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El lector de 'Las tesis de Schrödinger' siente, como la duquesa de Alba con sus propiedades, que puede cruzar la península literaria de sur a ... norte visitando todos los géneros posibles. En su particular miscelánea, el periodista y escritor Aser Falagán (Santander, 1978) reúne una colección de historias breves, salpicadas por 'nanorrelatos', aforismos, ucronías, leyendas retorcidas y palabras exprimidas hasta que rezuman la última gota de sus significados. Este debut literario (editado por Libros del aire) de un periodista de raza, jefe de la sección de deportes de El Diario Montañés, al que ha estado ligado casi toda su trayectoria profesional, está vertebrado por el humor, el ingenio y la invención, sin olvidar la provocación y lo epatante. Coautor de 'Cien anécdotas del Racing', presenta este viernes su salto a la ficción en la tribuna del Ateneo, sede del Aula de Cultura de El Diario Montañés, a las 19.00 horas.
-Su libro traza un recorrido del absurdo al delirio. ¿Ningún trayecto más revelador en tiempos de pandemia?
-No creo que la pandemia en sí exija uno u otro género; que obligue a uno u otro tipo de historia. Está claro que es un contexto que, nos guste o no, nos toca atravesar y que nos marcará o al menos recordaremos siempre. Pero además yo he sido afortunado. He podido seguir trabajando y no me ha tocado ninguna muerte cercana. Y llegado el caso, el delirio y el absurdo pueden ser un buen antídoto para el estrés pandémico. Como lo era también antes.
-Ingenio, juegos de palabras, ¿truco o trato con el lector?
-Las dos cosas. El primer truco o juego ha sido conmigo mismo; un divertimento y un juego a la literatura, pero sobre todo a provocar o a epatar. Porque uno escribe para uno mismo, pero también pensando en los lectores; eso está claro. Y ahí no creo que haya diferencia entre periodistas, escritores, poetas, letristas, historiadores o cualquier otra faceta. Lo que nació como juego evolucionó hacia cuentos y a un modo de dar una vuelta a los géneros. Y sí que me gusta pensar que tal vez quien lo lea entre en el juego y practique con ello.
-¿Por qué Schrödinger y su gato presidiendo una jaula tan habitada como es su libro?
-Es una coartada y un trasunto. Todo el libro se estructura en torno a la presunta biografía de Horacio Schrödinger, un intelectual maldito de trabajos perdidos que habría escrito todos estos trabajos. No es exactamente un alter ego, sino un maniquí al que vestir con diferentes trajes o un monigote al que golpear cuando llegue el caso. Lo de Schrödinger es un guiño, claro. Al final estoy jugando a la ucronía y al contrafactual en su lado más gamberro, a la apropiación y a la invención de biografías y citas que nunca fueron de gente que sí fue. Así que evocar al gato de Schrödinger, que a estas alturas ya es también otro guiño a la cultura popular, me parecía pertinente.
-¿Ha querido volar sobre el nido del cuco literario?
-Si borra lo de literario en cierto modo vivo en ese vuelo permanente. Ya en serio: tiene todo lo que quiera de provocador, pero nada de pretencioso. Literariamente quiero pensar que tiene más que ver, salvando todas las distancias, con Quenau, Azcona, Douglas Adams, los cuentos de Woody Allen. Y me gusta imaginar que provoque una sonrisa, como a mí, por ejemplo, leer a Sharpe. Otras cosas las he cogido de la cultura del fanzine, recuerdo uno muy concreto llamado Karma Dice, que conocí en la facultad, en Leioa.
-Por si hay duda...¿hay más frases que célebres?
-Si me pregunta por el análisis de contenido, no he hecho el censo. No, en serio, hay una serie de personajes recurrentes o fetiche y es un modo de jugar a la provocación y a la imaginación. Lo que dirían Orellana, Marx, Livingstone, Hitler o Carrero Blanco. De Carrero hacían un chiste Tip y Coll, y eso que Tip era un señor muy de orden, y no pasaba nada. Y mire ahora...
-¿El suyo es un 'nanorrelato' caudaloso que se regodea en la hipérbole?
-Soy hiperbólico y con los nanorrelatos busco de nuevo ese ejercicio de epatar, pero sobre todo el reto de comprimir al máximo una historia con planteamiento, nudo y desenlace. Por eso nanorrelatos y no microrrelatos. A veces ha funcionado y otras no, pero era un hiperbolismo minimalista.
-¿Dónde habita el periodista?
-Está escondido. Nace precisamente de eso; de la proyección hacia otros mundos, otras facetas, otros géneros o otras cosas sobre las que escribir.
-Como Cioran, cree «en la salvación de la humanidad, en el porvenir del cianuro».
-Todo lo contrario; yo soy un vitalista, y Horacio Schrödinger también. Además, Cioran era un tramposo: mucho hablar del suicidio, pero se murió de viejo.
-¿El humor es la mejor vacuna?
-No se si la mejor y no sé si vacuna, pero es terapéutico. Incluso jugar al humor lo es. Soy fan absoluto del chiste malo.
-No le veo conteniéndose. ¿Alguna palabra se le resiste?
-Quizá padezca cierta incontinencia verbal y, claro, eso trasciende a otros lenguajes. ¿Resistirse? Se me resisten tantas cosas... Tantas palabras, tantas personas, tantas...
-El libro concluye con el patrocinio del 'Ibuprofénico'. ¿Su libro es pura medicina verbal?
-Ojalá. Si es así ya me doy más que por satisfecho. Solo con eso ya sería un libro honesto. Por mucho que haya otras cosas detrás, si alguien me dice que se ha reído con un relato ya me hace el mejor regalo posible.
-¿Cómo ha llevado el combate entre el periodista y su desnudo integral de escritor?
-Mal, muy mal. Por eso ha tardado tanto este libro, porque no es un libro al uso, sino una versión mucho más desquiciada o retorcida. Y por eso estoy tan agradecido a la gente, amigos y amigas, compañeros y jefes, que me animaron a superar ese vértigo.
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