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Rodrigo Cortés acaba de escribir 'Verbolario'. Vicente Vicens
Rodrigo Cortés: «España más que un psicólogo necesitaría un exorcista»

Rodrigo Cortés: «España más que un psicólogo necesitaría un exorcista»

El cineasta y escritor hace magia con las imágenes y también con el lenguaje. Es uno de los cineastas españoles más internacionales y tiene por costumbre juzgar lo menos posible, no dar lecciones de moral, y no cederle espacio ni a la culpa, ni a la queja, ni al llanto. Se aparta «de los lloricas en general». Su 'Verbolario' es un Edén festivo de palabras

Sábado, 3 de diciembre 2022, 13:04

Nacido en Ourense en 1973, aunque criado en Salamanca, ha dirigido a actores de la categoría de Sigourney Weaver, Robert de Niro, Ryan Reynolds y Uma Thurman. Su quinta película, 'El amor en su lugar' (2021), es asombrosa. También escritor, ha publicado 'Verbolario' (Random House), un alucinante homenaje a las palabras cuyo contenido fue publicado previamente en ABC. Lo dejas suelto entre los esquimales y se los mete en el bolsillo, encantados, en nada de tiempo; y a las morsas, de paso.

– Viajemos a su infancia. ¿Qué niño fue?

– Rebelde, desobediente, buscaba mi sitio y era incapaz de aprender cuál era mi lugar, me echaban de casa por hablar demasiado, era listo y también era gracioso. Me gustaba muchísimo leer e ir al cine, y como no me dejaban ir a ver la misma película dos veces, porque se consideraba que eso era un gasto innecesario, me inventaba la película que no iba a ver, para poder repetir la primera otra vez, y era capaz de hacer un resumen de la que me inventaba. Un niño inquieto y muy curioso, todo me interesaba y todo trataba de aprenderlo.

– ¿Ese niño desapareció?

– No creo que fuese la mejor noticia que uno siguiera siendo el niño que era con 6 años, pero tampoco suena a buena idea acabar con él del todo. Por ejemplo, cuando voy al cine, trato de recordar a aquel niño a quien todas las películas le parecían buenas o buenísimas, porque solo conque te dejaran salir de casa y meterte en el cine ya tenías más que suficiente. Y es cierto, también, que trato de recordar a ese niño para huir del cinismo, para no ser nunca ese adulto pesado que a todo le pone pegas y que quiere dejar claro, ante cada cosa que ve, que ha visto otra cosa mejor.

– ¿Cuándo empezó a jugar con las palabras?

– Muy pronto descubrí que son dúctiles, que se estiran, que se encogen, que puedes generar reacciones con su uso, como hacer reír a los compañeros de clase con una pequeña variación de sentido o simplemente ordenándolas de una manera determinada. Me resultaba fácil ver las piezas de las que se componía una palabra; por ejemplo, cuando escuchaba la palabra pordiosero, mi cerebro subrayaba ese 'pordios' escondido e imaginaba la pequeña historia de un mendigo pidiendo dinero 'por Dios, por Dios'. Siempre me interesó y me entretuvo mucho la Lengua, algo que a veces les resultaba sorprendente a los compañeros. Todos esos conocimientos que se dan en las clases de Lengua y Literatura me resultaban extrañamente divertidos y entretenidos.

– ¿En qué se basa su poder de persuasión? Por ejemplo, ¿cómo pudo convencer a alguien, a priori, de que pusiera un solo euro para producir la impactante 'Enterrado'? (2010) ¿O a Ryan Reynolds para que la protagonizara? (Se pasa toda la película sepultado bajo tierra dentro de un ataúd).

– [Sonríe] No sé en qué se basa, pero sí sé de qué parte, y parte de la más plena y sincera convicción. Puedo resultar muy persuasivo, pero no es una técnica, solo lo soy si me creo absolutamente lo que estoy diciendo. Sería incapaz de vender una moto que no funciona, o de defender usando determinadas combinaciones de argumentos algo en lo que no creyera; me desmoronaría por dentro, se me verían todas las grietas, se me notaría la vergüenza por estar haciendo algo que no deseo hacer. Sin embargo, cuando creo de forma interna y profunda y real en algo, de algún modo transmito esa pasión; no transmito ninguna garantía sobre que eso funcionará, pero sí la clara sensación de que va a tener sentido intentarlo. Todo tiene que ver con no solo decir algo, con no solo pronunciarlo, sino con hacerte cargo de cada palabra que dices.

Autoayuda

–¿Le gusta seducir?

–No de forma consciente; y a la vez, como director, uno tiene que seducir todo el rato: al financiero, al productor, al actor, a la actriz, al espectador... Fuera de eso alguna vez me han acusado de ser un seductor que no se entera de que lo es, y algo de eso habrá aunque solo soy capaz de reconocerlo y hacerlo funcionar en lo profesional [ríe].

–¿Suele cuestionarse mucho a sí mismo?

– Soy muy crítico conmigo mismo, pero trato de darle el menos espacio posible a la culpa; no creo en la autocompasión, no creo mucho en la queja, no creo mucho en el llanto, y trato de dramatizar lo menos posible. Cuando hago algo mal, que es algo que sucede con frecuencia, trato de recordar muchas veces que todos hacemos lo que podemos.

– Cero fan de los libros de autoayuda.

– Sí, nada fan. Si escribiese algún libro de autoayuda seguramente se llamaría 'Ayúdate tú'. De lo que no hay ninguna duda es de que quien lo escribe tiene como objetivo ayudarse.

–¿ De qué gente se aparta?

– De los lloricas en general, de quienes creen que se les debe algo, de quienes le exigen a la vida garantías; en fin, de quienes no están dispuestos a hacerse cargo de sí mismos. Por otro lado, no siempre uno tiene la posibilidad de alejarse o acercarse a unos u a otros; parte de las reglas de este deporte consiste también en vivir lo que toque vivir y con quien toque vivirlo, no todo es un proceso de selección como si estuviéramos jugando al rol.

«Ausencia de certezas»

– ¿Ganan las dudas o las certezas?

– Gana la ausencia de certezas, más allá de las dos o tres que uno crea tener a veces, siempre escritas con lápiz por si acaso. Creo en una forma de agnosticismo que es muy sana, aplicada a casi todo, y que no consiste en negar las cosas, sino en ponerlo todo en duda y cuestionarlo como si lo contemplaras por primera vez. Y eso tiene que ver también con no tener opinión sobre todo, no tengo ninguna gana de tener opinión sobre todo, ni provisional ni no. Cada vez que escucho eso de 'ya les hemos ofrecido todos los argumentos, a partir de ahora saquen ustedes una conclusión', siempre pienso '¡sácala tú!'. No tengo ninguna gana de sacar ninguna conclusión. Con el tiempo, tal vez... Cuando tenga la suficiente cantidad de información y haya visto los suficientes lados del poliedro, tendré algo parecido a una, pero eso sucederá muy pocas veces y no tantas la buscaré de forma proactiva. Me siento cómodo sin opinar.

– ¿Lo más estimulante?

– Vivir es estimulante siempre; el mundo es un lugar maravilloso y temible que puede aplastarte en cualquier momento y que, a la vez, obliga a estar siempre alerta. Es una especie de yincana constante: a veces te va peor y otras veces te va mejor, pero casi nadie desea no vivir. Afortunadamente, y por alguna razón será, el método de suicidio preferido por la mayoría de la gente es la vejez.

– ¿Su telón de Aquiles?

– No estoy yo como para dar pistas al enemigo [risas]. Tendría que pensarlo durante un rato largo y, desde luego, no haría tal cosa para ayudar a alguien dispuesto a cortarlo.

– Lo suponía. ¿Tiene enemigos?

– [Sonríe] No creo que haya nadie ahí fuera tan interesado por mí como para tratar de averiguar por dónde voy a pasar para dejar caer una roca, pero seguro que hay gente que preferiría ponerse a emparejar calcetines antes que estar conmigo.

– ¿España qué le inspira?

– Por un lado, España más que un psicólogo necesitaría un exorcista. Por otro lado, es un sitio estupendo, como descubres en cuanto viajas un poco, en el que las cosas se hacen mucho mejor de como creemos que se hacen. Si algo no le falta es margen de mejora, no hay ninguna duda, pero es un país más acomplejado de lo que merece estarlo; estamos más acomplejados de lo que merecemos estarlo. Las cosas no solo van mejor de lo que nos decimos, sino que funcionan o funcionamos mejor de lo que nos creemos.

– ¿La envidia nos pierde?

– Si cada país tuviera un defecto nacional, seguramente el nuestro sería el de la envidia, el de los anglosajones la hipocresía, y el de los franceses la arrogancia; aunque esos son pecados nacionales, que desde luego lo tiñen todo. Pero luego, de uno en uno, cada uno somos como somos, lo que nos da acceso a todo tipo de defectos extra y a alguna virtud. Es una pena nuestra tendencia a la envidia, que nos hace creer que todo aquello que no tenemos es porque alguien nos lo ha quitado, y que todo aquello que alguien tiene es porque nos lo debe.

Ni juez, ni policía

– Sobre cineastas como Woody Allen y Roman Polanski planea la sombra de la 'cultura de la cancelación'.

– Sobre los casos concretos de los que me habla, creo que Woody Allen ha hecho del mundo un lugar mejor, me entusiasman sus películas; y que Polanski es un director de una inteligencia muy desusada que sabe llegar a zonas muy ambivalentes de la condición humana. En fin, no voy a hacer ahora una diatriba aburrida sobre la diferenciación entre vida y obra. Casi preferiría recordarme que no sé nada sobre casi nadie, ni tengo ni idea de lo que pasa dentro del hogar de cada cual, ni tampoco es mi función saberlo porque soy director de cine y no soy juez ni policía, que son trabajos muy honorables para los que te faculta la sociedad, que les da una serie de atribuciones que ellos tienen y los demás no. También creo que casi todos podemos, más o menos, hacer y decir lo que queramos con tal de que no juzguemos más de la cuenta y no demos lecciones; casi que lo que más me asusta de esta corriente que cita es tanta gente dando lecciones que no han aprendido antes. Nadie estamos a la altura de la lupa con la que analizamos la pureza moral de los demás; solo alguien impoluto, sin mancha, inmaculado, podría hacerlo, y tengo la sensación de que a alguien con esa altura moral no se le ocurriría.

– ¿Le gustaría dirigir una de dinosaurios, como Juan Antonio Bayona?

– Para mí es mucho más importante cómo haces algo, que qué haces o dónde lo haces. Mi pugna diaria y compleja a la hora de remontar cada una de estas montañas que algunos llaman películas es, precisamente, la de tratar de hacer aquello en lo que creo y tener control creativo sobre ello, con dinosaurios y sin dinosaurios [sonríe].

Vida complicada

– ¿Supo pronto que esto de vivir no es fácil?

– Muy pronto, sí, y también bastante pronto me parecía que es así para bien. Escribí en uno de mis primeros libritos algo así como 'qué difícil todo, menos mal', porque tengo la sensación de que las dificultades son enormes estímulos para el avance y el desarrollo, y que aquello pretendidamente regalado deja pocas lecciones y bastante daño. Cuando alguien en un gimnasio trata de hacer crecer su bíceps, lo primero que hace es darle problemas, no hay otra manera. Muy pronto aprendí que la vida era complicada y también bastante pronto decidí que era una mala idea llorar.

– ¿Los milagros existen?

– Más me vale, porque la mitad de las cosas que pretendo son insensatas y no se ajustan del todo a la lógica. A la vez, no creo en lo sobrenatural y sí en lo inexplicable, que considero provisionalmente inexplicable. Creo que la naturaleza no puede transcenderse, así es que hasta los milagros tienen alguna explicación a la que aún no tenemos acceso.

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