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JAVIER MENÉNDEZ LLAMAZARES
Martes, 12 de diciembre 2017, 07:27
No tiene whatsapp, ni falta que le hace. Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) pasó con la mayor naturalidad de doctorarse en literatura en Nueva York a convertirse en librero de pueblo en Madrid, tras una carrera por etapas que incluyen la enseñanza en universidades, ... institutos y talleres literarios, el periodismo de alta intensidad y la firma de algunas de las páginas más mordaces y desternillantes de la narrativa española de las tres últimas décadas. Su última obra, 'Señales de humo', complemento de su célebre 'Manual de Literatura para caníbales', fue reconocida con el premio Solar de Samaniego. Y el galardón ha funcionado de tal manera que ya ha alcanzado la cuarta edición. Este jueves la presentará en la Librería Estvdio de la calle Burgos de Santander.
-¿'Señales de humo', de 2016, es en realidad la primera parte del 'Manual de literatura para caníbales', de 2006? Ayúdenos por favor con la cronología.
-Esta obra es una 'precuela', pero es que me da tanto asco la palabra... Primero escribí la parte de los siglos XIX y XIX -reeditada como 'La cadena trófica'-, y ahora desde la Edad Media hasta el Romanticismo.
-Y ahora viene a presentarla con una cata de vino. 'Beber entre líneas' se llama este nuevo proyecto de maridaje...
-Desde Berceo, el mejor premio del escritor es un vaso de buen vino después de escribir, ¿no? Además, la literatura y el vino están hermanados: lo que uno escribe, y hasta lo que uno lee, mejora con el tiempo.
-¿Cuánto le han insistido para que escriba esta continuación?
-Mucha gente me la pedía, pero yo no quería hacer lo mismo. Al final, me lo he pasado en grande.
-Este proyecto 'caníbal' es en realidad un recorrido desmitificador pero apasionado por nuestras letras. ¿Hacía falta que alguien lo escribiera?
-Mi plan es contagiar el entusiasmo que yo siento por la literatura. 'Engolosinar' a la gente; con cotilleo, si hace falta, porque hay detalles que te pueden hacer al autor mucho más cercano: si bebía, con quién se acostaba... Además, me lo tomo como un género muy libre y cuento lo que me da la gana: hay reflexiones ensayísticas, pero también hay novela, hay humor, hay mucho sexo sucio. Hasta ternura.
-¿Sin límites?
-¡Qué va, tampoco se pueden hacer las cosas libremente! Yo lo que he cambiado es el corsé de la trama y los personajes por el de la verdadera historia de la literatura.
-Pero ese género es quizá el más difícil de vender hoy en día. ¿Por qué acabamos aborreciendo a los clásicos?
-Es que no creo que se deba enseñar la literatura como una asignatura. Y en caso de hacerlo, tendría que ser 'marcha atrás'. Empezar por lo último que haya leído un chaval e irle explicando de dónde viene. Porque para disfrutar de los clásicos hace falta una gran cultura; el 'Mio Cid', por ejemplo, es una obra literariamente mucho más compleja que cualquier novela de Dan Brown. Empezar por ahí resulta prematuro, un gran error.
-¿Tendría remedio?
-No lo sé, pero lo que hay que hacer es sacar la literatura de las aulas y llevarla al patio del recreo. Que lean para entretenerse, y luego ya irán buscando placeres más elaborados, que requieren un esfuerzo.
-¿Tal vez nos sobre reverencia hacia el libro y la figura del escritor?
-Es que esa visión es una estupidez, y en cuanto conoces a un par de autores ya se te ha quitado. Los propios escritores somos muy a menudo bastante impresentables. Pero ojo, tampoco hay que mitificar la bohemia: los grandes autores no escribieron sus obras porque bebieron mucho, tomaron drogas y se acostaron con tanta gente. No, no: lo hicieron a pesar de eso.
-¿Y esta visión tan desmitificadora, en tono desenfadado, no le ha traído ningún disgusto?
-Bueno, no sé si a Quevedo le habrá sentado mal algo que yo haya podido decir... Pero en general los escritores se lo toman con mucho humor. Aunque siempre hay alguno, como Pérez Reverte, al que le sienta mal. Pero bueno, hay quien todo se lo toma mal.
-Si repasamos su biografía, aparece como escritor, profesor, librero... ¿El mundo del libro no da para comer?
-¡Hay que hacer de todo! Esto como intentar vivir del ajedrez: no da para todos. De escribir, consigues alguna charla, como mucho..
-En internet le ha salido un biógrafo cachondo que dice que Reig pasó su juventud en los bares de Malasaña. Y sólo en algunos de ellos, en concreto.
-¡Me lo han copiado! Eso lo escribí para una presentación. Pero ya sabemos cómo es internet, que no respeta ni derechos de autor, ni nada.
-¿Sería, entonces, la versión posmoderna del canibalismo?
-Lo que es, es una merienda de negros. Es más, yo creo que es un mecanismo de disciplina social, que nos está volviendo a todos tontos. Tendrá un par de cosas útiles, pero a cambio caes en la esclavitud. Sobre todo la gente que tiene whatsapp, que parecen adolescentes.
-Todos, menos Reig, que no gasta de eso...
-Es que tengo muchas cosas que hacer. Y para ver los mismos chistes veinte veces... En fin.
-¿O sea que los que soñábamos que las redes sociales eran los bares del siglo XXI estábamos equivocados?
-No, no, no. Los bares son los bares. En las redes sociales puedes acabar ligando con un guardia civil, sin darte cuenta. El chateo tiene que ser con vasos.
-Usted se ha hinchado a escribir en la red. Aunque últimamente parece que menos.
-Tuve un blog durante seis años, y me acabé cansando. Así que si aburrió al autor, imagínate a los lectores ...
-Y entonces se compró una librería y se convirtió en 'El librero tarambana'...
-En efecto, me he quedado con la librería de Cercedilla, un pueblo de Madrid, y el mote me lo regaló Luis Mateo Díez, que veranea aquí y en la inauguración dijo que habíamos pasado de un librero 'esfinge' a uno 'tarambana'. Y me gusta.
-¿Y qué tal va el negocio?
-¡Bien! Se lee bastante. Además, regalar un libro es regalar dos veces: uno para tu amigo, y otro para su vanidad: «te considero inteligente y sensible».
-¿Y si el libro es de Dan Brown?
-Entonces es que te consideran una acémila...
-Vender libros de los demás está muy bien, pero ¿para cuándo una nueva novela de Reig?
-Pues estoy acabándola ya. Una de ambición dickensiana, con huérfanos y todo.
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