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Con diez años, Ignasi Cambra (Barcelona, 1989) pudo conocer y escuchar a Maria João Pires (Lisboa, 1944). Dos pianistas, uno en ciernes –con práctica diaria en su piano Bösendorfer con vistas a La Pedrera– y otra consagrada artista internacional. En 2015, el ya preparado ejecutante ... fue seleccionado para el 'Proyecto Partitura' que la portuguesa desarrolla en un rincón de la Beira Baxa, donde guía a músicos jóvenes y los invita a compartir experiencias artísticas y escenario con ella. En este 2024 han vuelto a reencontrarse tocando a cuatro manos en conciertos que mezclan el repertorio más impresionista de Debussy o Mompou con el clasicismo de Mozart. Ignasi, que reconoce que con tres notas reconoce si le gusta o no un pianista, parece que necesitó menos para admirar la sensibilidad y musicalidad de Maria João.
El pasado domingo lucieron sus destrezas en el Palacio de Festivales a la luz de una lámpara moderna de pie estilo Murta, cercana al piano. Un concierto luminoso y brillante. Pires y Cambra salieron sonrientes de un lateral para acomodarse en una doble banqueta, guiando Maria João al invidente Ignasi. El programa previsto se alteró, buscando acomodos musicales y un comienzo impactante a cuatro manos, un allegro de Schubert –'Lebensstürme' (1828)– un poco tormentoso; el ataque rotundo de la pieza los llevó por caminos diferentes y paralelos que confluían compenetrados. Hechas las presentaciones, se sucedieron dos sonatas de Mozart, cada una con un intérprete. La juvenil –compuesta con 17 años– sonata n. 4 en Mi Bemol Mayor K.282 mostró la gran técnica de Ignasi, impecable diría mi vecino de asiento. La más madura sonata n. 13 en Mi Bemol Mayor K.333 –Mozart con 27 años– fue un deleite de suavidad y expresivos rubatos de Pires. Fin de la primera parte, aplausos a pares.
La segunda parte fue la confirmación de que nos encontrábamos ante dos lúcidos e inspiradores maestros del piano, Pires con unos recientes 80 años cumplidos y Cambra con 35. La 'Suite bergamasque' (1902) de Debussy fue un prodigio de todo lo que Maria João atesora: equilibrio sonoro, emoción en cada frase, ambiente íntimo. Lástima que si hace cinco años fue interrumpida por un espectador haciéndole una foto con flash, esta vez fue un 'bravo' que no dejó escuchar el final del tercer movimiento, el encantador 'Claro de luna'. Un bravo más, a destiempo, interrumpió otro gozo: seis de las 'Cançons i danses' de Frederic Mompou (1893-1987) expuestas con pasión, energía y delicadeza por Ignasi. Felices, y conocedores de Debussy, finalizaron a cuatro manos con la ensoñadora 'Rêverie' y una delicada 'Valse Romantique'. Aplaudidos todavía más por una sala llena quisieron ofrecer esa propina tan necesaria para conocer el buen humor y satisfacción de los artistas, pero… «Nos hemos olvidado la partitura». Maria João en su busca (Allegro de la Sonata para piano a cuatro manos en re mayor, K. 381 de Mozart); mientras tanto, Ignasi declaraba: «A mí no me hace falta». Tocada entre sonrisas y algún despiste, fue el final de un concierto que tuvo en consideración a las personas ciegas que tuvieron a su disposición el programa en Braille. Una iniciativa inclusiva del FIS a destacar. Noche magistral con dos pianistas con embrujos varios, fascinantes y entrañables juntos.
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