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El periodista granadino acaba de publicar su último libro, 'La cultura, querido Robinson'. Javier Albiñana
Busutil: «Un país sin cultura es un país sin ética ni personalidad»

Busutil: «Un país sin cultura es un país sin ética ni personalidad»

El escritor es un todoterreno del periodismo y alerta de los graves peligros que afronta la cultura

Viernes, 8 de noviembre 2019

Media vida da para mucho, sobre todo si se vive intensamente, dedicado en cuerpo y alma a aquello que se ama. La trayectoria vital y profesional del periodista y escritor andaluz Guillermo Busutil (Granada, 1961) constituye un apasionante repaso a la evolución del periodismo, especialmente del cultural, y a los enormes cambios que afronta actualmente la sociedad. En su último libro, recién publicado, 'La cultura, querido Robinson', Busutil alerta, a través de un análisis crítico, lúcido y comprometido, de la importancia de la cultura, del mal momento que en muchos aspectos atraviesa y esboza posibles soluciones para situarla en el lugar que le corresponde con el fin de formar auténticas personas y ciudadanos.

–Casi cuatro décadas como periodista cultural habrán dado bastante de sí. ¿Cómo las resumiría?

–Es un gozoso y largo camino en el que he vivido diferentes etapas. Viví el nacimiento del periodismo cultural gracias a diarios como El País y Diario 16. Y luego el salto de algo que fue muy importante y que lo sigue siendo como es el periodismo cultural de provincias. Lo hice con mucha ilusión. Luego viví la década de oro de los años 90, cuando el periodismo cultural se pagaba bien y te mandaban a cubrir el festival de cine de San Sebastián o de enviado especial a ARCO. La tercera etapa es la que estamos viviendo ahora, en la que de repente los medios de comunicación dejan de entender la sección de Cultura como una marca de prestigio y de distinción y empiezan a reducir espacio, a despedir profesionales del periodismo y cambiarlos por becarios. He vivido estas tres etapas, que son casi cuarenta años de ejercicio, pero sigo manteniéndome con la misma curiosidad, el mismo respeto por el rigor y la misma pasión por contarle a los lectores qué es lo que nombran las palabras, qué es lo que dicen las imágenes, qué hay detrás de la luz y de las sombras de una película o de traducirle qué dicen los libros, el cine, el teatro o la música.

–¿Cuáles son las claves para ejercer un periodismo cultural de calidad? ¿Y los obstáculos?

–Las claves son tener, lo primero, curiosidad y conocimientos. Para abordar el periodismo cultural tienes que tener una mirada curiosa, que quiere conocer y que quiere interrogar, tienes que conocer aquello de lo que vas a hablar y estar bien formado en teatro o en literatura o en arte para hablar de esa materia y traducírsela al lector o al espectador o al oyente. Tienes que mantener el rigor a la hora de retratar los hechos y también hay que tener pasión y ambición de lenguaje; la pasión para transmitirle tu entusiasmo al lector y ambición de lenguaje para contárselo bien, haciendo un ejercicio de calidad de página o de onda. En cuanto a los obstáculos, vienen a ser esa especie de miopía de los medios de comunicación que, cuando se transforman en empresas, han sustituido la cultura, el poder de la inteligencia, por el poder mediático del entretenimiento y en vez de acercar a los lectores a los escritores, a los artistas u obras de teatro prefieren promocionar cantantes de programas como 'La Voz' o promocionar mucho más los deportes o las noticias del corazón. El mayor obstáculo es la falta de apuesta que han tenido los poderes políticos y los de las empresas, que han decidido rentabilizarlo todo económicamente y convertir el éxito solamente en masa. Es algo parecido a lo que ha ocurrido con los museos, que han pasado de ser espacios de recogimiento y de deleite para convertirse en supermercados de bullicio, en los que el éxito del centro o de la programación no depende de la calidad de lo que se ofrece, sino el convertirse en el 'best seller' en visitantes.

«Los valores del espíritu se han condenado a espacios y tiempos muy limitados»

Periodismo cultural

–Su último libro, 'La cultura, querido Robinson', es un fiel reflejo de esta situación. ¿Con qué objetivo lo ha escrito?

–Después de haber pasado por toda esta serie de etapas del periodismo y ver la falta de respeto que se le tiene a la cultura, de ver cómo la industria del entretenimiento, los poderes políticos y los propios medios de comunicación han condenado al ostracismo o a espacios y tiempos muy reducidos los valores del espíritu, la aventura de la imaginación, la importancia de la reflexión, la necesidad de pensar... entonces decidí hacer un libro que reivindicase el papel de la cultura, que es la que crea y favorece un lenguaje desde la que el hombre piensa, sueña, crea y se revela. El libro es una crítica a un país y unos poderes políticos que no tienen nunca en cuenta la cultura, para los que todo se limita a que la gente no piense, y no se dan cuenta, y eso es precisamente lo que trato de hacer ver con este libro, de que un país sin cultura es un país sin personalidad, sin ética ni creatividad y, por tanto, sin futuro.

-Se ha demostrado usted un todoterreno del periodismo tanto en géneros como en formatos: críticas, análisis, reportajes, entrevistas... para prensa, televisión, radio, internet... No es muy habitual.

-Me he ido instruyendo porque era tan grande mi curiosidad y mi pasión por la cultura que he ido formándome intelectualmente y con la experiencia he ido formando mi conocimiento, mi memoria y mi propia mirada frente a la cultura casi hasta convertirme casi sin darme cuenta en un cuatro por cuatro. Siempre me apasionó el mundo del arte, porque soy sobrino del pintor Manuel Rivera, del grupo 'El Paso', y me crié en ese amor por el arte contemporáneo. Como escritor siempre he tenido una disposición muy importante hacia el mundo de la imaginación y del lenguaje y una querencia por mirar el envés de la realidad. También me ha fascinado siempre, como hijo que soy de la generación de los 60, el mundo del cine y del teatro, que es donde mi generación forjó su sensibilidad y su posicionamiento ante la realidad. El cine de autor, el de cine club, de cinemateca, el teatro experimental, el teatro social, el teatro denuncia... He ido buscando siempre el formarme, nunca he escrito de ningún producto cultural sin saber. Así, con mucho respeto, me fui acercando a los diferentes géneros. Si iba a hacer una crónica, si iba a hacer una entrevista y necesitaba aprender a seducir al protagonista para saber más, porque creo que la entrevista es un género no solamente periodístico sino también literario. También la crítica, desde una formación más seria, más analítica. Y luego también he tenido la suerte, por esa misma inquietud, de enamorarme de la radio. La radio es el perfume del periodismo, es el medio más proclive a la imaginación porque la voz no tiene rostro y se le pueden poner mil rostros, lo mismo que se le pueden poner todo tipo de sombras y de atmósferas. Y luego está la televisión, que es muy eficiente y es junto con la radio la que te descubre. La radio descubre tu voz, tu atmósfera, mientras la televisión descubre el poder de tu mirada y de tu espontaneidad para mirar a la cámara y el periodismo es el que descubre la potencia de tu lenguaje. He tenido la grandísima suerte de que lo tres medios me hayan descubierto y querido y que todavía se dejen amar por mi.

–Durante su última etapa fue director de la Revista Mercurio, un referente en el ámbito editorial en España. ¿Cómo fue su cierre?

–Todos seguimos huérfanos de Mercurio. Allí donde voy me preguntan siempre qué pasó con la revista Mercurio, ¿no va a volver la revista? Sobre lo que pasó lo cierto es que ni yo mismo lo sé. Son decisiones empresariales que responden siempre a la respetable decisión de los que ponen el dinero en las empresas editoras, que para algo es suyo. Pero en aquella decisión hubo un poco de todo. De torpeza, por un lado, mucha miopía por otro, bastante falta de diálogo, también poquísima elegancia... Al final fue una suma de todo y un gran producto que beneficiaba a todos se cerró de una forma incomprensible y abrupta, dejando un vacío en la memoria intelectual y cultural de este país. Con todo, siempre recordaré esta etapa maravillosa y estaré muy agradecido a quienes confiaron en mi para este proyecto, el de convertir una revista andaluza en una revista nacional de referencia. Al final nos quedamos todos huérfanos de ese Mercurio que no supieron valorar como ocurre muchas veces con el trabajo que se hace en el periodismo cultural. Muchas veces es una falta de respeto y de dignidad frente a lo que significa el reconocimiento al trabajo bien hecho y que se hace muchas veces no solo en una revista como ésta, sino en las páginas de cultura de un diario o periódico por ejemplo de provincia, como el vuestro. En ese sentido el libro también reivindica este ámbito, en el que hay muchísimos grandes profesionales, aunque cada vez quedamos menos, que deberían ser reconocidos porque ya está bien de la tiranía de los epicentros frente a las periferias. Si no te vas a Madrid o a Barcelona parece que no eres buen periodista cultural. Y en provincias hay compañeros y compañeras que hacen un trabajo maravilloso, tan digno o más que el que se hace en las cabeceras de los epicentros del capital. Parece que los de provincia son la reserva de los aprendices que nunca llegaron a convertirse en maestros, cuando muchas veces ocurre que hay muchos maestros en provincias y muchos aprendices en Madrid y en Barcelona.

«Se cerró de una forma incomprensible y abrupta. Deja un vacío en la memoria cultural de este país»

Revista Mercurio

–Ha vivido la vertiginosa evolución del periodismo. ¿Cómo valora ese cambio?

–Con cierta tristeza porque yo vengo del periodismo gozoso, brillante, del periodismo que era rebelde y vigilante frente al poder, y ahora vivo un periodismo muy sumiso y dependiente del poder. Antes el periodismo preguntaba y contra preguntaba y ahora el periodismo corta y pega notas de prensa. Me da mucha pena que el periodismo y la cultura en general, no solamente el periodismo, estén viviendo esta etapa de absoluto desmantelamiento. Me produce muchísima tristeza esta falta de estrategia de las empresas, que son las culpables de este deterioro y de esta especie de embrutecimiento e infantilización del lector, del espectador y de la sociedad. A la política no le interesa tener ciudadanos pensantes. La cultura es el lugar desde el que pensamos,soñamos, creamos y nos rebelamos. Si no tenemos cultura no pensamos, no soñamos, no creamos ni nos rebelamos, y nos convertimos en autómatas.

–¿Cómo se puede devolver a la cultura al lugar que merece en la sociedad?

–La cultura es un trípode que tiene tres pilares básicos. El primero es la educación desde pequeños, porque la cultura es el diálogo con nuestra identidad. Ahí comienza el diálogo con la cultura, sobre todo con los libros y con el cine, que es donde empezamos a construir nuestra identidad como seres humanos, como naturaleza pensante y creativa. El segundo pilar son los poderes institucionales, los ayuntamientos, las concejalías, los ministerios, los gobiernos, que tienen que apostar y que tener muy claro que un país sin cultura es un país sin personalidad, ni ética ni creatividad. La cultura es el capital de distinción de un país y le da más personalidad, mucha calidad de vida y mucha calidad democrática. El tercer pilar son las empresas privadas, que deben de hacer una apuesta seria y contundente porque la cultura sea un elemento de formación y disfrute. Un país culto es un país donde no existen ni el narcisismo ni el aislamiento ni la exclusión, que es lo que conllevan los pequeños nacionalismos, lo que conlleva poner fronteras frente a los otros.

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