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Pionera en la genealogía feminista del arte español, artífice de una trayectoria marcada por la libertad, exenta de sumisiones a modas y tendencias, la obra de Isabel Villar es una de las más singulares, coherentes y poderosas de las últimas décadas. La artista protagoniza desde ... esta semana la gran exposición de su obra bajo el epígrafe 'Leones en el jardín', que se prolongará hasta el mes de mayo. La cita será en las salas del DA2. Domus Artiun de Salamanca, la ciudad natal de la pintora estrechamente vinculada a Cantabria. Viuda y madre de los pintores santanderinos Eduardo Sanz y Sergio Sanz, fue clave en la configuración del proyecto plasmado hace quince años en el Centro de Arte Faro de Cabo Mayor.
Paradójicamente, Isabel Villar en Cantabria nunca ha tenido esa gran antológica que demanda su intensa dedicación a la pintura. No obstante, sus creaciones están presentes en la mayor parte de colecciones, han alimentado las colectivas más importantes y hay que recordar muestras importantes, caso de la que destinó Robayera, de la mano de Marta Mantecón, a su obra más representativa.
Desde el próximo viernes al 2 de mayo, tres Salas del centro de arte salmantino acogen el jardín pictórico de Isabel Villar (Salamanca, 1934), «artista fundamental para entender el modo en el que la figuración pictórica evolucionó en España en las últimas décadas del siglo XX».
Bajo comisariado de Sergio Rubira, la muestra sigue a la exhibición del pasado año en su galería habitual, la madrileña Fernández-Braso, donde celebró sus 87 años con una obra que certificó la vitalidad de su pintura. En esa ocasión reunió creaciones de los dos últimos años bajo el título de 'Ese otro bosque dentro del bosque'. Una cita rotunda en dimensión y expresión fruto de su constante vivencia y coexistencia pictórica en su estudio madrileño.
Rubira, de cara a la gran retrospectiva salmantina, enmarca la obra de Villar dentro de las corrientes vinculadas con esa forma particular de entender el pop aquí: «Compañera de generación de muchos de esos artistas, su proyecto, sin embargo, se distingue por la creación de un mundo personal que parece fuera del tiempo y que, en su carácter casi mágico, se abre a múltiples interpretaciones, a infinitas lecturas, a ser parte de mil y un relatos».
A juicio del comisario, sus jardines, bosques, parques y playas «se convierten en lugares de la posibilidad». Están habitados, casi siempre, por mujeres, niñas y ángeles que, en soledad o en compañía, conviven con animales. «No hay ningún conflicto. Son mujeres, niñas y ángeles que no corren peligro, ninguna amenaza las acecha». En esos cuadros se resuelven algunos conceptos que se han considerado contrarios, aunque quizás, como ella demuestra, no lo sean del todo: «Arte y naturaleza, artificial y natural, civilización y salvajismo, cultivado y silvestre...».
Alude Rubira a que esos animales también sirven para generar extrañamiento, como cuando los incluye en otro tipo de escenas que son también muy habituales en su producción: los retratos de familia. «Aquí son animales de compañía y, a la vez, los mirones que observan lo que está ocurriendo. Estos retratos de familia remiten a un pasado que siempre parece volver, que nunca se marchó».
Y subraya que «sus pinturas, lejos de ser ingenuas, ocultan siempre un mensaje que responde a una crítica o un comentario social». Una pintora que decidió desde el principio «subrayar su posición como mujer y artista y, sin concesiones, eligió un estilo propio». Villar, resalta el crítico, «también ha sido fundamental para generaciones algo más jóvenes. Supo adelantar en su obra algunos presupuestos que desarrollarían después los artistas que pertenecieron a la generación de la Nueva Figuración».
La exposición se ha concebido como una antología. El comisario explica que «no es una retrospectiva al uso en la que las obras se cuelgan siguiendo un orden cronológico, sino que se articula en torno a los temas que han centrado su producción». De este modo, se revelan «algunas de sus estrategias, como la repetición, y se observa muy claramente la evolución de su estilo, que no responde en absoluto a lo naïf, sino a una intención clara de distinguirse, de ser diferente». Como se ha destacado Isabel Villar posee una profunda formación académica y su trabajo, además del evidente dominio técnico, incorpora múltiples referencias a la historia del arte, «desde determinados planteamientos primitivistas que remiten a la obra de Henri Rousseau (el Aduanero) a toques surrealizantes que evocan las composiciones de René Magritte, pasando por la pintura medieval, el Renacimiento italiano o el fauvismo francés». Su pintura, según puso de manifiesto el pensador y escritor Fernando Savater, resiste «el tránsito fugaz de la moda y nos traslada a una nueva realidad pictórica llena de fantasía e imaginación».
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