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Aroa Gómez, Jesús Irimia, Íñigo Sanz Vega y Sara Guevara; y sentados: Julia Vargas y Kike RTZ, en El Café de las Artes. Roberto Ruiz
El latido más joven de la escena cántabra

El latido más joven de la escena cántabra

En el Día Mundial del Teatro, ocho intérpretes comparten sus experiencias sobre un oficio que les apasiona y para el que reclaman más apoyos y más visibilidad

Rosa M. Ruiz

Santander

Miércoles, 27 de marzo 2024, 07:21

Los ocho son cántabros y su pasión es la interpretación. Una acaba de debutar como actriz en el Palacio de Festivales y otra intenta sacar adelante su propia agrupación. Un tercero trabaja en Madrid para la Joven Compañía y un cuarto, también instalado en la capital de España, prepara estos días en Santander el que será su próximo espectáculo. El quinto se ha inscrito en el Censo de Jóvenes Artistas con la esperanza de actuar todo lo que pueda; mientras que la sexta trabaja en la empresa de electricidad su familia sin renunciar a la «magia» de subirse a un escenario. Vinculada a varias compañías, la séptima apuesta por su vocación, y el último, tras varios proyectos escénicos truncados por el covid, ha vuelto a su tierra para trabajar y mostrar su formación y talento.

Hoy se celebra el Día Mundial del Teatro y El Diario Montañés reúne a seis de ellos –los otros dos no pudieron acudir a la cita en El Café de las Artes y contestan por teléfono– para contar sus experiencias, las dificultades que atraviesan los jóvenes intérpretes y lo que significa el teatro para ellos. También se les pide, con motivo de la celebración, un deseo y en eso todos coinciden: trabajar dignamente y que se brinde más apoyo a un oficio bellísimo, necesario y castigado por la incertidumbre laboral.

Jesús Irimia (Santander, 1992) es de los que, de momento, puede vivir de las artes escénicas. Llegó al mundo del teatro a través de la música. Primero empezó con la guitarra, luego ingresó en el conservatorio para aprender a tocar el contrabajo y, a continuación, se fue a Madrid, donde estudió Imagen y Sonido. En esa ciudad, las artes escénicas se cruzaron en su camino, primero el circo, luego el teatro. «Y al final tiré por ahí», dice.

Después de diez años como profesional, ahí sigue. Actualmente trabaja en dos de los espectáculos de la Joven Compañía en el Teatro Real del Retiro: 'Peter y Wendy. Rumbo a Nunca Jamás' y 'Rebelión en La Granja'. Además tiene dos compañías propias: Cia Circulum y Teatro de Los invisibles. Lamenta, sin embargo, que en todo este tiempo no ha podido trabajar en Cantabria. «Me encantaría. Actué aquí cuando todavía era 'amateur' y, sin embargo, ahora que soy profesional, no consigo hacerlo». Así que su deseo para este día sería «que fuese más fácil trabajar y que hubiera menos trámites burocráticos de los que nos piden».

Irimia considera, además, que el teatro es «el arte escénico más poderoso que hay» y que, aunque la carrera de actor «es una lucha constante», merece la pena el sacrificio. «Yo vivo de ella aunque es cierto que no es fácil y que hay un desequilibrio muy fuerte en cuanto a salarios. Hace dos meses salió un estudio de Aisge (Artistas Intérpretes, Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual) que recoge que el 85% de los actores y actrices que se dedican profesionalmente a este oficio no llegan a los 12.000 euros al año. Es una salvajada», comenta.

Íñigo Sanz Vega (Santander, 1991) ha regresado estos días a su ciudad para participar en una residencia artística en El Café de las Artes, donde prepara con su pareja, la también actriz Silvia Larrauri, un espectáculo que estrenarán en octubre en esta misma sala. Su vocación fue un poco más tardía que la de otros intérpretes que han hablado con El Diario Montañés para este reportaje. Estudiaba el bachillerato artístico en el IES Manuel Gutiérrez Aragón –porque lo que sí tenía claro eran sus inquietudes artísticas, aunque no tanto la forma de expresarlas–, hasta que uno de sus profesores, Juan Carlos Fernández Izquierdo, director de Ruido Interno, le animó a seguir los estudios de interpretación. Así fue como ingresó en la Escuela de Arte Dramático de Castilla y León, en Valladolid, y donde inició sus primeros pasos profesionales. «Fui de los afortunados que salí de la Escuela con trabajo, que no quiere decir que con dinero». Uno de sus profesores contó con él para una nuevo proyecto, The Clever People Company, en el que aún hoy continúa. Además, impartió sus primeras clases de interpretación y cofundó su propia agrupación de teatro infantil: Menudo tinglado.

Tras esta etapa, se trasladó a Madrid, donde sigue dando clases y donde está centrado en desarrollar carrera como 'clown'. Su objetivo, que comparte con su pareja, es volver al norte para trabajar de forma estable. «Me da mucha pena porque lo que más me gustaría es instalarme en Cantabria, pero, lamentablemente, el País Vasco aporta más ayudas para los actores por lo que es probable que acabemos allí», reconoce. Incluso el espectáculo que estos días prepara va a poder salir adelante gracias a una subvención de la comunidad vecina. «Es una lástima que en Cantabria no contemos con más apoyo». Así que su deseo es «dignidad para la profesión, pero no me refiero a que nos den más premios y esas cosas, sino que podamos trabajar en condiciones dignas y con los fondos necesarios».

Otra de las alumnas de Juan Carlos Izquierdo que marchó a Valladolid es Gloria Aia Hermosa. «Fuimos muchos los alumnos que nos enamoramos del teatro gracias a sus clases», recuerda. Tras acabar los estudios se instaló en Granada donde cursó un máster en Dirección de Escena, y trabajó en varias compañías. De vuelta a Cantabria, está vinculada a varias agrupaciones: Ruido Interno, Rebanal Teatro, Amalgama… Y «sobrevive» porque su vocación es fuerte, aunque también cree que es muy difícil trabajar y no por falta de talento o compañías, sino porque «el teatro necesita un sustento». Esta actriz quiere aprovechar la celebración del Día Mundial del Teatro para pedir «el final del genocidio contra Palestina. Parece un tema alejado a la realidad teatral, pero no lo es porque para mí el teatro es canal y es espejo de lo que somos, es vehículo de expresión y belleza, pero también es herramienta política y social».

Julia Vargas (Cartes, 2006) ya sabe lo que es estrenar con una compañía profesional, en un escenario tan mítico para los cántabros y para ella misma –«es donde vi las primeras funciones de mi vida»– como el del Palacio de Festivales. Lo hizo el pasado 6 de marzo con la obra 'El jardín de las posibilidades', de la compañía El Tejo que dirige Anabel Díez, que ha sido su profesora durante tres años. Pero el gusanillo por la actuación le viene desde bien pequeña. «Creo que tenía 3 años o así cuando vi una obra en el colegio y me impactó de tal manera que mis padres me metieron en un grupo para niños en Cartes». Ahora, con 17 años, estudia Ciencias Políticas y Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, pero tiene muy claro que «la magia de la vida me la da el teatro». Por eso, y pese a que le gusta la carrera que ha elegido, tiene muy claro que el próximo curso la compaginará con estudios de interpretación y que, «aunque ya sé que este es un oficio muy duro de cara a vivir de él, nunca he estado más viva que cuando me subo a un escenario».

Esta joven actriz aún tiene la miel en los labios tras el estreno en el Palacio. De poder compartir escenario con actrices profesionales y, sobre todo, del personaje tan bonito que interpretó. «De verdad que si, cuando era pequeña, me preguntan cómo quería debutar nunca hubiera pensado que iba a ser con algo tan maravilloso. El texto de Carlos Troyano es una preciosidad, y la dirección de Anabel… Para mí ha sido como ver cumplido un sueño». Julia Vargas, desde luego, no se imagina un mundo sin teatro porque para ella actuar es «lo más parecido a vivir la poesía».

Como Chéjov

Aroa Gómez (Santander, 1990) es la directora de la compañía teatral Amalgama. Su pasión por el teatro también se remonta a la niñez. Fue su abuelo quien le inoculó el amor por la escena, así que, cuando llegó el momento de ir a la universidad, apostó por la interpretación. También forma parte de esa cantera de cántabros que se formó en las aulas de Valladolid. De vuelta a su tierra se encontró con las dificultades que acarrea trabajar como actriz en esta región y, finalmente, decidió crear su propia compañía, donde descubrió que en este oficio hay que aprender hacer de todo: marketing, contabilidad o manejarse en las redes sociales. Aún así, está satisfecha porque cree que aun tiene fuerzas para luchar por un oficio que le apasiona. «Tengo energía y con eso me vale. Este es un trabajo en el que no existen medias tintas pues, como decía Chéjov, cuando pienso en mi profesión no le temo a la vida». En cuanto a la situación en Cantabria, coincide con el resto en la incertidumbre que se vive y la necesidad de más apoyo, pero además añade algo que le parece vital: «Es necesario que se imparta teatro en colegios, que entre en las aulas porque eso hará que los niños lo conozcan y empiecen a amarlo. Además a lo largo de su vida pueden beneficiarse de todo lo que aporta a nivel emocional».

La pasión teatral también es algo que comparten Sara Guevara y Kike RTZ, que han permanecido en Cantabria. Guevara, una de las alumnas de Mariu Ruiz, está ligada a sus compañías, primero Contigo Trigo, y ahora Contigo Tres. La inestabilidad de la profesión le desanimó a la hora de continuar con sus estudios superiores de interpretación y, en la actualidad, compagina las actuaciones con su trabajo en la empresa familiar de electricidad. Eso no le impide amar el teatro y todo lo que recibe de él, y por eso le gustaría «que se programe más y que se valore como otras profesiones porque aunque parezca mentira todavía hay gente que nunca ha asistido a una representación teatral, ¿te lo puedes creer?», señala.

El nombre de Kike RTZ es uno de los que figura en el Censo de Jóvenes Artistas puesto en marcha por la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Santander. A él la interpretación le ayudó a vencer la timidez y en ella encontró «una forma de expresar mi verdad. A mí las artes escénicas me ayudaron a encontrarme, a descubrirme y a desarrollar la persona que soy. El escenario me hizo saber lo que es la felicidad, el trabajo duro y la pasión por vivir». Procede de la cantera de Los Salesianos y el Club Atalaya, a la que sigue vinculado. Ha participado en adaptaciones de 'Grease', 'Mamma mía' o 'La familia Addams', aunque también hace otras cosas como escribir narrativa juvenil, prosa poética y narrativa breve. Pero, sobre todo, ama trabajar en musicales «por la disciplina, el despliegue artístico y la posibilidad de contar historias a través del baile, la música y todo lo que no se puede explicar pero que se siente. Ojalá Santander apueste más por espacios culturales seguros, inspiradores y de calidad: apoyando a los artistas para que no se vean obligados a marchar de la ciudad que les vio nacer».

En esta nueva cantera de intérpretes cántabros está Daniel de la Hoz (Meruelo, 1990). Sus inicios están en la Escuela del Palacio de Festivales y también cursó los estudios superiores en Valladolid. Acabó en un año fatídico, 2020, y todos los proyectos que tenía puestos en marcha se fueron al traste a causa del covid y el cierre de las salas. «Justo acababa de crear una compañía de teatro infantil», recuerda. Tras ese periodo de incertidumbre ha decidido volver a Cantabria e instalarse en Torrelavega, desde donde trabaja con Amalgama, Ruido Interno o la Compañía del Infame. En este Día Mundial del Teatro tiene muy clara sus peticiones: «Una mayor visibilidad de las artes escénicas y más ayuda por parte de las instituciones». Afirma, además, que quiere quedarse en Cantabria para trabajar, aunque de momento, como la mayoría, no puede mantenerse solo como actor. «A veces pienso que poder vivir del teatro, que es mi vocación, mi pasión y para lo que me he formado, es un lujo», concluye.

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