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El cadáver de una adolescente, quemado y descuartizado, es el punto de partida de 'Catedrales', la nueva novela de la escritora argentina Claudia Piñeiro (Buenos ... Aires, 1960). La aparición del cuerpo marca también el inicio del proceso de descomposición de la familia de la joven, cuyos miembros siguen cuestionándose su responsabilidad en el terrible suceso treinta años después. Con su característico estilo narrativo, en este título coral, marcado por la convivencia de distintas voces y miradas, la escritora retrata a la familia como célula social primigenia y ahonda en el peso y la cicatrices que dejan los conflictos que genera. Una propuesta que llega tras el éxito de obras como 'Las viudas de los jueves' y 'Elena sabe' o de la antología de cuentos 'Quién no', y en la que Claudia Piñeiro vuelve a tratar, a modo de crítica y denuncia, la situación social de la mujer partiendo de la cruda realidad del aborto clandestino en Argentina.
–En su nuevo libro, 'Catedrales', retrata la realidad del aborto clandestino en Argentina. ¿Qué se van a encontrar sus lectores en esta nueva obra?
–Si tuviera que definir este libro diría que es una 'novela familiar negra', porque es una historia que tienen muchas características de la novela policial pero que transcurre en la intimidad de una familia. Por eso es tan importante describir cómo funciona esa unidad y cómo se vinculan y son esos personajes. Por eso en este libro, a la típica pregunta de «quién la mató» se suman otras como quién fue responsable o qué otras cosas pudieron haber hecho para que aquello no hubiera ocurrido.
–La familia es un elemento esencial en sus obras. ¿De dónde surge ese interés y que le aporta como narradora?
–Las familias son como un núcleo pequeño, como un fractal de lo que luego se repite en el proceso de construcción de la sociedad. Todas mis novelas hablan de la familia o de la sociedad en su conjunto, porque en el pasado quise estudiar sociología pero coincidió con la dictadura de XXX y prohibieron aquellas carreras que consideraron peligrosas o subversivas, entre ellas esa.
–No estudió la carrera, pero mantuvo y desarrolló esa forma de mirar y analizar.
–Siempre me quedó ese interés por esa mirada sociológica sobre unas sociedades que las componen las familias en cualquiera de sus formatos. Somos una sumatoria de esa realidad en la que lo que se ve en una familia se puede extrapolar a nivel social.
–Se aleja de la imagen idílica de la familia para presentar un retrato duro y desgarrador...
–Sí, porque como escritora, en ese contexto y en el género de la novela negra, me interesan mucho más los crímenes que se dan en esas circunstancias y entornos que los de un asesino en serie. Me interesa ese ser que puede ser tu vecino, que vive en frente tuyo y al que ves todos los días salir a trabajar, hasta que de pronto te dicen que mató a su mujer y tú te preguntas que cómo es posible, con lo amable y educado que era siempre.
–¿Pobre familia?
–En la familia es donde las personas aprenden a enfrentarse a los conflictos que van a tener que afrontar a lo largo de su vida. Los hermanos aprenden a resolver problemas, en ojos o agresiones y también el cariño, el amor... En esta novela eso queda muy claro porque no todas las hermanas se quieren de la misma manera, hay odios, tensiones y envidias, es una relación compleja, como la vida.
–El aborto clandestino es uno de los temas centrales del libro. ¿Por qué?
–Es un tema que está presente en todos mis libros, desde 'Tuya', de 2005, el primero que me publicaron, como también aparece la violencia de género. Las mujeres de casi todo el mundo vivimos permanentemente situaciones de este tipo que nos relegan a ciudadanías de segundo nivel porque demuestran que no tenemos plenos derechos, en muchos países, sobre todo en Latinoamérica. El rol de la mujer en el mundo es una de las cosas que me importan y por eso aparecen en mis novelas, como también aparecen el encierro, la hipocresía, la soledad o el 'qué dirán'.
–En pleno siglo XXI hemos descifrado el genoma pero seguimos sin saber responder a cuestiones tan viejas y graves como el aborto. ¿Qué es lo que falla?
–Es una realidad que tiene mucho que ver con los lugares de poder y con quiénes los ocupan. Las mujeres venimos conquistando derechos a base de luchar y de reclamarlos, y de hacerlo de una manera que a veces lleva a preguntarse si es necesario reclamarlos así. Me encuentro con chicas jóvenes que dan por hechos muchos de esos derechos conquistados, que los ven como algo normal, y les parece llamativo que la lucha se plantee de esa forma porque creen que es algo que ya debería ser así. Yo les recuerdo que mi abuela no podía votar en Argentina, que mi madre no tenía la patria potestad de sus hijos ni podía abrir una cuenta bancaria porque necesitaba el permiso de un varón, y hasta hace poco no te podías divorciar ni la gente casarse como quisiera. Por eso es por lo que las mujeres seguimos luchando hoy en día.
–Un mundo ya complejo de por sí que de pronto se vio golpeado por la pandemia...
–Espero que aprendamos que hay cosas que estamos haciendo en el Universo que evidentemente traen problemas y que en algún momento no vamos a poder solucionar, así que debemos reflexionar y cambiar nuestras actitudes.
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Ana del Castillo
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