La letra pequeña de la Historia

El Archivo Histórico Provincial de Cantabria conserva 50.000 de esos legajos desde el siglo XII al siglo XXI, un material que está a disposición de todo el público que desee consultarlo. La institución, que comparte el edificio de la antigua fábrica de Tabacalera con la Biblioteca Central en la calle Ruiz de Alda, celebra esta semana el Día Internacional de los Archivos con una serie de jornadas de puertas abiertas en las que se explica el recorrido que realiza la documentación una vez que llega y cómo va pasando por diversas áreas de trabajo hasta que finalmente se pone a disposición de los ciudadanos en la sala de investigadores o en alguna exposición.

Estas visitas se llevarán a cabo hasta el próximo viernes a las 11.00 y a las 16.30 horas y las personas interesadas pueden inscribirse en el teléfono 942 24 15 60, en el correo electrónico: ahpc@cantabria.es o directamente en la sala de investigadores del Archivo Histórico Provincial.

Entre el personal encargado de guiar estas visitas, esta Arancha Ayala, una de las técnicas del Archivo y que ya de entrada resalta que la principal misión es: «proteger los documentos, custodiarlos y difundirlos». Está curtida en guiar a grupos de escolares o universitarios por las instalaciones y de mostrar una buena parte de lo que ahí se conserva, como el expediente académico del escritor Gerardo Diego (tanto en su época de estudiante como en la del profesor), que 'duerme' en este archivo con el resto de documentación (850 expedientes) del instituto Santa Clara - y que está a disposición de todo el que quiera consultarla.

También se puede ver un documento firmado por Armand Jean du Plessis, conocido como el cardenal Richelieu. Un permiso para que los pescadores españoles pudieran faenar en aguas francesas. Otro de los documentos más llamativos es un pergamino de la época medieval que se usaba de cubierta de un cartelario y en el que, además de su antigüedad llama la atención que está escrito con letra visigótica. Además se puede encontrar toda la documentación de todos los que hicieron la mili hace más de cien años y que está guardada en 1.400 cajas o un cartel inmenso de las Ferias de Santiago del año 1884. Y es que, además de la documentación, aunque en mucha menor medida, el Archivo guarda mapas, fotografías y carteles.

Cuando los documentos llegan hasta estas instalaciones pasan a lo que se conoce como la sala de cotejos en la que se comprueba que todo el material aparece en la relación de entrega. También se examina de forma superficial para conocer su estado y es que muchas veces los documentos están deteriorados bien por el paso del tiempo o porque no se han conservado en condiciones óptimas.

Tras este primera toma de contacto con la documentación, los papeles pasan al área de trabajos técnicos, donde se ordenan por funciones. Así, si los documentos que llegan aquí son de la antigua Diputación Provincial, por poner un ejemplo, se dividirán por áreas (Hacienda, Sanidad...). Una vez ordenados, los cinco técnicos que han trabajado con esos documentos los envuelven en un papel antiácaros y los introducen en una caja con una pegatina con su correspondiente número de signatura antes de llevarla a la zona de depósitos. Previamente se habrá incluido toda la información en una base de datos para que los usuarios conozcan lo que van a encontrar.

Uno de los procesos que se realizan en este Archivo y que más llaman la atención es el de restauración de los documentos en mal estado. Un lugar en los que se hacen auténticos milagros. Sorprende que todos estos papeles se depositen en agua para su limpieza. Algo que es posible porque van envueltos en unas telas especiales (reemay) que evitan que se deterioren. Tras pasar por el agua, los documentos se secan unas 24 horas. Cuando ya está limpio y seco el restaurador realiza un verdadero trabajo artesanal, que incluye el injerto, si es necesario, y el cosido de las hojas antes de colocarlo en su correspondiente caja y enviarlo a la zona de deposito, unos almacenes con una temperatura de 18 a 20 grados. Todo ese proceso puede llevar desde una semana a un año o más, según el número de documentos, su estado o incluso del número de grapas que traigan.

Hasta hace unos años los documentos se filmaban para su lectura o reproducción y hasta podían ser fotocopiados. Ahora están digitalizados y existe un servicio auxiliar de lectura con lámparas de luz ultravioleta que facilita la lectura de las tintas desvaídas. Ya no se hacen fotocopias pero el usuario, previa autorización, puede hacer una fotografía del documento con su teléfono móvil y mandar una copia de esa copia al archivo. Para todo ello cuenta con la ayuda de dos auxiliares en la sala de consulta que le guiarán y asesorarán con los pasos.

Durante la visita Arancha Ayala recalca que el Archivo funciona como un engranaje en el que todo el personal tiene que trabajar junto para ofrecer al usuario el mejor servicio posible y anima a que el público pierda el miedo a visitarlo.