de cafetería, discos, palas, abrigos de fieltro, bombillas enchufadas a limones...) y firmó todo lo que se le puso por delante, destruyendo el concepto de autoría. A la vez, al utilizar piezas realizadas en cadena, buscó democratizar el acceso al arte. Por ejemplo, 'Intuition', un cajón de madera clara firmado a lápiz, se vendía en supermercados porque ¿por qué un ama de casa o un estudiante no podía comprar una obra de arte por un precio modesto y ponerla en su cocina? Todavía algunos de estos múltiples se pueden conseguir desde ochenta céntimos de euro en la página web de su editor de cabecera y gran apoyo, Staeck, aunque otros cuestan varias decenas de miles de euros en subastas y galerías de arte.
Hoy por hoy, Beuys sigue levantando tantas pasiones como rechazo. Pero logró su objetivo: su obra sigue viva. Su figura sigue generando debate para bien o para mal, la FIU y Los Verdes existen y los robles siguen en pie inspirando a otras ciudades del mundo a hacer lo mismo. Tal como dijo, el noventa por ciento de su obra es visible de otra manera.
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