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Es imposible que el actor y dramaturgo Albert Boadella (Barcelona, 1943) pierda el sentido del humor y lo volverá a demostrar el sábado en el Festival de Invierno de Torrelavega. El Teatro Concha Espina presenta 'El sermón del bufón', un espectáculo que le permite desdoblar ... su personalidad entre el niño y el viejo artista, entre el histriónico y el reflexivo. Un monólogo en el que expresa, sin miedo, sus ideas y pensamientos en un sociedad en la que hay «una especie de impulso inquisitorial en los ciudadanos y cuando algo nos les gusta automáticamente creen que la libertad de expresión está hecha solo para las cosas que a uno le gustan, cuando precisamente está hecha para todo lo contrario, para las cosas que no nos gustan». En esta pieza teatral «cuento las cosas sin autocensura y con mucho humor», porque para este actor «el humor es el antídoto contra los fanatismos».
–¿Qué cuenta en 'El sermón del bufón', la obra que acerca el próximo fin de semana al Teatro Concha Espina de Torrelavega?
–Es una historia real, algo que no suele suceder en el teatro donde lo que se cuenta es ficción. Cuento una parte de mi vida, mi oficio y las consecuencias teatrales y políticas de las cosas que he hecho. También cuento muchos de mis pensamientos de hoy y todo lo hago teatralmente. Represento a personajes relevantes que han estado vinculados a mi vida, como la primera entrevista que tuve con el expresidente de Cataluña, Jordi Pujol, en la que hago de Pujol y de yo mismo. También incluyo en este espectáculo una entrevista muy divertida que tuve con el rey emérito Juan Carlos I, en la que hago también los dos personajes, interpretó al rey y a mí mismo. Es la expresión de la libertad de pensamiento de un artista, pero de una forma teatral. Habrá proyecciones y fragmentos de las obras más relevantes que he hecho a lo largo de mi vida, especialmente con la compañía Els Joglars. Siempre contado con sentido del humor, porque incluso en las situaciones más trágicas acostumbro a no perder el sentido del humor.
–¿Qué tiene de especial esta obra?
–Es especial porque cuento las cosas sin autocensura. Hoy en día es algo muy corriente eso que se llama la corrección política que lo ha contaminado todo. Yo me considero una persona muy incorrecta políticamente.
–¿Cómo ha cambiado el humor en estos últimos años?
–El humor hoy tiene unos límites que no son los legales propios de la libertad de expresión, sino los que la propia sociedad, los ciudadanos, censuran. Hoy si uno hace algo humorístico sobre un colectivo determinado y a este colectivo no le gusta, te llena las redes sociales de insultos, amenazas y te dicen que te van a llevar a los tribunales. Hay una especie de impulso inquisitorial en los ciudadanos de esta sociedad que cuando algo no les gusta automáticamente creen que la libertad de expresión está hecha solo para las cosas que a uno le gustan, cuando precisamente la libertad de expresión está hecha para todo lo contrario, para las cosas que no nos gustan.
–¿Esta obra es realmente un sermón como dice su título?
–Cualquier acción teatral siempre es un sermón. El teatro es un arte en principio moralizador. Es un sermón a veces más camuflado y otras más descarado.
–¿Y por qué lo cuenta un bufón?
–Muchas veces en mi tribu, me refiero a Cataluña, para insultarme me llamaban bufón. Y siguen llamándomelo... Yo creo que un bufón es un oficio muy digno y esta obra es la reivindicación del bufón. No sé si lo soy o no lo soy, pero en esta pieza teatral reivindico esta figura del bufón.
–Define su obra como un canto a la libertad, ¿es necesario en estos tiempos cantar a la libertad?
–Más que nunca porque la sociedad se rearma constantemente y establece tabúes intocables. Hay que tratar de alejarse de esta presión de las masas, de lo que es correcto y lo que es incorrecto. La libertad está en el libre pensamiento, lo que antes se llamaba el libre pensador, una persona que trata de pensar por su cuenta aunque eso signifique ir a contracorriente.
–¿Se había interpretado alguna vez a sí mismo sobre el escenario, cómo ha sido, difícil?
–Es muy complicado, porque cualquier persona, cuando está frente a los demás siempre representa a un personaje como el que quiere que le miren o le vean. Por eso es complicado para un actor hacer de uno mismo. Sin quererlo, por el hecho de estar en público, uno ya interpreta rápidamente una versión de sí mismo que tiene que ver con el personaje que le han creado los demás. Yo trato de aproximarme lo máximo a mi propio personaje, aunque los resultados no son nada excepcionales.
–En este trabajo ¿ha descubierto cosas suyas que no conocía?
–Uno se conoce bastante bien, lo que no quiere decir que ese conocimiento signifique la totalidad. A lo mejor, mi propia mujer me conoce más que yo en algunas cuestiones. Es muy complejo porque uno no puede conocerse en su totalidad porque necesitaría hacer un ejercicio de colocarse en el exterior. Somos nosotros y las consecuencias que derivamos, por eso en ocasiones hay que ponerse en el lado de las consecuencias para conocerse mejor.
El dramaturgo y autodenominado presidente honorífico de la ficticia Tabarnia, Albert Boadella, ha titulado su último espectáculo 'El sermón del bufón' por dos motivos principales. Sermón porque considera que cualquier acción teatral es moralizadora y bufón porque «así me llaman muchas veces en mi tribu, en Cataluña, para insultarme». El proyecto de Tabarnia está rodeado por ese halo satírico con el que Boadella reviste todo lo que toca y, como escribe el fundador de Els Joglars en el libro 'Viva Tabarnia' (Espasa) «muchos se preguntan si Tabarnia es una broma o es una cosa seria». Boadella nunca ha tenido reparos en expresar sus opiniones políticas. Lo ha hecho en multitud de ocasiones tanto fuera como dentro de los escenarios
–¿Qué es Tabarnia, cómo surgió esta iniciativa y qué es lo que quiere contar?
–Muchos se preguntan si Tabarnia es una broma o es una cosa seria. Tabarnia es una obstinación de los ciudadanos catalanes porque una gran mayoría siente claustrofobia y está angustiada por lo que está sucediendo en estos tiempos en Cataluña. De aquí nació Tabarnia, una mirada con sentido del humor a las patochadas que están sucediendo en esta región. En el fondo, es la continuación de las sátiras que montaba con la compañía Els Joglars. Es una mirada divertida e irónica sobre los nacionalistas o separatistas. Es ponerles un espejo delante para que vean su propio ridículo.
–Es un montaje con mucho humor, ¿cree que se ha perdido el humor en España o todavía nos queda para rato?
–El humor es un antídoto contra el fanatismo y los fundamentalismos. El humor es crear una distancia sobre uno mismo o sobre aquello que nos puede gustar. Esto es en definitiva un ejercicio de civilización y España es un país muy civilizado y culto aunque mucha gente no lo crea, donde se practica bastante bien el humor. Prueba de ello es que vemos el humor profesional en teatros y televisiones y vemos a los ciudadanos que en las redes montan chistes excepcionales en pocos minutos, eso sí, en medio de sandeces y barrabasadas. El español sigue practicando el humor.
–¿Cómo llegó usted al mundo de la interpretación?
–Fue muy curioso porque estudié los cursos de Bachillerato en París. Al terminar quería hacer la carrera diplomática y como mis padres no me podían costear una carrera tan cara, dije que entonces iba a estudiar teatro. Entré en la Escuela de Teatro aunque creo que el azar tiene algo de sagrado, porque las cosas no surgen por casualidad. Creo que lo llevaba dentro y no me había enterado hasta ese momento.
–¿Y qué ha aprendido del teatro en todos estos años?
–Muchísimas cosas porque el teatro es una óptica sobre los acontecimientos humanos y sobre los que provocan estos acontecimientos. Es una mirada profunda. El teatro me ha enseñado las tripas de la vida, que es lo que más le agradezco al teatro.
-¿Qué supuso en su vida participar durante tantos años en la compañía Els Joglars?
–Nada más y nada menos que 54 años de mi vida. Ha sido el porcentaje más alto de mi vida en cuanto a todo: teatro, amistad, buen entendimiento... Es como mi familia, lo que pasa es que en ocasiones llega un momento en el que uno piensa que ya ha hecho todo lo que tenía que hacer en esa etapa. Cierra una etapa para abrir otra nueva. Quise cambiar de onda y hacer cosas musicales. He montado óperas y musicales porque la música me gusta mucho y con Els Joglars no tenía oportunidad de hacerlo.
Qué. El actor y director Albert Boadella presenta 'El sermón del bufón'.
Dónde. En el Festival de Invierno de Torrelavega, en el Teatro Concha Espina.
Cuándo. El próximo sábado, a las 20.30 horas.
Entradas. El precio oscila entre los 13 y los 18 euros. Se pueden adquirir en taquilla, dos horas antes de comenzar el espectáculo, y por teléfono en el 902 733 797 (de lunes a jueves de 08.00 a 18.00 horas y viernes de 08.00 a 15.00 horas).
–¿Tiene algún nuevo proyecto entre manos?
–Tengo un proyecto musical sobre mujeres vistas a través de la ópera. Cuento para ello con varias sopranos. Es un tema tabú y quiero hacer un trabajo a través de distintas arias de óperas, algunas dedicadas al macho y otras cuando están furiosas contra el macho. Quiero crear una obra musical que tendrá su polémica porque es un tema tabú del que nadie se atreve a decir nada. Los hombres estamos muy acomplejados porque se nos acusa de todo, de violadores y machistas, incluso a los que no lo somos. Estamos ante un momento muy especial y de gran interés. No hay que olvidar que la transformación más importante del hombre como especie ha sido en el siglo XX, sobre todo por el cambio que ha significado para la mujer. La sociedad de hoy no es muy diferente a la de los romanos, sólo lo es técnicamente. Lo que ha cambiado es la posición de la mujer y eso es una transformación tremenda en la sociedad. Me parece un tema de gran interés que abordaré en este próximo proyecto.
–Terminemos hablando de cultura y del teatro, ¿cómo ve usted el panorama?
–El teatro está hoy mucho mejor que cuando yo empecé. Se hace más teatro, pero el problema es un exceso de vinculación con el mundo político. La creación teatral, en el fondo, está muy vinculada a los organismos públicos y administraciones, todo lo que significa el mundo de la política. El teatro tiene un buen envoltorio, buenos actores y presentaciones, pero le falta un grado de transgresión. En el fondo al teatro le falta libertad porque las administraciones tutelan no sólo el teatro, sino también a una parte importante de la cultura. Las artes tienen que separarse más del mundo de la administración política.
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