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«Me llamaba mucho la atención Gila de pequeño, porque creo que, sin saberlo, me gustaba la gente que contaba historias y él era el que mejor lo hacía». Y a esa labor se dedica, ya adulto, Álex Clavero. El monologuista y guionista, se subirá ... este sábado tarde al escenario de la Sala Argenta (19.30 horas) con su reflexión en torno a 'La nueva normalidad'.
Dice que la pandemia demandaba humor, porque «en las situaciones dramáticas, la risa es la única medicina, lo único que puedes hacer». Con la esperanza de salir de toda aquella situación, supo desde que las cosas se pusieron serias que quería hacer un espectáculo en torno al covid, consciente de que es una realidad que nunca olvidaremos. «Yo no quiero que se olvide que hemos pasado tres meses encerrados en casa en el siglo XXI, cuando nos creemos tan poderosos y hemos sido muy vulnerables». Destaca, además, a través de este show, el comportamiento de la sociedad, que «merece ser reconocido».
La evolución social cambia la forma de reír. Pasa el tiempo, difieren los conceptos y el humor es diferente. También para aquellos cuya profesión es entretener a otros. «Yo me considero humorista profesional porque cobro por ello, pero hay gente en internet mucho más graciosa que yo y lo hace como un mero hobbie». Así, cada día hay una forma nueva de entretenimiento y por tanto, el enfoque de la comedia va mutando. El humor era antes algo puntual que acompañaba otros espacios. «Estaba incluso penalizado vivir con demasiada alegría por un montón de causas; cuanto más sufrías, más eras una persona de bien», dice Clavero. Pero «la risa y el humor tienen que estar en todos los aspectos de la vida porque te los mejoran, hasta en un tanatorio».
Lo que no se plantea Clavero son barreras. «No mola nada marcarte límites, más allá de los que llevas per sé, por dentro». Por eso el humor lo que necesita es sentido y no frenos. Echa la vista atrás y recuerda cómo en sus inicios, «trataba de hacer reír de cualquier manera». En su discurso asomaban chistes «que no me pertenecían». El público sabía que aquellas vivencias no eran propias. El tiempo sobre las tablas le enseñó que «cuanto más a gusto estás es cuando partes de una verdad o algo que se acerca más a tu forma de ver el mundo y no hacer reír por reír». Como ejemplo: le gusta mucho el humor negro como consumidor, pero no se ve a sí mismo en ese registro.
«Te vas conociendo a base de actuar y oírte tantas y tantas veces. Ahí arriba, aunque parezca que no, piensas mucho y sacas conclusiones», reseña. Esa mención a las tantas y tantas veces, se puede cuantificar. Ha superado ya el millar y medio de monólogos diarios en 'El Francotirador', el espacio en Rock FM en el que participa cada mañana. Más de mil historias con las que hacer reír a otros. «Estoy súper orgulloso», defiende. En sus primeros días de radio los nervios, la inseguridad, le hacían preguntarse hasta dónde llegaría aquella aventura que ha ido cuajando, funciona y significa ir sumando etapas. «Pocas veces en la vida he estado tanto tiempo en el mismo curro», bromea.
Se ha convertido en un «industrial de hacer chistes». Las musas no aparecen y él no puede esperar a que se personen «Tengo que llamarlas yo en casa, porque al día siguiente tienes que tener otro monólogo listo». La responsabilidad de contar una historia nueva toma cuerpo.
Para este castellano, dar el pregón de las fiestas de su ciudad, Valladolid «no entraba ni en mis sueños». Fue divertido, emocionante y solo lamenta que no pudiera verle su padre, fallecido hace unos años. En ese significativo momento estuvo acompañado por algunos compañeros, que también representan sus referentes más cercanos. Entre esos nombres aparecen Leo Harlem, de los primeros cómicos a los que vio y con quien «casi me parto un diente contra la silla de delante de tanto reírme»; J.J. Vaquero, la persona que más le ha enseñado a la hora de escribir o Goyo Jiménez, que hace monólogos «bien contados, bien pensados».
Reacio a hacer planes a largo plazo, Clavero confía en poder «seguir contando historias siempre» Que la gente escuche, se entretenga y «si es posible reír, mejor aún», concluye.
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