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Desde la reflexión, la investigación y la acción, el epicentro de la trayectoria profesional de José María Ballester (Madrid 1940-2025) fue siempre el patrimonio. ... Lo plasmó desde sus diferentes cargos y responsabilidades, pero sobre todo a través de la sensibilidad, el llamamiento a la conciencia colectiva sobre el paisaje, el territorio y la naturaleza, y, por supuesto, mediante la denuncia razonada y la mirada de un humanista. Europa Nostra y las tribunas de gestión europeas, primero, y la Fundación Botín, después, constituyeron sus campos de activismo con intervenciones decisivas, cuando no pioneras, que abrieron la sensibilidad social sobre el patrimonio. Ballester, responsable del Programa Patrimonio y Territorio de la Fundación Botín durante dos décadas, falleció a los 85 años. El experto formó parte del Consejo de Europa y creó una única Dirección de Cultura, Patrimonio Cultural y Natural, además de concebir los denominados itinerarios culturales europeos.
La última aparición publica de Ballester tuvo lugar el pasado mes de enero cuando Hispania Nostra reconocía la labor de su socio fundador en un acto presidido por la reina Sofía en Segovia. En el homenaje se destacó su faceta como creador de los itinerarios culturales del Consejo de Europa inaugurados con el del Camino de Santiago. La organización agradeció el trabajo de una figura «clave» para el patrimonio nacional e internacional, distinguido como «maestro en pensar y hacer».
Cada vez que surgió una oportunidad, desde los medios, o desde los ámbitos institucionales, apeló a corregir la falta de conciencia social sobre el valor del entorno y del propio territorio, que se reflejaba en los planes de urbanismo, de ordenación del espacio y de gestión del paisaje. Advirtió durante años cómo «en nuestras costas se están produciendo situaciones irreversibles». Y denunciaba especialmente «la tematización progresiva y alarmante de los monumentos españoles y por querer hacer rentable el patrimonio convirtiéndolo en parques temáticos».
José María Ballester, quien fuera director del área de Desarrollo Rural de la Fundación Botín, se incorporó a la institución santanderina en 2003, año en que puso en marcha ese proyecto pionero con el objetivo de «generar riqueza, fijar población y potenciar los recursos propios del territorio». Un plan que comenzó desarrollándose en el Valle de Nansa y Peñarrubia y fue ampliado a Valderredible. Funcionario internacional, periodista y crítico de arte, vocal del jurado de los Premios Príncipe de Asturias (1999 y 2000), vocal y vicepresidente de los Premios de Patrimonio de la Unión Europea / Concurso Europa Nostra, hasta su elección como presidente en el año 2012, ejerció también como consultor de la Santa Sede para los Bienes Culturales de la Iglesia (1996-2008). En 1979 ingresaba por concurso-oposición en el Consejo de Europa, donde desempeñó sucesivas funciones hasta asumir la dirección. Además, encabezó la Comisión de Seguimiento sobre el Plan de Conservación Preventiva de la Cueva de Altamira.
Gracias a su visión transversal, quedó consolidado el «necesario entendimiento del patrimonio como algo ligado estrechamente al paisaje, a su cultura y su estructura socioeconómica». En 2021 fue galardonado con la Medalla Richard H. Diehaus por «la preservación del patrimonio, tanto a nivel nacional como europeo, y al desarrollo del ámbito y entorno rural».
Con anterioridad a su incorporación al Consejo de Europa fue asesor en el Gabinete de la Dirección General de Bellas Artes (1968-1970), Comisario de Exposiciones del Ministerio de Asuntos Exteriores (1969-1979) y director del Centro de Nuevas Formas Expresivas, del Ministerio de Cultura, entre 1978 y 1979, cuando fue nombrado Secretario del Consejo Nacional de Artes Plásticas, puesto del que no llegó a tomar posesión por su incorporación al Consejo de Europa.
Actuó como ponente en las Comisiones de Cultura del Parlamento Europeo y de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, antiguo Soviet Supremo de Moscú y Senado de la República Francesa, en materia de circulación ilícita de Bienes Culturales.
Su experiencia en Europa le ayudó a comprender que el patrimonio no podía comprenderse, ni conservarse, como una serie de elementos singulares desligados del territorio que los alberga, de sus recursos naturales, de sus pobladores o de sus tradiciones, «lo que denominaba la 'inteligencia' del territorio, pues todo ello se encuentra íntimamente conectado.»
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