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Fue un flechazo. Así se inició la relación entre Berta Ares y Joseph Roth. Una relación que ha desembocado en el ensayo 'La leyenda del santo bebedor, legado y testamento de Joseph Roth', que la autora presentará esta tarde en Gil, acompañada de Julio ... Trebolle (19.00 horas).
Cuando la investigadora leyó el icónico texto por primera vez, apenas una treintena de páginas, algo tocó una fibra nueva. La pareció «una maravilla», con un toque de extrañeza y una melodía en el relato que le parecía «auténtica». «Soy un francés oriental, un humanista, un racionalista con religión, un católico con cerebro judío», decía Roth para definirse. Ares coincide con esa definición y lo considera, además, fascinante. «Lo fue para sus contemporáneos y lo sigue siendo en la actualidad», añade. Escrita entre el otoño de 1938 y la primavera de 1939, la última obra del escritor autríaco se considera la despedida de uno de los pricipales autores centroeuropeos del siglo XX. 'La leyenda del santo bebedor' se publicó dos semanas antes de que falleciera, casualmente un 26 de mayo, por lo que el acto en Gil será también un brindis por su legado, que debe abrirse, a juicio de Ares, a una lectura alejada de los cánones con los que Europa se explica a sí misma. Es el heteropatriarcado «que conocemos tan bien», es el canon «hegemónico», el de los vencedores. «Aquí en España tenderíamos a pensar que nuestra manera de comprender Europa se asemeja a la que tiene Alemania, pero no. Siempre se ha entendido como europea la mirada cristiana, protestante o católica, pero hay otra Europa: la judía». Una historia asentada en territorio europeo hasta la Segunda Guerra Mundial y «totalmente desconocida para nosotros».
Una gran desconocida, desde su punto de vista, entre otros aspectos, por el esfuerzo de movimientos como el nazismo o el estalinismo que pusieron todo su empeño en borrar esa huella. Acostumbrada a trabajar con el género, Ares cree que igual que se ha borrado la producción creativa de tantas mujeres «que ahora afortunadamente se está recuperando», ella ha intentado «sacar a la luz esta cara b de Europa que se había intentado negar, porque es una cara pobre, no de éxito». Para la autora, el mensaje que transmite Roth es el de un profeta de una Europa unida que vincula oriente y occidente, que sabe que sus orígenes culturales no están solo en Grecia, sino también en Mesopotamia.
«Hay grandes paralelismos de nuestra época con los años 30», dice. Por ejemplo, la sensación de fin del mundo, de fin de época. «Cuando el progreso tecnológico avanza más que el progreso moral hay un problema -señala- y en este momento tenemos un progreso tecnológico al cual hay que dar salida, pero un estancamiento del progreso moral». La humillación, la mentira, la confusión, «están a la orden del día como entonces».
Ares se lo ha pasado bien desmontando tópicos y lugares comunes en torno a la figura y la biografía de Roth. Le da especial rabia que se le trate como un «nostálgico del imperio de los Habsburgo», cuando en realidad «tenía nostalgia de un mundo que todavía podía ser distinto». Quería «desafiar su presente». Un presente con el nazismo a las puertas de gobernar el mundo. Se le considera también el «eterno austríaco» cuando era «muy afrancesado», un perfil que reivindica.
La escritora afirma que los libros que se viven, tienen influencia en lo que uno escribe. En su casa, como en tantas, había una Ilíada, un Quijote, pero también la Biblia. «Ciertos libros como el Génesis o el de Job, me marcaron». Justo en torno a este último, «una figura de autoridad, un mito con márgenes», prepara su próxima publicación con una mirada más femenina. La tesis y el trabajo en torno a Roth le han permitido acercarse mucho más a los clásicos. «Hay un humor en Joseph Roth que me recuerda muchísimo a Cervantes, a quien yo reivindico a tope».
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