Secciones
Servicios
Destacamos
«Para conocer a Luis Martín Santos, es imprescindible hablar de Juan Benet», afirma Jesús Cabezón. Lo cierto es que, la vía para acercarse al psiquiatra y escritor fue el conocimiento del santanderino sobre su figura. Así, en la apertura del Aula de Cultura de El Diario Montañés, recorrió en una conferencia en el Ateneo, la vida del autor de 'Tiempo de silencio', al cumplirse el centenario de su nacimiento. Tras la presentación a cargo de Luis Revenga, presidente de Editorial Cantabria y Manuel Ángel Castañeda, del Ateneo, Cabezón habló del retratado como «un tío cojonudo», en palabras de Gil de Biedma, al que le hubiera gustado ser Sartre y Picasso, según el cineasta Mario Camus. «Insoportablemente culto», ingenioso, seductor, a los 17 años era creyente y a los 18 ateo de convicción, «de los que no se guardan de tenerlo a gala».
Como expuso Cabezón, el nacido en Larache, estudió Medicina en Salamanca y obtuvo el Premio Extraordinario en 1946. Se doctoró en Madrid en 1949 con una tesis dirigida por Pedro Laín Entralgo y trabajó como cirujano de guardia en el Hospital San Carlos y se inició en psiquiatría manteniendo contacto con los escritores de la generación de los 50. En 1950 se marchó a Alemania. «Necesitaba aprender el idioma para leer algunos clásicos de la psiquiatría», antes de obtener la plaza de Jefe de esa rama en los Servicios de San Sebastián. Un accidente de tráfico en 1964 terminó con la vida del escritor. Tenía 39 años y una carrera fugaz, pero significativa.
Publicó 'Dilthey, Jaspers y la comprensión del enfermo mental' (1955) y 'Libertad, temporalidad y transferencia en el psicoanálisis existencial' (1964).
Como literato se da a conocer con 'Tiempo de silencio' y se suma a la generación «que estaba superando el costumbrismo para avanzar en unas reflexiones más profundas», indicó Cabezón. 'El amanecer podrido' lo escribe a cuatro manos con Juan Benet. «Un psiquiatra y un ingeniero».
«Se le puede calificar –dijo Jesús Cabezón– como renovador de la narrativa española de los años 60, conjugando a Valle Inclán con Kafka o Joyce, sin olvidar su compromiso personal y estético».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.