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«En ella vive una parte de mi infancia, real e imaginaria, querida, reída y llorada. Otra parte de mi infancia aún está en mis ojos, mi forma de mirar, mi reivindicación permanente de la honestidad y la alegría. No es un cuento infantil, es una novela para personas adultas, narrada desde los ojos inocentes de una niña. Por sus páginas pasa la vida, la muerte, el amor, el dolor, la ilusión y la alegría. Alicia podría haber sido cualquier niña nacida en 1949 (10 años después de terminada la guerra incivil) en los duros años del franquismo».
Con esta definición y declaración de principios Nieves Alvarez ha llevado su testimonio novelado, 'Alicia en el país de la alegría', por todo el país, entre presentaciones y ferias del libro. La obra, prologada por el poeta y novelista Juan Ramón Barat, camina entre lo autobiográfico y el retrato evocador de la dura vida de la posguerra española en un pueblo castellano.
Ahora vuelve con su obra a Santander, que presentó en el Ateneo, -a punto de editarse la cuarta edición-, dentro de una charla coloquio. Hoy, en la librería La Vorágine, desde las 19.30, con la novela como columna vertebral, la narradora y artista abordará su retrato de la posguerra y el franquismo que «tiene cada vez más sentido, visto lo visto». Tras regresar de Barcelona, donde el pasado día 15 ha presentado en el Ateneo de esa ciudad su novela, que agotaba ya la tercera edición (Lastura, 2019), hablará hoy de 'Posguerra y franquismo ¿la historia ha terminado?'.
Nieves Alvarez, en paralelo, relee 'Poesía contra el fascismo', artículo de Enrique Villagrasa, en el que repasa los versos de poetas antifascistas hombres. Y que también incluye lo que llama una 'Breve antología de poetas antifascistas' para la que pidió a la autora cántabra su colaboración.
En ese artículo, Villagrasa afirma: «La autora del excelente trabajo 'Descubrir lo que se sabe' (Estudio de género en 48 premios de poesía) (Tigres de papel y Genialogías, 2017) -Nieves Álvarez-, opina con conocimiento de causa, que el fascismo es el terror, el miedo, la represión salvaje, la anulación de la cultura, el arte, la belleza, es «la noche de los cristales rotos», «la noche de los cuchillos largos», las chimeneas repletas de cadáveres, los aviones arrojando personas al mar, los golpes de estado salvajes (como nuestra guerra incivil), el tiro en la nuca, las cunetas repletas de cadáveres, es la quema de libros en la Alemania nazi, en el 1933, en la Plaza de la Ópera de Berlín; la alteración de los libros de historia, la mentira, la calumnia, las denuncias sin pruebas, la censura, la inquisición, los campos de trabajo y de concentración (no solo en Alemania o Polonia, también en España), es el Valle de Cuelgamuros (donde fueron explotados más de 500 presos republicanos, entre ellos su padre, un gran cantero), es el dolor, el dolor, el dolor. ¿Cómo no voy a ser antifascista?, se pregunta, para afirmar que todas las personas decentes deberían ser antifascistas».
También Álvarez se plantea la pregunta: «¿Pero tiene sentido ser antifascista hoy en día? Ahora, cuando crece la ultraderecha-fascista en toda Europa es necesario ser antifascista, por supuesto. Ser antifascista es luchar para que no se reproduzca la opresión, para que se eliminen el machismo o la xenofobia y cualquier tipo de opresión que se imponga sobre una persona, un pueblo, una idea. Ser antifascista es demostrar comportamientos fascistas en el mercado, en la publicidad, el exhibicionismo interesado que margina a la mayoría de la población mientras se lucran unos pocos; intentar conseguir (sé que es una utopía) que el capitalismo no imponga sus leyes...».
Con este mismo espíritu, la charla-coloquio en La Vorágine, pretende darle sentido a la historia de 'Alicia en su país de la alegría'. «La vida en las zonas rurales fue muy dura en los años cincuenta, pero todo tiene una explicación en la primera mitad del siglo XX».
Nieves Alvarez incluso avanzará algo de la siguiente novela que «retrocede y cuenta la historia de amor de los padres de una niña que no comprende por qué nadie responde sus porqués».
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