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La fotografía nació sin color, y el público, acostumbrado a la pintura y la miniatura, lo echaba de menos. Los fotógrafos siempre aspiraron a ... conseguirlo y no dejaron de indagar hasta que lo lograron. Pero mientras tanto y hasta los años treinta del pasado siglo, optaron por iluminar las fotografías, colorearlas a mano. Así lo explica el coleccionista José Antonio Torcida a propósito de la exposición 'Iluminadas' que se puede ver desde ayer en el Centro de la Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) y que se podrá visitar hasta el próximo mes de mayo. No es la primera vez que Torcida, que lleva más de 30 años recorriendo mercadillos, rastros, librerías y todo tipo de lugares en busca de fotos antiguas, sobre todo las relacionadas con la historia de Santander y Cantabria, deja ver sus 'tesoros' en este Centro que dirige Manuela Alonso - «no puede haber mejor sitio ni mejores profesionales», comenta- si bien, en esta ocasión, se aleja de los paisajes o escenas cotidianas de su tierra para mostrar una serie de fotografías -una gran parte de ellas son retratos- iluminadas que ha ido reuniendo durante estas décadas y que también, tal y como explica, sirven para enriquecer la comprensión del medio, de su historia y de los usos que la sociedad ha hecho de él.
Con la colaboración de María de los Santos García Felguera, investigadora y una de las mayores expertas a nivel nacional de fotografía histórica que además ha escrito el texto del catálogo, la colección que se puede ver en este centro es un viaje por de la historia de la fotografía y su evolución. «La coloración de las fotos no es un tema muy tratado y sin embargo desde sus inicios poder iluminar las imágenes se convirtió en una necesidad» explica.
«Al blanco y negro le faltaba color y por eso los estudios y los iluminadores se pusieron manos a la obra hasta que cien años después de la aparición de la fotografía Kodak puso en el mercado su película Kodachrome», señala.
Durante este tiempo se siguieron distintas técnicas con mejores y peores resultados pero en las que siempre quedó demostrado la pericia de los fotógrafos y artistas. Las obras que se exhiben pertenecen a distintos estudios, algunos de ellos de Cantabria como las de Manuel Lledías, Ángel de la Hoz o Lucía Zorrilla. Y entre las que se muestran hay alguna que tienen para este coleccionista un valor especial, como un retrato de María del Rosario de Silva y Gurtubay, la madre de Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba que encontró en uno de esos rastros que visita con frecuencia. «Parece ser que ella se la regaló a alguien porque está dedicada e incluso firmada como Toto, que es como se la conocía familiarmente», explica Torcida.
Otras foto que se pueden ver en el CDIS y que destaca es 'Los italianos', del año 1929, y que tiene como protagonistas a dos niñas disfrazadas de carnaval, de la que comenta que su valor no radica únicamente en que está iluminada a mano, sino que el artista pintó una arquitectura a sus espalda. Y otra, también relacionada con el carnaval, que le parece interesante, recoge una escena de la Murga de los Ciegos.
Además de las fotos, se incluyen en la muestra una serie de objetos fotográficos, todos ellos originales que ofrecen una amplia panorámica, desde los inicios de la fotografía hasta los trabajos de los últimos fotógrafos iluminadores, que prolongaron su actividad incluso algunos años después de la llegada del color, mostrando los diversos procedimientos que se fueron sucediendo en el tiempo: daguerrotipo, ferrotipo, papel salado, albúmina, gelatinobromuro, etc.
En la muestra predominan los retratos de la burguesía, que acude al estudio del fotógrafo a posar con sus mejores galas, pero también se puede ver representadas a todas las clases sociales, desde la aristocracia a las clases más humildes, «pues a todos sin excepción les sedujo el color».
Con el paso del tiempo, Torcida que comenzó reuniendo postales antes de convertirse en coleccionista de fotos históricas de Cantabria, reconoce que «vivimos en una época en la que se hacen más fotos que nunca gracias a los teléfonos móviles y otros dispositivos similares, pero que sin embargo morirán en los ordenadores y otros aparatos». También tiene claro que pese a esa necesidad de colorear las imágenes serán las de blanco y negro las que sobrevivirán. «Es curioso después de tanto trabajar para iluminar con el tiempo el color se pierde y no perdura».
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Ana del Castillo
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