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La paternidad, el impulso creativo, el poder de la imaginación y los cuentos infantiles. Son los temas que Juan José Millás aborda en su nueva novela 'Solo humo' (Alfaguara) que presentará mañanamiércoles, a las 19.00 horas, en la librería Gil. Un libro que surgió ... ante una necesidad, la de transmitir la idea de que «leer es algo profundamente perturbador».
–'Solo humo' comienza como una novela que poco a poco va adquiriendo carácter de cuento. ¿La planteó así?
–Preguntado así, da la impresión de que la planifiqué como un arquitecto diseña una casa o un ingeniero un puente y yo no trabajo así. No planifico. Empiezo a escribir a partir de algo que me interesa y nunca sé lo que va a pasar en la página siguiente. Si acaso lo que hubo fue una idea previa. Después de haber leído muchos ensayos literarios, tenía la impresión de que ninguno me había contado lo perturbadora que es la experiencia lectora. Así que en el origen de la novela puede estar latente la intención de transmitir esa idea, la de que leer es un asunto perturbador.
–En la novela, Carlos, su protagonista tras la muerte de su padre encuentra unos cuentos de los hermanos Grimm. ¿Lee a sus nietos los mismos cuentos que leía de niño?
–Los cuentos que a mí me contaban mis padres, que yo contaba a mis hijos y que estos cuentan a los suyos son los mismos y también los que van a ver al cine. Son narraciones que se remontan al origen de los tiempos cuando aún no se había inventado la escritura. Historias que se contaban alrededor del fuego y después de una jornada de trabajo y no para divertir a la gente, que se divertía con ellos porque eran buenos, se contaban porque eran representaciones de la vida y del mundo. Son cuentos en los que los personajes son arquetípicos, es decir, que representan al inconsciente colectivo y por eso no han perdido vigencia. Nos vemos como en un espejo y Disney aún los aprovecha porque son un espejo de nuestro psiquismo.
–Últimamente se ha planteado reescribir alguno de ellos por su lenguaje inclusivo. ¿Qué opina de esta polémica?
–Una cosa son los cambios orgánicos y otra la cirugía invasiva. A lo largo de los siglos los cuentos han ido sufriendo transformaciones de carácter orgánico y se han adaptado a los tiempos. Hasta que llegan los hermanos Gimm y los recopilan en una versión. Las transformaciones que sufrieron los cuentos entonces son las mismas que sufre cualquier ser vivo. Lo que se propone ahora es cirugía invasiva.
–¿Y en qué consiste esa cirugía invasiva?
–Las transformaciones que se proponen no tienen que ver con una adaptación a los tiempos en los que vivimos se les somete a una intervención quirúrgica para que respondan a una serie de ideas de lo políticamente correcto que tenemos en estos momentos. Son cosas completamente distintas. Yo estoy a favor del cambio orgánico que surgen a los seres vivos.
–En otro momento de 'Solo humo', el protagonista se plantea 'leer por responsabilidad' ¿Usted se plantea la lectura de la misma manera?
–Bueno, es una frase bastante enigmática que tiene su función en el libro. Yo alterno entre lo que me gusta y lo que me interesa. Juan Benet siempre decía que hay libros que nos gustan y libros que nos interesan. Lo ideal es dar con el que cumple ambas cosas.
–La paternidad es otro tema que se aborda en esta obra y que ya trató en su autobiografía 'El mundo'. ¿Ha tenido la necesidad de volver a él?
–Entonces era inevitable porque hablaba de mí, pero no es un asunto que atraviese mi obra. Me interesa porque está muy presente en los cuentos de la tradición oral, como en 'Hansel y Gretel' o en 'La Cenicienta', en estos y otros muchos cuentos se habla de padres ausentes. Es un tema que me atrae porque creo que al ser humano le interesan mucho los orígenes. Me llaman mucho la atención estas personas que han crecido en una familia de adopción, sin saberlo, y que a los 40 o 50 años, cuando se enteran, buscan desesperadamente a la familia biológica que seguramente no tienen nada que ver que ellos. Pero lo necesitan y a mí me parece una metáfora de la necesidad de conocer el origen.
–En muchas de las reseñas que se hacen estos días sobre el libro lo definen como «un canto a la imaginación». ¿Cree que está en peligro?
–No. Por ejemplo, lo que ha ocurrido estos días en el Congreso ha sido muy imaginativo. Por otra parte, nunca se ha consumido tanta ficción como ahora. No sé si la gente lee mucho o no, pero sí que ficción se consume mucha y que hay plataformas de televisión que prácticamente solo emiten películas y series. Así que creo que la imaginación no solo no corre peligro sino que se ha aislado tanto de la realidad que se está convirtiendo en delirio. Vivimos en sociedades no solo imaginativas sino delirantes y me remito de nuevo al espectáculo que hemos visto el martes y el miércoles en el Congreso de los Diputados. Que ha sido absolutamente delirante.
–Dice que la lectura le proporciona un 'viaje' que no le da ninguna droga. ¿Le ocurre lo mismo con la escritura?
–Sí claro. La escritura es la otra cara de la lectura y es también una droga. Ahora, a mí si me dieran a elegir entre leer o escribir porque estén prohibidas hacer las dos cosas, elegiría leer. Para mí la lectura es un estupefaciente que dura mucho en sangre y que no me exige lo mismo que la escritura. Incluso te diría que cuando alguien es lector y por circunstancias de la vida tiene que dejar de leer tres o cuatro años, su mirada de lector no cambia.
–¿En qué proyectos está ahora?
–Estoy en medio de la promoción de la novela, aparte de mis colaboraciones periodísticas y no tengo tiempo para mucho más. También tengo en danza una obra de teatro que está en gira. Un monólogo 'Miércoles que parecen jueves' con Clara Sanchís que precisamente se ofrece en el Palacio de Festivales el miércoles.
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