Inés Martín Rodrigo
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Inés Martín Rodrigo
«Soy casi hija adoptiva de Santander», bromea Inés Martín Rodrigo, habitual de la capital cántabra desde hace 15 años. Hoy regresa para presentar en Gil (19.00 horas) su último libro 'Una homosexualidad propia', con el que la ganadora del Premio Nadal 2022, agradece ... estar encontrando «espacios seguros y con sensibilidad» en un momento social crítico.
-¿Es importante que los espacios sean seguros mientras reconoce sentirse asustada?
-No solo es importante, es que es fundamental. Hay una cosa clave en esto y es el hecho de que desde que se anunció que publicaba este libro y empecé a hablar de él, la palabra que más me han trasladado es valiente. Qué valiente eres por publicarlo, por dar este paso. Cuando me puse a escribirlo no pensé que esa decisión conllevara valentía. Al escucharla tantas veces empiezo a pensar que tal vez lo sea y eso me preocupa y me asusta y dice mucho del momento que estamos viviendo.
-¿Es un libro fruto de ese momento que vivimos como sociedad o del suyo propio?
-No, es fruto del momento que yo llevo viviendo los dos últimos años. En el 2022 gano el Premio Nadal, tras 14 años en el mismo medio, empiezo un nuevo proyecto en un suplemento literario... Muchos cambios buenos. Una revolución en mi vida. Y de ahí surge el libro. Empiezo a ser consciente de ese lugar que ocupo en el espacio público, aunque mi altavoz es muy pequeño, comparado con otros, pero lo tengo y considero que para mí es una responsabilidad usarlo, alzar la voz y dar este paso al frente.
-Cita al inicio una frase de Mary Oliver que dice 'las palabras son madera'. ¿Las suyas son una madera con astillas o lijada con el tiempo?
-Hay de las dos. Creo que además en un equilibro bastante sano y fructífero desde el punto de vista creativo. Hay maderas que aun tienen astillas y me duelen, me enfrento a ellas escribiendo, que es de la única manera que sé afrontar esas partes de mi vida. Hay otras que sí están lijadas, paso la mano sobre ellas y es bastante liberador saber que gracias a estas palabras he sido capaz de construir una vida plena, libre y de la que me siento orgullosa.
-Este libro se publicó el mismo día que su madre murió, 26 años después y afirma que cuenta muchas de las cosas que no pudo decirle. ¿Es una forma de lograr hacerlo?
-Claro, este libro es una carta de amor que yo mando a mi madre, 26 años después de su muerte. Mi madre fallece cuando yo tengo 14 años y ella 41. Su muerte me rompe la vida y a partir de ese momento empieza otra mucho más triste, vacía y dolorosa. Se me quedó todo por contarle. Y como digo en el libro, con el paso del tiempo, he comprendido que si soy escritora es para contar a mi madre todo lo que no tuve tiempo de decirle. Y en este libro se materializa de forma muy especial.
-¿Esas cosas se las dice también a sí misma?
-Para mí la literatura siempre es una herramienta de autoconocimiento. Tanto a través de la ficción como de la no ficción. Me permite conocerme, descubrir cosas sobre mí que de otra forma sería más difícil y verbalizarlas. Con este libro me he dado cuenta de que me permito mirarme con compasión por primera vez en mi vida. Me permito no juzgarme tan severamente y lo más maravilloso es que me reconozco en la mujer que protagoniza esas páginas. El propósito de mi escritura es ser lo más honesta posible y este libro es un ejercicio de honestidad brutal.
-Utiliza muchas definiciones y acepciones. ¿La tolerancia y el respeto también deberíamos trabajarlas como el lenguaje?
-Por supuesto. Es parte fundamental de la educación y uno de los problemas que ahora tiene nuestro país es que en las últimas décadas ha sido una herramienta de ataque político con una virulencia extrema, sin que esos partidos se den cuenta de la importancia que tiene como constructora de una sociedad más tolerante, más abierta, más empática... La educación lo es todo y ahí está el lenguaje.
-En su libro, 'Una habitación compartida', hace referencia al discurso de la rabia que menciona Samanta Schweblin, y que se ampara en el anonimato en redes sociales.
-Se refugian en ese anonimato y eso les permite manifestar un odio que no pensaba que estuviera tan presente. Llámame inocente si quieres, pero pese a que es cierto que se percibe que la sociedad está cada vez más polarizada, no pensé que había esa virulencia y hasta odio en el lenguaje, que se manifiesta en tuits racistas, homófobos, xenófobos. Frente a eso, ¿qué? Pues alcemos la voz. ¿Qué tiene el colectivo LGTBI para que cada vez que la ultraderecha llega al poder, empiece por querer quitarnos nuestros derechos? ¿Qué les hemos hecho? No lo entiendo.
-Aspira a contar lo que nunca pudo leer. ¿Este libro es una aportación para que otras personas encuentren lo que usted no encontró?
- Sin duda lo es. Es un granito de arena más, porque yo no tuve esos referentes literarios, culturales o me costó mucho encontrarlos. Es el libro que a mí me hubiera gustado leer en un momento dado de mi juventud. Y hasta ahora las respuestas me reafirman en eso. Me dan las gracias por haberlo escrito y por intentar que algún día dejemos de ser invisibles.
-Igual que se llama a una corriente creativa literatura femenina, ¿ahora surgirá la literatura de género?
-No. No me gustan las etiquetas; me aprietan, me constriñen, me limitan, me maldefinen y salvo las de la ropa no sirven para nada. Yo soy escritora y punto.
-Pues, escritora, ¿que querría que ocurriese con este libro?
-(Ríe) Que vuele. Que sea un libro que tenga vida, muchas vidas. Que sea leído con esa tolerancia y respeto que venimos reivindicando.
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