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Un caballo verde mira con atención a un búho llamado McKenzie que gira la cabeza aquí y allá mientras una serpiente llamada Patiño espera su turno para posar entre rocas ocres vestidas de musgo. No es un cuento, sino la construcción de un escenario ... que desde la mente de la fotógrafa Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) tomó forma en Mina Pepita y sus figuras mitológicas dentro del taller de la UIMP 'Cuerpo, alma y naturaleza'. En semi círculo, cámara al cuello, mirada atenta, sus alumnos, una treintena, observan con atención el ir y venir de la doble ganadora del World Press Photo (1999 y 2004) que da indicaciones a su equipo. Colocar los focos, subir el trípode, cambiar el encuadre. «Es verdad lo que decía Christian Caujolle; los fotógrafos somos unos mentirosos», bromea mientras consigue el marco deseado para la imagen que tiene en la cabeza, inspirada en Lady Halcón.
Defiende Muñoz que aunque debe llevarse, como en su ejemplo en Solares, una idea preconcebida «hay que estar preparado para que el azar nos regale cosas como las que están pasando hoy». Los modelos se colocan en su lugar, en un recodo del camino Juliana Pineda. Ataviados con un volátil tejido plástico, abrazan la naturaleza que les rodea. «Este es un espacio mágico y yo creo en esa magia», dice la creadora. El elemento disruptivo tiene alas. Se llama, curiosamente, Cantabria y es un águila de Harris «cariñosa», según dice el cetrero Fernando que se esconde tras un saliente para que Isabel tome las fotos del primer animal.
«No soy nadie para servir de ejemplo», dice restando importancia a una carrera de décadas que le ha valido también el Premio PHotoEspaña y la Medalla al Mérito de las Bellas Artes en 2009, y el Premio Nacional de Fotografía de España 2016. Pero sí le gustaría transmitir la pasión por la fotografía, que es su vida. «Lo importante que es ser tú». Una personalidad, la suya, que apuesta por «Estar preparado en cualquier momento para crear y coger lo que te da la vida».
Y la vida, en la Mina Pepita, le dio a ese búho «tan curioso como los fotógrafos». Posado en el brazo de la modelo, la escena buscada se resistió. «Preparados, listos, ¡ahora!», repitió una vez tras otra. Un alumno ayudaba a sostener el peso del hermoso ave. Otro lanzaba al aire el plástico blanco. Los dos corrían al escuchar la señal para salir del plano y tratar de captar el segundo preciso. Una vez. Otra. Parecía que idea y realidad fueran desacompasadas hasta que «¡Ahora sí! ¡Lo tenemos!».
Esa pasión por el instante define miles de kilómetros y culturas vistos por un objetivo. En esta última etapa, el disparo está puesto en el cambio climático y en una continuación de su mirada a los 'Orígenes' con un proyecto que recorrerá, a partir de La Garma, «que ya en sí es fascinante», otra treintena de cuevas con vestigios paleolíticos y se expondrá en el «maravilloso» nuevo Mupac. «Me interesa la búsqueda de de dónde venimos, dónde estamos y qué vamos a dejar a la gente joven», dice la veterana fotógrafa.
Muñoz, que confía en que su pasión la acompañe hasta el último momento, explica sobre su trabajo: «Cuando los fotógrafos estamos trabajando entramos en un estado en el que lo de alrededor desaparece». «Ha habido veces que tenia los pies ensangrentados y ni me dolían». Y ahí, «cuando te olvidas de todo, es cuando surge la magia». A un click de distancia.
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