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Antonio Sánchez de Movellán con Belina y amigos en la playa de Oyambre, 1924. Turner
Cuando no llovía en el norte

Cuando no llovía en el norte

Sotileza ·

450 imágenes inéditas, en una nueva obra que, entre casas y familias, recorre el veraneo del Cantábrico

Guillermo Balbona

Santander

Sábado, 28 de noviembre 2020, 06:52

Hay una iconografía inherente al verano que forma parte de la identidad histórica de lugares y geografías. Una forma de vida y un lugar en el mundo sujeto a costumbres y expresiones surgidas de un ecosistema de tiempo, clima, rutina y sensaciones. De los baños de ola a las escenas de playa, la literatura, la pintura o el cine han reflejado este microcosmos vital de paisaje y hábitat. La fotografía ha tenido, en este sentido, un papel primordial, desde la autoría al anonimato, desde el reportaje al testimonio familiar a la hora de reflejar estos fragmentos de memoria. Ahora, bajo el epígrafe 'Veranos en el Cantábrico', vertebrado por el segmento 'Casas y familias' y una cronología que abarca 1885-1945, sale a la luz un libro que recorre y testimonia 60 años de veraneo en la costa norte de España.

Santander y Comillas comparten protagonismo con otras ciudades de la costa en un itinerario primordialmente gráfico, a través de 450 imágenes, abordado por la editorial Turner. Desde principios del XIX, caso de la moda de los baños de ola que de manera tradicional y periódica se recrean en El Sardinero, se fue imponiendo en Europa. «Surgieron poblaciones balnearias con lujosos hoteles y elegantes villas, construidas por las clases adineradas que salían de las grandes ciudades huyendo del calor del verano que las convertía en lugares insanos».

La nueva obra se presenta como una compilación de sesenta años en imágenes, en su mayoría inéditas, de los destinos más emblemáticos de veraneo. De San Sebastián a Santander, de Zarauz a Neguri, de Las Arenas a Comillas y Ribadesella. Tras el eje de desplazamiento del rey y su corte, numerosas familias volvieron un hábito «su cita anual con el encrespado mar del norte y quisieron formalizar su relación con él construyendo sus residencias de verano».

La obra, que llega a las librerías en diciembre, se compone en gran parte de imágenes de particulares que permiten trazar un trayecto por algunas de las villas y casas más destacadas de cada paisaje y, por ende, «recrear la plácida cotidianidad de esos largos días de verano: escenas de playa, casetas, bañeros, regatas, fiestas, verbenas, carreras en el hipódromo de Lasarte... con especial mención a la práctica de deportes como el tenis, el golf o el polo, de las que estas familias se volvieron precursoras en España».

En 1861, Isabel II tomó los baños en Santander y contribuyó a fijar la ciudad como lugar de verano

El nuevo volumen es fruto de la línea de esta editorial, por lo que se asocia a dos libros publicados anteriormente: 'Recuerdos del campo español' (volumen I y volumen II) y 'Sportsmen, pioneros del deporte en España'. En su estructura este itinerario otorga notoriedad a las huellas de las edificaciones surgidas de estos veranos. En el caso de Cantabria, una veintena de referencias, tanto a la villa de Comillas, caso de La Coteruca, La Portilla, La Rabia, Gerramolino, Prado de San José o Casa Ocejo, entre otras; como a Santander, de El Promontorio a Casa de Los Infantes, de Los Pinares a La Cubana, pasando por Casa de los condes de la Mortera, entre otras.

La editora es Mariana Gasset y la obra, aunque vertebrada por la fuerza visual, casi a modo de crónica inédita por las imágenes, cuenta con textos de 55 autores. Prologada por el periodista Ramón Pérez Maura, adjunto al director de ABC, en las secciones dedicadas a Cantabria colaboran Bernardo Riego (que prologa el apartado de Santander), marquesa de la Puebla de Ovando (bisnieta de don Adolfo Pardo), Alfonso Pérez Maura, Fernando González Camino, Lucía de la Peña y González-Camino, Fernando Escoriaza, condesa de la Mortera; y Juan Ramón Vega Benjumea (quien prologa la sección de Comillas), más Manuel Sánchez de Movellán, Familia López de Lamadrid, Carmen Güell Malet, Marquesa de Gelida, y Carlos López de Carrizosa, Duque de Algeciras.

Entre otros muchos, se puede identificar a Ramón Maura de Herrera con sus hermanas María del Carmen, Julia, María Victoria; a Francisco Moreno de Herrera y Elsa von Tangel, señora de Mowinckel, el día de San Ramón del verano de 1929 en Mortera.

Álbum gráfico

Estampas de El Sardinero, en 1902, la Parada de diligencias en el Corro de San Pedro, en 1915, Las Fraguas, La Magdalena... el álbum gráfico permite evocar encuentros, costumbres y lugares emblemáticos pero siempre a través de la huella documental de familias.

Pérez Maura en su prólogo, 'Cuando no llovía en el norte', subraya que la familia real jugó «un papel esencial en el concepto del veraneo en la costa». La línea de ferrocarril Madrid-Santander, los baños de ola, las visitas del rey Alfonso XII a Comillas, el Palacio de la Magdalena... son referentes que se suceden en el escrito del periodista, quien traza las señas de identidad del veraneo y su desarrollo en la costa como preludio del testimonio gráfico que se convierte en pieza esencial del proyecto.

Santander fue desde mediados del XIX una ciudad de veraneo. Y de tanto en tanto, las revistas ilustradas madrileñas publicaban alguna información de sus 'baños de ola' y de los balnearios modernizados por razones de higiene. En 1861, con motivo de su visita a Santander, Isabel II tomó los baños en sus playas y «contribuyó a fijar la idea de que Santander era uno de los lugares donde merecía la pena pasar el verano».

En 1881, Alfonso XII visitó Comillas, donde residía el naviero Antonio López; en honor del rey, y «fue la primera localidad española donde se instaló luz eléctrica en sus calles».

En el caso de Alfonso XIII y la familia real en Santander asoman otras connotaciones diferentes a las del XIX. «Si bien es cierto que la 'atracción' del veraneo en Santander venía de la tradición anterior, se había producido un fenómeno que era inédito en esos momentos: España se estaba convirtiendo, como el resto de Europa, en un país de apariencia moderna (...) ».

El Ayuntamiento de Santander invita al rey Alfonso XIII a que se instale en la ciudad y para ello pone a su disposición la península de la Magdalena. «Se trata de una inteligente operación de las élites santanderinas para que la ciudad y toda la provincia en suma, se adscriba al turismo de élite.

A juicio de Riego, «aquellas imágenes, hoy conservadas en la colección fotográfica del Patrimonio Nacional en Madrid, como tantas otras que forman parte del imaginario de los veranos regios santanderinos, «son las huellas de un tiempo que fue por primera vez distinto y moderno y que dejó tantas y tantas escenas de lo que supuso el primer tercio del siglo XX».

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