«Al igual que los actores, los artistas han de saber provocar emociones»

Es su regreso a la galería santanderina Juan Silió con la que mantiene un vínculo de fidelidad y discurso creativo. El escultor (Santander, 1958), creador de retablos urbanos como el de los Raqueros y el del Incendio del 41, advierte de «la amenaza de la banalización que planea sobre nuestras cabezas».

–¿Qué José Cobo nos encontramos ahora en Silió?

–Creo que el mismo de siempre con un nuevo proyecto. Tiendo a pensar que la mayoría de las artistas tenemos solo cuatro ideas que desarrollamos de formas diferentes a lo largo de la vida. Cuatro ideas son muchas, no se me malinterprete. Luego viene la resolución de esas ideas que es lo fundamental.

–'En el backstage' reflexiona sobre la temporalidad y la obsolescencia de las acciones humanas. ¿Diría que es una de las cuestiones ahora más recurrentes? ¿A qué lo atribuye?

–No sólo sobre la temporalidad y la obsolescencia de las acciones humanas, sino también sobre la eficacia en la representación de las mismas. Independientemente de la obsolescencia, la representación permanece. La ciencia avanza dejando obsoleto cualquier desarrollo anterior, pero la forma en la que se había representado esa realidad mantiene una belleza de gran poder evocador. En el momento que vivimos las ideas se renuevan y cambian a gran velocidad debido a la increíble interconexión entre núcleos creativos extendidos por todo el planeta.

–¿Por qué una instalación como dominante de la exposición? 

–La instalación tiene el gran atractivo de que te invita a adentrarte en un espacio simulado que es el tuyo propio. Se puede caminar entre personajes que comparten nuestra escala y por tanto percibimos sus volúmenes como algo próximo que invita o que amenaza. Un cuadro o una escultura en pedestal muestran un lugar exterior al que tenemos acceso a través de la ventana que nos proporciona el marco.

–¿La ironía, caso aquí de la representación, es una de las claves para que el arte mantenga una conexión activa con la sociedad?  

–El arte ha desarrollado las más increíbles técnicas de persuasión para aproximarse y conquistar al espectador. La ironía también se ha utilizado directa e indirectamente, creando caracteres cómicos, o como medio de 'deconstrucción' de ideologías y su representación en el pasado o en el presente. Para revelar el artificio en la representación son muy efectivas las mismas técnicas plásticas que crearon el engaño en su momento.

–¿La muestra es como si hubiera trasladado su estudio-taller a la galería?

–Podría ser una simulación parcial de lo que es un taller en algunas zonas de la exposición, por lo que mencionaba antes de mostrar los entresijos de la técnica artística.

–Con respecto a otras comparecencias, ¿qué prima en su nueva muestra?

–Cada muestra es diferente dependiendo del momento. Anteriormente he expuesto varias veces en Juan Silió, y aunque afirmo que siempre, al menos en mi caso, respondo al espacio, todas mis exposiciones han sido muy diferentes. Quizás lo que todas tienen en común es que en todos los casos y con resultados muy diferentes he pensado en términos de espacio al desarrollar el proyecto.

–¿Cuál es la trastienda del arte?

–Al igual que los actores, los artistas han de saber provocar emociones. Para ello han de desarrollar un lenguaje plástico potente capaz de atraer al espectador por medio de formas y de colores. Quizás se podría visualizar como un lugar oscuro atravesado por rayos de luz con la capacidad de catalizar formas fugaces.

–Entre bambalinas, por seguir el espíritu de la muestra, ¿se sacrifican muchas cosas del proceso de búsqueda?

–El proceso de búsqueda puede ser doloroso porque es natural e inevitable. El descontento parte de nuestra esencia, no del proceso de búsqueda. No se busca por buscar. Cuando leemos un libro que nos interesa, este cita otros libros en la misma onda que nos atraen instantáneamente. Ni siquiera se cuestiona si se esta buscando, simplemente se continua caminando.

–¿Hay peligro de que se banalice la ecuación arte e intervención pública?

–La amenaza de la banalización planea sobre nuestras cabezas. Se busca rentabilizar cualquier acción y la estadística se ha convertido en la mejor herramienta para trazar el estado de las cosas y eventualmente manipularnos. El arte es un recurso de gran potencial. En mis años de juventud creía que mis acciones eran consecuencia esencialmente de procesos individuales. Hoy, inevitablemente tengo que admitir que me veo reflejado en bastantes estadísticas.

–¿Ha cambiado mucho su relación con los materiales?

–Los materiales nos proporcionan formas diferentes de expresarnos, pero esencialmente quizás hoy no necesito tanto la lucha cuerpo a cuerpo con los materiales como ver mis obras realizadas.

–¿Cómo cocina una exposición como esta? ¿Hubo primera una idea o va creciendo todo en paralelo en el taller?

–Mi primera idea fue la de introducir luz por tres zonas de la galería. A partir de allí se fue formando. Es difícil saber cómo va a resultar partiendo del plano. Yo mismo no he 'visto' la exposición hasta dos días antes de la inauguración.

–¿No le provocan náuseas pasear por Santander y ver tanto esperpento pseudoescultórico?

–Prefiero mirar al paisaje, a la gente y a algunas de las obras buenas que también tenemos.

–¿Cree en la necesidad de generar un vínculo entre el arte y la comunidad?

–Por supuesto. El arte público, monumentos y demás, ha proporcionado marcadores muy importantes con los que se han identificado los lugares y sus habitantes. Actualmente el arte dominante es nómada. Predominan las obras que hacen su itinerancia de museo en museo. Se trata de un foro internacional. Lo que identifica a una ciudad, o a un lugar, es su capacidad para formar parte de este recorrido. Pero nuestras instituciones no deben conformarse solo con participar pasivamente de circuitos preestablecidos. Es su responsabilidad introducir propuestas, incluso si son locales, capaces de jugar en la arena internacional.