José Luis López Ayerdi, una vida entera dedicada a los lienzos y el pincel

Nunca se pudo plantear si lo de la pintura fue una elección o no; «desde muy niño tenía un papel y un lápiz en la mano». Algo natural. La primera exposición que hizo en Santander fue gracias a un amigo que se iba llevando cada cuadro que pintaba e iba acumulando fondos para esa muestra inaugural. «Lo vendí todo y recibí 45 encargos».

En la época dorada del cine había diez salas en Santander y López Ayerdi pintaba los carteles de cinco. Lienzos de gran formato, más de seis metros, donde plasmar acción, drama, comedia y, claro, estrellas. Recuerda el cartel de 'Picnic', con William Holden y Kim Novak, «una chavala impresionante». Aparecía en la imagen promocional con un vestido rojo ceñido que la censura consideró demasiado escotado y la sala recibió una llamada al orden. «Pero allí se quedó el cartel», celebra el autor, que echa de menos esa corriente. «Desde la acera de enfrente se veía muy bien, de Cantinflas a Sofía Loren».

Empezó a trabajar con su padre muy niño y a los 16 pintaba solo. Labor que desarrolló durante veinte años, sumando unos 3.500 trabajos. Los carteles de cine se pintaban casi cada día; «el lienzo se lavaba y se usaba de nuevo», un trabajo que llegó a ser «demasiado», con las salas queriendo renovar las creaciones. Así que López Ayerdi dejó esa labor y empezó a «pintar en serio».

Quería dejar algo que «permaneciese» y vaya si lo hizo. Hay quien afirma que rara es la casa de Santander en la que no cuelga una de las marinas de Coque.

También hay muchos que lo consideran maestro de nuevas generaciones de artistas, pero él se quita importancia. Autodidacta como fue, nunca quiso dar clases porque «restaban libertad».

De todos los estilos que ha pintado, estudiado y contemplado, hay uno que al artista le gusta mucho; la pintura realista hecha con pincel suelto, pero otra no le termina de convencer. «Los días que me levantaba de mal humor, pintaba abstracto», explica. De esa corriente, que no considera «un trabajo, porque si tienes que pintar una cara tienes que fijarte mucho y tener mucho cuidadín», el 90% no le gusta. Solo salva a José Espurz. «Había hecho unos abstractos maravillosos, eran manchas pero la composición y la manera de colocarlos era perfecta».

En ese sentido, el futuro de Santander, repleto de proyectos culturales, «como todo lo que sea recopilar arte», le parece muy bien, «pero que me guste, pues no». «Un señor que lleva allí cuatro barras de hierro y las coloca derechas o torcidas, será un divertimento, pero no es arte».

López Ayerdi dejó de pintar de forma oficial en 2018. Una degradación macular. «Dios o el diablo deben entender mucho de pintura porque han decidido dejarme medio ciego», ironiza. Respecto a su homenaje, dice que «después de estar 75 años haciendo lo que te gusta, es un regalo», pero a quien se lo deberían dar es a su mujer, que lleva aguantando «a apenas diez minutos que me quedan para tener 90».

En 1945 ganó un primer premio del concurso que convocaban Radio Santander y el Ateneo. Cien pesetas. «Fue mi madre con ese dinero de nuevo a la radio, para devolverlo y pedir que le dieran el cuadro». No hubo suerte; se quedó en el archivo porque «era historia». Un resumen de esa historia, en veinte ejemplos, podrá verse hasta el día 27 en Tabacalera.