
Aurora Luque
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Aurora Luque
Dice Aurora Luque que lo de recibir premios (el Nacional de Poesía en 2022 por 'Un número finito de veranos') le ha alterado la rutina ... y que no tiene tiempo ni para prosa ni para poesía. Está en Santander, destino «muy apetecible» de esos que no quiere «suprimir de la agenda», participando en el curso de la Escuela de Pensamiento y esta tarde (19.00 horas) protagonizará la sesión de las Veladas Poéticas en el Hall Real.
-Uno de los retos del curso en el que participa es ver cómo la cultura clásica se actualiza y revaloriza. ¿Comparte esa posibilidad en el día a día de la inmediatez?
-Es posible y deseable. Y una demanda íntima de los más jóvenes, que son críticos y rebeldes ante lo que se impone desde arriba. Es evidente que esa rapidez, esa velocidad, ese robarnos la lentitud, es algo impuesto, que pertenece a un modo de vida que ellos se acaban de encontrar y pueden ser los primeros disconformes con esa presión de los medios, del sistema, de darles la vida demasiado metida en unos formatos que les obligan a vivir a una velocidad espantosa, perseguir una idea de éxito que no les convence. De ellos surgen las voces críticas. Lo veo también en editoriales, no mayoritarias, que publican títulos muy críticos y muy a favor de esa necesidad de replantearnos los ritmos de nuestras propias vidas. Por eso no soy totalmente pesimista. Existen y lo vemos aquí, en estos lugares, con pasión por aprender, posibilidades de crítica y resistencia.
-¿Ir despacio es pues una manera de resistencia?
-Sí, la lentitud es ir en contra de un tiempo que quieren que sea mercancía. El trabajo, el ocio y dejar fuera la reflexión, la poesía, la fantasía, la imaginación. Eso no es útil en términos económicos. De ahí la resistencia y la posibilidad de ejercerla desde la juventud, cuando aún no han entrado en el sistema que los comprime.
-Ha elegido compartir sus lecturas favoritas de poesía griega. ¿Es capaz de elegir?
-Siempre me apasionó la poesía lírica arcaica, el Platón escritor, que es un magnífico prosista del que se puede aprender mucho literariamente, no solo filosóficamente. O la tragedia clásica de la Atenas del siglo V, que me parece cada vez más grande. No hay nada parecido en el mundo a una Antígona de Sófocles o unas troyanas de Eurípides. En todo ello veo mensajes vivos que apelan a nuestras inquietudes más actuales. Hay problemas políticos que están ya expuestos ahí; la extranjeridad, el asilo político, la responsabilidad moral...Hay un abanico de cuestiones palpitantes sobre las que todavía los griegos nos pueden estimular y dar ideas útiles. La persona que dice que el latín y griego son lenguas muertas, es la más ignorante. Está a un nivel de ignorancia muy hondo.
-Titula su libro 'Un número finito de veranos' (Milenio). ¿No existe permanencia en lo estival?
-El poema que lo cierra se titula 'De lo infinito que contiene un verano' (ríe). Es la paradoja. Contamos en nuestra vida con un número finito y desconocido de veranos cronológicos, pero a la vez tenemos la inmensidad y la hondura de las experiencias que yo asocio al verano, simbólicamente, y que se producen cuando el tiempo es más nuestro, cuando no está cuadriculado en rutinas y obligaciones. Cuando es más poético, más creativo. Podemos estirarlo. El arte y la buena literatura, la poesía, pueden estirar el tiempo, darle densidad y hacerlo más flexible para no malgastarlo. En la infancia tenemos las vivencias de los veranos inacabables que nos dejaron recuerdos imborrables de descubrimientos, porque eran un tiempo de asombro. El asombro y la poesía van muy unidos.
-El Premio Nacional de Poesía ¿abre nuevas puertas o consolida las que ya había cruzado?
-Lo bonito del premio es encontrarme con más lectores. Supone una amplificación de la publicación de un libro que ya existía. Pero el foco dura un año; los libros tienen que defenderse y vivir por su cuenta. La poesía está en los libros y en el encuentro de cada lector con cada poema y si eso no se produce, nada tiene sentido. Los libros llevan dentro su propia vida, independientemente del foco, aunque es grato que se encienda.
-¿Qué quiere que ocurra con ese rescate que ha hecho de las escritoras olvidadas?
-Quisiera que llegaran a los libros de texto. Y que no los eliminaran, porque son muy útiles. Más teniendo en cuenta que internet es un gran vertedero; para tener criterio hay que tener una formación seria y sólida. Están circulando textos con erratas en artículos de investigación. Que haya conferencias sobre las autoras el 8 de marzo es un barniz anecdótico, tienen que entrar de igual a igual. Ya está bien de una generación del 27 masculina donde no aparezca ni una sola mujer. Tienen que entrar con naturalidad y en todas las épocas, aunque sea con presión y con la conciencia de que no han estado, se llame cuota o como se llame. Siempre hay desigualdades que se abren por otro ángulo. Las estrategias de camuflaje del dominio, la sofisticación en el ejercicio del poder, es lo más preocupante y de lo que quizá se pueda ocupar bien en lenguaje poético, que también es sinuoso y sabe profundizar, tocar en las grietas y las honduras.
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