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El esfuerzo de Marisa Samaniego por fascinar y atraer a la literatura a varias generaciones de estudiantes, y, sobre todo, de lectoras, a través de ese pequeño gran foco de cultura literaria que es el Centro Cultural Matilde de la Torre se premiará esta ... tarde con el Premio de las Letras 'Ciudad de Santander', un galardón que hasta ahora había recaído en poetas y escritores de la ciudad y que esta profesora jubilada y activista cultural recibe «sobre todo sorprendida», pero agradecida y feliz. «Cuando me llamó Marchamalo para anunciármelo no me lo podía creer», asegura, «porque realmente mi único fin es transmitir los placeres del conocimiento».
Y así es y así ha sido. Esta asturiana del pueblo de Colombres, que lleva varias décadas asentada en Santander, fue hasta su jubilación en 1981 profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Cantabria y también lleva más de 40 años formando parte del Centro Cultural Matilde de la Torre, donde dirige el Club de Lectura. «Me hace mucha gracia cuando escucho que la lectura es un placer solitario. No lo es y el ejemplo está en los clubes de lectura», señala.Por este, uno de los más antiguos de España sino el que más, han pasado grandes autores nacionales como Bernardo Atxaga, Clara Janés, Pablo d'Ors, Ángel Guinda, Jesús Marchamalo... y también los locales, y de todos ellos ha aprendido. «Para aprender hay que sorprenderse», asegura Samaniego, quien insiste en que a la escritura se llega a través de la lectura, aunque todavía hay mucha gente que no sabe leer bien.
«Hay que aprender a leer cosas de calidad. Pasar del que esto me gusta y esto no, que es una manía que tenemos desde siempre y debemos corregir, porque leer es un placer, uno de los mayores, pero también conlleva un esfuerzo», dice al tiempo que lamenta que en la actualidad «parece que no se puede hacer algo para el que se necesite emplear un mínimo esfuerzo».
Según explica, para leer «bien» hay que tener en cuenta una serie de elementos de análisis. «Como por ejemplo ver si un personaje es coherente o no; si una trama funciona; si el giro narrativo está puesto en su sitio; si hay fallos de focalización; si cuando se utiliza un monólogo se está dando información al lector. También tenemos que fijarnos si el diálogo suena falso o no y, sobre todo, tener en cuenta que no es tan importante el qué sino el cómo está escrito».
Ella misma tiene muchas lecturas sobre la mesa estos días. «Ahora mismo estoy leyendo un libro de Orhan Pamuk, el único Premio Nobel turco, que tiene un título precioso... 'Recuerdos de montañas lejanas' y la edición también es muy bella. Es un libro ilustrado con sus propios dibujos y su letra». Pero también cita entre sus lecturas favoritas 'Un número finito de veranos' o 'Las sirenas de abajo. Poesía reunida de Aurora Luque'; 'La casa grande' o '18 ciervas' de Rosana Acquaroni y los ensayos de Ramón Andrés de Marco Martella o Nuccio Ordine «De este último me fascina el título de uno de sus libros 'La utilidad de lo inútil', dice tantas cosas. Y creo que podría aplicarse a la cultura que muchos consideran inútil», comenta con una clara ironía.
Y la literatura está en su opinión interrelacionada con todas las demás artes. «No podemos hablar de ellas de forma aislada, porque un libro te lleva a una película, y esta a una obra de teatro o a un musical. No hay compartimentos estancos». Por eso ella disfruta de todos los acontecimientos culturales que puede. «Lo primero que hago cuando me levanto es leer la agenda de El Diario Montañés y tengo que reconocer que vivimos en una ciudad que es un privilegio. Porque a mí me interesa todo lo que está relacionado con la cultura, una palabra que por cierto viene del latín y significa cultivo». Y por eso, dice, «Santander es un lujo. y no solamente por su belleza y, en este sentido el mayor monumento que tiene es la bahía por su puesto, sino por la actividad cultural. Hay días que coinciden cuatro o cinco cosas a la vez y tienes que elegir a cual ir, en una ciudad como esta que se coge en un abrazo y en la que todo está cerca. Pero claro, si la gente empieza a poner disculpas...», asegura.
También lamenta que ahora se lea menos, que haya tantas pantallas que nos «distraigan» y que hagan que se dedique menos tiempo a leer. Por eso ella misma huye de internet, de los mensajes del móvil y de todo lo que se refiere a la tecnología. «En ese sentido, soy mesopotámica», concluye.
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