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Nunca se imaginó Giacomo Puccini (1858-1924) que cien años después de su muerte en Bruselas los homenajes se iban a suceder a lo largo de las grandes salas y teatros de ópera del planeta. El pasado lunes se sumó a su conmemorativo centenario el ... Festival Internacional de Santander con un programa lleno de sus mejores arias interpretadas por una reconocida soprano lirica como es Sondra Radvanosky (Illinois, 1969) y un tenor de moda como Jonathan Tetelman (Chile, 1988). Los dos dominan el bel canto y lo mostraron entre los continuos aplausos de un público entregado que llenaba a rebosar la Sala Argenta. Pocas tardes tan llenas de bravos y de complicidades entre orquesta, director italiano y cantantes. Éxito y placer continuado hasta las dos propinas finales. Puccini no falla: 'L'ispirazione è un risveglio (un despertar) e si manifesta in tutte le grandi conquiste artistiche'. Su música es un 'risveglio'.
Una fantástica noche con un afligido prolegómeno: dedicar el concierto a la muerte el pasado domingo del director de orquesta Miguel Ángel Gómez-Martínez, habitual en Santander durante décadas. Comenzó la velada con la obertura de 'La forza del destino', una pieza de apertura verdiana para poner a prueba a los metales y encauzar la agitada dirección de Ricardo Frizza al frente de la Orquesta Sinfónica de Bilbao. Una alegre soprano surgió al poco en el escenario para reflejar todas las emociones que Verdi, Giordano y Puccini dieron a sus protagonistas femeninas. Sondra Radvanosky sabe modular su voz para transmitir belleza, sufrimiento y gozo; llegó su intensidad a extremos de gran dificultad vocal como los del aria 'Vissi d'arte' de Tosca. Gran momento y estábamos a menos de la mitad del concierto.
Jonathan Tetelman transitó más apacible en sus arias hasta que 'Nessun dorma' despertó hasta las últimas filas. Dominio y potencia vocal de un tenor con mucho repertorio italiano grabado; sólido y perfecto Caravadossi o Calàf, el príncipe desconocido de Turandot. Los dos cantantes cerraron la noche con un dúo de Andrea Chenier para no olvidar: 'Vicino a te'.
La compenetración y saber escénico se unieron en dos voces excepcionales. Sala aplaudiendo durante largos minutos hasta que llegaron las joyas de dos propinas, escondidas en el ajuar de una orquesta dichosa: Jonathan cantando 'E lucevan le stelle', aria de Tosca, y ambos cantantes interpretando 'Sola, perduta, abbandonata' de la ópera Manon Lescaut. No se puede pedir más: voces únicas, emociones compartidas, público satisfecho, Puccini 'risvegliato'.
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