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Afirma la editorial Seix Barral en sus catálogos que 'Un país bañado en sangre' es una «novela literaria»; más allá de la redundancia, la etiqueta quizá no resulte demasiado atinada, pues lo que el lector encuentra entre sus páginas no es exactamente una obra de ... ficción, sino una mixtura muy afortunada de dos ingredientes poco o nada novelescos: memoria y ensayo.
«¿Qué nos convierte en el país más violento del mundo occidental?», se pregunta el escritor al respecto de los Estados Unidos. Lo curioso es que, en lugar de buscar culpables alrededor, Auster comienza a bucear en su propia vida, y rememora su infancia. En su círculo vital, en Nueva Jersey, las armas o la violencia no parecían una realidad tangible, aunque las referencias fueran constantes: en la televisión y el cine de la época triunfaban los 'cowboys', y el joven Auster recuerda cómo cambió los pañales por una cartuchera y un revólver de seis disparos. Entonces era solo petardos, pero siendo un poco más mayor, a los ocho o nueve años, pudo disparar una carabina en un campamento. Más de sesenta años después, todavía recuerda «la espléndida sensación de disparar y acertar en el centro de la diana». De adolescente, volvería a probar puntería, esta vez con una escopeta de dos cañones.
Aunque se le daba extrañamente bien, Auster no llegó a interesarse por ese «nuevo deporte», y lo achaca a su entorno familiar y social. Sin embargo, para muchos de sus compatriotas esas mismas experiencias se convertirían en la puerta de entrada a una existencia violenta que, en muchos casos, desembocaría en la delincuencia. En un crimen tan inesperado como el que llevó a la abuela del escritor a tirotear a su marido. Y a marcar para siempre la vida familiar de los Auster.
Partiendo, pues, de su propia biografía familiar pero también de la historia contemporánea de su país y de las impactantes imágenes de Spencer Ostrander, que ejerce de cronista fotográfico de las dos últimas décadas –durante dos años fue retratando los escenarios, ya vacíos, de los tiroteos y matanzas más atroces–, Auster reflexiona sobre un problema gravemente enquistado en la sociedad americana, en la que las armas de fuego constituyen no ya un peligro latente, sino una realidad cotidiana, que les lleva a convivir con el horror: las cuarenta mil muertes violentas que provocan cada año son una prueba irrefutable de las dimensiones de la tragedia.
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