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El sábado actuó en Saint Tropez. El próximo viernes recalará en Cap Roig. Entre tanto, esta noche, Juan Diego Florez (Lima, 1973) hará suyo el escenario de la Sala Argenta, como una de las grandes citas de esta edición del Festival Internacional de Santander. ... En la capital cántabra, el tenor estará secundado por Oviedo Filarmonia, bajo la batuta del director Guillermo García Calvo.
El intérprete peruano paseará con su soltura vocal por las arias de Donizetti, Verdi, Puccini y Mascagni, pero también por las composiciones de autores nacionales como Tomás Barreda, José Serrano, Agustín Pérez Soriano, Federico Moreno Sorochaga, Gerónimo Giménez, Reveriano Soutullo o Juan Vert.
Hoy lunes Sala Argenta. 20.30horas. Juan Diego Flórez, tenor. Oviedo Filarmonía. Guillermo García Calvo, director. Arias de Gaetano Donizetti, Giuseppe Verdi, Tomás Barrera, José Serrano, Agustín Pérez Soriano, Federico Moreno Sorochaga, Gerónimo Giménez, Reveriano Soutullo y Juan Vert, Pietro Mascagni y Giacomo Puccini.
Hoy lunes Marcos Históricos. Colegiata Santa Juliana de Santillana del Mar. 22.00 horas. Al Ayre Español. Alexis Aguado y Kepa Arteche, violines. Aldo Mata, violoncello. Xisco Aguiló, contrabajo. Eduardo López Banzo, órgano y dirección. 'In Aeternum'. Obras de Henry Purcell, John Blow, Arcangelo Corelli y Domenico Gabrielli.
Consolidado como un figura internacional, Flórez supo que lo suyo era la música cuando apenas levantaba un palmo del suelo. Con diez años ya dominaba la guitarra -la toca, de hecho, en sus recitales, desde que nacieron sus hijos y comenzó a entrenerlos con ella para ir a dormir- y estaba habituado a escuchar en su casa la música de Chabuca Granda, polifacética autora de música criolla de la que su padre, el cantante y compositor Rubén Flórez, era un intérprete destacado. De hecho, en el disco 'Trialogando', publicado el pasado año, el tenor ha unido su voz a la de la cantante fallecida con motivo del centenario de su nacimiento en un homenaje singular, tecnología mediante.
Con medio siglo recién cumplido, reside en Viena desde hace una década con su familia, tiene en Pesaro su residencia estival, que le animó a comprar Luciano Pavarotti, también vecino de la zona y que dijo que podía ser su heredero como cantante, y se va volviendo más selectivo con los proyectos que elige. Compagina los conciertos de clásicos latinoamericanos con óperas como 'La Traviata', 'El Barbero de Sevilla' o 'Fausto'. Disfruta un poco más de la música popular porque «no requiere tanta exigencia», pero reconoce que igualmente se deja llevar por la belleza de las arias, como las que interpretará en el Palacio de Festivales.
Tocado por la buena estrella del talento natural, su éxito es, sin embargo fruto del trabajo constante forjado entre otras cosas, en sus años de conservatorio en Filadelfia, que terminó en 1996, listo para dar el salto al descubrimiento de las óperas en Europa con apenas veinte años. Debutó en La Scala, como Le Chevalier Danois en 'Armide' de Gluck el 7 de diciembre -fecha emblemática que inaugura la temporada- bajo la célebre batuta de Riccardo Muti. Cuando visitó el mítico teatro milanés por primera vez, se dijo a sí mismo que en diez años estaría actuando en ese escenario. Bastaron seis meses para convertir la meta en realidad. «Fui de frente a los grandes teatros», bromea. Allí hizo historia en 2007, cuando concedió el bis del aria 'Ah! Mes amis de la ópera' de Donizetti 'La Fille du Régiment', célebre por los nueve dos de pecho, ante un público enloquecido. Rompió con esa interpretación el veto de repetir arias, vigente desde 1933. Cogió por costumbre acabar con esa tendencia y repetiría la hazaña en 2008 la Metropolitan Opera, donde no se hacían bises desde una década antes y más tarde, en 2012, en la Ópera de París, que había detenido esta práctica desde su reinaguración en 1989.
El tenor, que destaca por sus interpretaciones de Rossini, conquistado por el sonido, los agudos, los fraseos y el timbre del canto, entiende todo el cuerpo como una herramienta al servicio de la música, preparado y «alerta para cantar», un ejercicio milimétrico donde al cambiar las piezas, cambia el resultado. «Tiene que ser todo muy mental», expone, con un dominio absoluto del passaggio y fraseos de alta frecuencia.
Flórez, consciente del poder que la música ejerció en su propia vida, fundó en 2011 Sinfonía por el Perú, con la meta de «sembrar el país de orquestas y coros» infantiles como herramienta de transformación social para niños y niñas en situación de vulnerabilidad. En doce años, muchos de los primeros participantes -más de 10.000 repartidos en 20 escuelas- en el proyecto, se han convertido en músicos con los que Flórez ha actuado en distintos escenarios del mundo. «En vez de un arma, tendrán un violín en la mano. En vez de drogas, un clarinete. La música cambia vidas», argumenta
Por su labor al frente de esta entidad, Flórez recibió en en 2012 el título de Embajador de Buena Voluntad de la Unesco y en 2014, el Crystal Award del Foro Económico Mundial, que reconoce a artistas que además de destacar en sus trayectorias, ayudan a mejorar el entorno social.
Alejado de engolamientos y con una agenda a más de cinco años vista, Flórez afirma: «Mi trabajo no es un trabajo, sino un placer». Un placer que compartirá el público que asista esta noche a su recital en el FIS.
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