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Eloy Velázquez en su estudio. :: daniel pedriza
Una instalación monumental frente al horror

Una instalación monumental frente al horror

El artista cántabro Eloy Velázquez presentará en la Biblioteca Central un gran proyecto escultórico de altorrelieves, madera, pintura y un vídeo, al que se sumará el estreno absoluto de una partitura de Tomas Marco

Guillermo Balbona

Santander

Domingo, 7 de abril 2019, 11:48

«El arte, las artes, es el mejor instrumento para 'explicar', o mejor dicho, denunciar el horror de la guerra, el exterminio y la muerte de pueblos enteros, los genocidios en una y otra parte, a lo largo y ancho del mundo, la desesperanza de la huida y los desplazamientos de millones de seres humanos». El artista cántabro Eloy Velázquez en los últimos años ha dedicado sus exposiciones a transmitir por medio de contundentes instalaciones estos sentimientos, «hurgando en la llaga de nuestras conciencias». Quien así lo define es Fernando Zamanillo, historiador, crítico y comisario de exposiciones, uno de los exégetas del nuevo proyecto de Velázquez, que verá la luz el próximo mes de mayo en las salas de la Biblioteca Central. Instalaciones y libros de artistas, proyectos conjuntos con poetas y escritores de la comunidad, creaciones comprometidas que hoy se exhiben de manera estable, caso de la Universidad de Cantabria y de Valdecilla, conforman el universo de Eloy Velázquez al que sumará esta primavera 'Las flores de Ares'.

En estos años se ha sucedido la presunción de la frontera invisible, el horizonte de retratos sin nombre donde confluyen lugares lejanos, puntos de fuga y terrenos acotados. El artista destila la mentira oficial, busca un norte escultórico y un sur grabado en la impostura hipócrita de los mandatos trasnacionales. Eloy Velázquez se ha consolidado como «un escultor de la dolorosa periferia que viaja hasta el corazón de los espacios teñidos de vergüenza». Esa escenografía de historias anónimas, de personas rotas es un altar interior que desnuda esa ceguera, la falta de memoria de una Europa ensimismada. Eloy Velázquez zarandea ese crucero artificial e instala un faro de arte sobre nuestras conciencias.

EL PROYECTO EN DATOS

  • Instalación Inauguración en la Biblioteca Central el 9 de mayo. Hasta el 27 de junio. Además, estreno absoluto de 'Lamentaciones y epitafios', obra de Tomás Marco, con textos de Luciano González Sarmiento y Fernando Abascal. La instalación se acompaña en el catálogo de textos de Ana García Negrete y Fernando Zmanillo.

  • Las flores de Ares Hace referencia al dios griego de la guerra, la destrucción y la brutalidad. Un Dios al que los griegos temían por sus ansias destructivas, a menudo capaz de demoler con su ira las dos ciudades enfrentadas.

  • Trilogía Tras 'Desde el sur del silencio' y 'No crossing', sobre la problemática de los refugiados, Ahora da visibilidad a los conflictos territoriales que provocan su existencia.

  • Conjunto Altorrelieves en la pared, intervenciones gráficas, tablas y restos de maderas viejas.

  • Últimos pasos 'Entrance'. Libro de artista con grabados. / 'No Crossing'. Instalación escultórica./ 'Sex(t)o Sentido'. Libro de artista con grabados. /'El Cuervo de Allan Poe'. Libro de artista con grabados. /'Indocumentados' Carpeta de aguafuertes, con poemas de Isaac Cuende./ 'Desde el sur del silencio'. Instalación escultórica.

A esa trayectoria coherente suma ahora una instalación formada por una serie de altorrelieves que se ubicarán en la pared, y una llamada 'Mesa de armisticios' sobre la que yacen unas palomas blancas muertas sobre el preámbulo de las Naciones Unidas grabado en la madera. Frente a ella, en el suelo, una bandera de la ONU pintada al óleo sobre una plancha de plomo.

«Provocar una reflexión sobre la incapacidad del ser humano para evitar su propia destrucción»

A este conjunto se añadirán algunas intervenciones gráficas en la propia pared, además de tablas y restos de maderas viejas. Se completa la instalación escultórica con un vídeo (U.N.) al que ha puesto música el compositor Tomás Marco. El próximo 9 de mayo la pieza 'Lamentaciones y epitafios' será objeto de estreno absoluto. A la música del Premio Nacional se le suman textos del también músico y pedagogo Luciano González Sarmiento y del poeta y profesor Fernando Abascal.

La instalación de Eloy Velázquez cierra un ciclo de exposiciones que ha venido dedicando a los horrores consecuentes de las guerras de nuestra época, «con sus sempiternas, férreas e infectas invariantes y absurdas tenacidades». Lo hace de la manera que mejor sabe expresarse, «con el instrumento eficaz de la terrible belleza del arte», apunta Zamanillo.

Cada uno de los altorrelieves se compone de una parte central y dos cuerpos adosados a sus lados. Según describe el artista, «las tres piezas son independientes, aunque se presentarán unidas, apoyadas las laterales a la pieza central, con la que forman una bandera tricolor. En la citada parte central, sobre una vieja y erosionada madera con restos de pintura, emerge una flor formada por pétalos de madera de distintos tamaños y formas, también con restos de pintura sobre su superficie provocados por distintas capas de color posteriormente decapadas.

«Un discurso que nos lleve del terror que quedó diluido al terror que nos asusta en la actualidad»

En la base de la tabla, bajo el tallo, aparece el nombre de una ciudad destruida. Y a ambos lados, adosados a la tabla, bastidores forrados en tela marmoleada recogen los colores de la bandera del país al que pertenece esa ciudad».

Los lugares elegidos formarán un conjunto de banderas de otros tantos países donde el exterminio de la población y su destrucción fueron denunciados reiteradamente por los organismos internacionales. Hay en cada obra un fuerte contraste entre la estética de la flor y la evocación de la catástrofe que surge de las mismas letras descoloridas que conforman el nombre de dichos lugares. Todos juntos hacen «un relato cronológico del horror» que recorre las últimas tragedias del siglo XIX, hasta la destrucción de ciudades como Alepo o Palmira. Biafra, Sarajevo, Srebrenica, Nom- Pen, Beirut, Anfal, Tumbuktu,... «Son eslabones de una larga cadena de catástrofes humanitarias que no parece tener fin. Representan el estrepitoso fracaso de una humanidad que, tras alcanzar altos niveles de progreso y bienestar, es incapaz de superar la barbarie más primitiva a la que los ciudadanos asistimos incrédulos».

«Mi obra se une a la de quienes buscan, tal vez inútil e ingenuamente, que el espectador despierte de la anestesia generalizada con la que convivimos»

Al final, una instalación casi monumental, de diecinueve piezas simbólicas dedicadas a diferentes lugares, batallas y ciudades, destruidas y arrasadas en otras tantas guerras a lo largo de los siglos XIX, XX y lo que llevamos del actual.

Ese discurso se abre con algunos restos apilados en el suelo, relativos a alguna guerra ya olvidada, mostrando a continuación y de manera progresiva las siete primeras en el tiempo, seguidas de las doce restantes, como banderas más completas en telas de color sobre tres viejas maderas de derribo cada unidad, con las flores secas, de apariencia marchita, talladas y superpuestas sobre aquellas. Estas banderas y sus flores desarrollan un discurso semicircular en torno a esa 'mesa de armisticios' en la que se encuentra grabado el preámbulo de las Naciones Unidas y sobre la que hay muertas quince palomas, más otras cuatro en el suelo.

Frente a la mesa y también a sus pies, la bandera en plomo de la ONU y en otro lugar, la presencia rotunda del vídeo con banda sonora original de Tomás Marco, «magnífica en la expresión del sonido y del ruido, magnífico en la superposición de imágenes de ruinas y banderas», en palabras de Zamanillo.

La instalación pretende «provocar una reflexión sobre la incapacidad del ser humano para evitar su propia destrucción». Se trata de establecer un discurso, confiesa Eloy Velázquez, que «despierte sensibilidades y avive nuestra reacción contra la barbarie. A menudo, a la impotencia que sentimos frente al horror, respondemos llenando de flores los lugares de la tragedia, expresando nuestra solidaridad y creando altares fetichistas donde la flor es desahogo y bálsamo contra el desasosiego».

«Crecen tras el paso de la devastación, surgidas como símbolo que rememora la brutalidad»

La poeta Ana García Negrete, que disecciona desde las palabras el nuevo proyecto del artista, considera que Eloy Velázquez «da forma a la redención que escupe de nuestra conciencia. Y ¿después? interroga». Y poéticamente expresa que «los hilos quedarán en jirones sobre el suelo, los estandartes enrolados en delirio dejarán en el aire un viaje de silencio que el tiempo impone a través del silencio. Frente a mí, una astilla atraviesa el lóbulo frontal de las palomas y al tiempo se celebra la buena salud de nuestros símbolos».

Las instalaciones de los últimos años del artista se inscriben en el ámbito del «arte crítico, social o político». En sus dos últimos trabajos - 'Desde el sur del silencio' y 'No crossing'- abordó la problemática de los refugiados desde dos puntos de vista distintos. Ahora, con 'Las flores de Ares' «doy visibilidad a los conflictos territoriales que provocan su existencia». Se cierra con esta última instalación «una trilogía que propone una mirada reflexiva a la grave situación que viven quienes tienen que huir de su país para sobrevivir o tener una vida digna».

«Mis instalaciones de los últimos años se inscriben en el ámbito del arte crítico, social o político»

En definitiva, declara, «mi obra se une a la de quienes buscan, tal vez inútil e ingenuamente, que el espectador despierte -siquiera un instante- de la anestesia generalizada con la que convivimos en una sociedad deshumanizada y adormecida que no es plenamente consciente de lo que sucede en el mundo que compartimos».

La difusión de tantas imágenes trágicas nos ha «insensibilizado hasta tal punto que todo se vuelve virtual; vemos el terror en el televisor con la misma mirada distante que vemos un telefilme. Si la crudeza de las imágenes reales ya no nos impresiona ¿Para qué mostrarlas desde el arte? ¿Por qué?», se pregunta el artista.

Eloy Velázquez sostiene que «no podemos asegurar que el arte pueda llegar a conmover a los espectadores, alienados masivamente por la ilusoria realidad implantada inexorablemente». Sin embargo, «podemos aseverar que responde directamente a la necesidad de todo artista, sensibilizado con los problemas de la sociedad, de expresar y exponer lo que siente a través de su obra».

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