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Hay un vínculo entre los objetos «curiosos, antiguos y usados» y las figuras femeninas, perfectas y sonrientes que habitan el espacio creado por Vivas. Todos representan una época nostálgica. Los años 40, 50, 60… que le inspiran como creadora. Ha introducido el lápiz de color, sobre sus dibujos, técnica a la que siempre regresa. En papel satinado se vuelven sólidos sobre cartón pluma y muestranh escenas con dobles lecturas. «Empezó siendo una especie de teletienda irónica», explica, con «objetos que solucionan pero también tienen un lado oscuro, con cierta retranca». Esas referencias a la mujer perfecta cuyas gafas le hacen ver lo que quiere ver; viajes, dinero, familia… Con una selección formada solo por obras femeninas, formar parte de una colectiva solo de artistas mujeres le parece «fantástico» porque «se dé la oportunidad de mostrar su obra al espectador». En el caso de su propuesta «busco provocar –dice– Me divierto haciéndolo y me gusta mucho la idea de divertir al espectador; es una manera de conectar».
Aunque aparece en todas las imágenes, de frente, de espaldas, tan solo un reflejo o completa, su trabajo no es autobiográfico. «Busco remover lo emocional y que el espectador se sienta cuestionado», dice. Sus obras son proyecto «de preguntas y respuestas» que nació en un callejón, el 29 de julio del año pasado, en plena tormenta. Fotos en blanco y negro con composiciones y encuadres nada casuales y cierto aire decadente, cinematográfico en el que «el cuerpo es un elemento más de la escena». Contrasta con su colorida obra pictórica de expresionismo abstracto, al que se siente «muy atada». «La maravilla es encontrar otra disciplina muy distinta con la que contar casi lo mismo». Y de encontrar, en el camino, «una manera de sentirme libre», apretando otras teclas «siempre abierta al devenir». Nutriéndose, en el proceso creativo de pintura, fotografía y música. «Con todos esos ingredientes, es cuando uno empieza a escribir el poema y a saber lo que te falta». Para ella es «fantástico» que existan estas propuestas «que luchan por lo que somos y merecemos».
Su propuesta se divide en tres conjuntos: 'Cuerpos rojos', 'Manos y pieles' y un autorretrato con palabras que son antónimos de belleza. «Todos nos miramos al espejo y nos sentimos juzgados por unos cánones que no tienen sentido, porque no son reales ni justos». Con sus fotografías, todas en tonos rojizos, de planos detalle, nunca figuras completas, color que «evoca sensaciones primarias», trata de transmitir «realismo e introspección». Hay belleza, pero también crudeza. Buscaba esa inquietud. «Es una exploración». Cada uno saca su mensaje personal «y eso es lo bonito». El proceso de trabajo que desemboca en esta muestra «tan importante, pues queda mucho por cambiar aún», ha ido «fluyendo», combinado con sus estudios de Fotografía en los Ángeles Custodios. Cree que en Cantabria la disciplina se aplica más como técnica artística que documental. «Es foto de postal, de turista». Por suerte, «empieza a haber lugares para este tipo de propuestas que se empiezan a tomar en serio, con gente que hace trabajos interesantes».
Las fotografías en blanco y negro que expone parten de una metáfora. «Cuando somos niños vamos por la playa pisando los pasos de otros para marcar más el rastro». Ella lo ha hecho con el rastro que ha dejado su madre en su propia personalidad. Por eso es el centro, sin saberlo, de la serie de imágenes que descubrirá por sorpresa. «Lo más importante para mí es que se sienta protagonista». Huellas, piel que habla de herencias y lugares que esconden sus pisadas. «Sitios donde ella tiene recuerdos de su propia madre». Una composición que hila tres generaciones. Todo el proceso está hecho en analógico, lo que a día de hoy, en un mundo virtual, es como ir a contracorriente. «El tiempo y el trabajo han sido muy intensos». Se enamoró del cuarto oscuro y encontró que «positivar es otro arte en el que tomar muchas decisiones». Agradece la oportunidad de poder exponer junto «a este elenco de artistas», en un espacio común, porque «ya es hora». «Es necesario reivindicar un papel para nosotras, que no hemos tenido un lugar».
Lleva bastante tiempo trabajando alrededor de la infancia. Muchos de sus cuadros tienen al niño y sus juegos como protagoistas, lo que ha desembocado en el uso «de un icono»; el patito amarillo de goma. «Ya tiene un mensaje en sí mismo y yo trabajo alrededor de él, haciendo un juego plástico y teórico sobre él», explica. Algunos están solos, otros en conjunto, sobre fondos abstractos. «Como un juego social». En este juego hay referencias de muchos años atrás, pero delante del caballete ha estado en los últimos meses. Los cuadros han sido creados para este espacio. Trabaja la pintura a partir de bocetos, pero cuando se «lanza», las ideas van surgiendo «haciendo un baile, un dinamismo, muy matérico», en el que «nunca sabemos cuándo parar, cuando estamos contando demasiado».Sobre la propuesta colectiva, le gusta «la oportunidad de mostrar a artistas cántabras», pero a la vez le molesta «que haya que hacer una muestra específica» para que se las vea. En este caso, creando una línea argumental «que establece un diálogo entre las diferentes salas».
De la figuración del mar, tendente hacia la abstracción, ha llegado el punto de «liberarme por completo», dice Vázquez. «No quiero contar nada narrativo, aunque con los colores se cuentan muchas cosas». Quiere plasmar las emociones y todo lo que la rodea. Trabaja con adolescentes y «están presentes por todas partes». Ser una con la pintura y disfrutar han sido sus metas. Le gustan los contrastes, mucho color y las zonas delicadas «porque creo que tengo ambas cosas». Sus pinturas parten de dejarse llevar. «Vas por un camino y hay un giro por el que la vida te lleva a otro lugar». Así se dio cuenta de que estaba plasmando islas, con pequeñas referencias a figuras que se van. Le cuesta parar. «Intento ser lo más honesta, auténtica y sincera posible». Ama su profesión de docente y cree que «el arte puede ayudar mucho a replantearse cosas, a pensar». No le gusta diferenciar entre creadores hombres y mujeres, porque «hay artistas y ya está», pero «aprovechar la circunstancia para unirnos y tener más visibilidad es positivo».
En el pecho de Marina hay tatuado un pájaro. El último de los muchos que le dibujó su padre y que, con el tiempo, ha visto como elemento central de su obra. La muerte de su referente coincidió con su primer embarazo y ese choque emocional de dar vida y despedir vida, generó la serie que replantea el concepto de la maternidad «como algo bello e idílico». Con una estética gótica, de entornos deshabitados, inspirada en Poe, lo que ella ve es «belleza, es fotografiar mi mundo interior en el proceso de duelo, como una confesión». Escenarios que le dan paz. Poeta que trabaja con la escritura automática, plasma algunos de sus versos en imágenes «muy potentes». «La palabra es una imagen visual y la imagen visual tiene un trasfondo poético, intrínsecamente unidas». Su mensaje es «universal, porque todos hemos perdido a alguien». Aunque cree que las mujeres «han dado un paso gigante en el mundo del arte en cuanto a visibilidad», queda labor por hacer; «Me parece bien que estemos aquí desde diferentes disciplinas, y creo que debería haber más iniciativas que den como resultado la equidad».
Divida en dos salas, su obra es conceptualmente, una especie de juego de cartas. Una respuesta a la «tendencia a leer el futuro tanto desde lo tecnológico como el tarot». Lo hace a través de la técnica de la cianotipia, utilizada en el siglo XIX, reflejando «cómo los procesos naturales nos definen a nosotros mismos y estamos en sintonía con el entorno». Sus series, con piezas vinculadas entre sí, están formadas por láminas de tonos azules en las que se combinan creaciones digitales con elementos naturales, que va encontrando en sus paseos diarios, «enfatizando la simbiosis». Fotos que recrean patrones a las que se añaden líquenes, algas, flores, fósiles, moluscos, hojas… «La naturaleza es tecnológica en sí misma», argumenta en una defensa de la sostenibilidad. El doctorado de Larrañaga ya se dedicó a la relación entre tecnología y naturaleza, por lo que el origen de su trabajo se remonta a muy atrás. Para la creadora, independientemente de la denominación de la muestra, «lo más importante es crear comunidad; ese es el gran valor».
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Álvaro Soto | Madrid
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