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¿Es posible ser genial eternamente? Los propios Faemino y Cansado ironizan sobre ello en escena desde hace varias temporadas; que si están «en la cresta de la ola, pero cuando la ola ya ha caído y te llega por la rodilla», que si les ... quedan «dos cortes de pelo», que si ya han «estirado el chicle demasiado»…
Desde luego, los seguidores del dúo cómico no buscan innovación ni nada que se le parezca. Es lo que tienen los incondicionales, que nunca fallan. Su presencia en el Talía es un triunfo seguro, que se salda con llenazos. «He comprado la última entrada, literalmente», me comentaba en la cola Raúl el Rubio –el guitarrista de Patente–, quien obviamente ya sabía a lo que venía. ¿Que el chiste de Al-Corcón ya lo contaban en '17 veces', la gira anterior? Claro, y el del teléfono. Y el del ritmo teatral. Y unos cuantos más. Pero te ríes igual: es lo que cuentan, sí, pero sobre todo cómo lo cuentan. Así que, como en el dicho futbolero: si algo funciona, ni lo toques. No es de extrañar que, como en 'Matrix', le calcen un 'reloaded' al título y sigan haciendo el mismo espectáculo. En el fondo, ¿no es la misma función desde hace cuatro décadas? Y es que Faemino y Cansado no son humoristas, sino artistas del humor. Lo suyo es puro jazz: trabajan sobre estándares, pero desde la improvisación. Es decir, que siempre hay frescura porque cada número es nuevo, aunque hayan interpretado el gag mil veces. Nos sabemos ya el chiste, claro, pero ver cómo se retan entre ellos, pasándose la patata caliente –«diles lo que dijiste, Carlos, díselo»–, el intrincado sistema de comunicación entre ellos o cómo se aguantan la risa cuando el otro se pasa de frenada, es sencillamente delicioso.
Eso sí, nunca falta alguna sorpresa. Como el hombre procrastinador, o ver a Carlos hacer de Javi: ¿quién decía que la locuacidad era del menos alto, o sea, del normal? Bueno, pues Faemino es igualmente capaz que Cansado de extraviarse sin remedio cuando se empeña, para chafar a un «hater de mierda», en contar un chiste con planteamiento, nudo y desenlace. Un nudo con muchas vueltas, eso sí, pero del «Esto es una abuela» consiguió llegar al «no, pero me gustaría verlas». Surrealismo puro, con un «¡Chúpate esa, corrección política!» de propina.
También resultó grandioso el gag con Christine Lagarde y su reivindicación hipotecaria. Y casi toda la hora y media, en la que justificaron por qué se llevaron una parte importante de la recaudación. La ratio euro/carcajada sale realmente rentable. Lo seguirán haciendo por la pasta, pero es que se salen. Poco les pagan, la verdad.
Lo que sucede es que –¡ay!– no siempre se puede dar el máximo. De hecho, en la primera de las dos funciones en Santander sufrieron un percance, que ellos mismos contaron: lo bordaron en el ensayo. Y luego, claro, es muy difícil repetirlo. Lástima que no pudimos verlo. Y eso que luego fueron geniales, sí, porque lo son. Pero igual no estuvieron tan brillantes todo el tiempo, en especial en el segundo cuarto de hora. Claro que, ¿quién va a ver a Faemino y Cansado con una vara de medir en la mano? Vas a contemplar una pieza de arte efímero, a conectar con su universo absurdo y desternillante, a revivir tu juventud o, sencillamente, a desternillarte de risa. Pero no a criticar, desde luego. Y a irte deseando que vuelvan pronto y, por favor, por favor… que no se retiren nunca.
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