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53 años de trayectoria Josep María Pou (Mollet del Valles, Barcelona, 1944) ha participado dos veces en las actividades culturales de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. «De la primera no recuerdo bien el año, pero sí que el rector era Ernest Lluch y que me ... invitaron a dar un recital con poemas de Gerardo Diego».
Su segunda visita la tiene más fresca. «Fue en el año 2013. Y en esa ocasión me pidieron que eligiera el monólogo que yo quisiese. Acababa de fallecer Javier Tomeo, mi gran amigo, y a modo de homenaje escogí uno que escribió para mí», recuerda. Pero lo más curioso, según dice, es que ambas representaciones fueron en los jardines de la Biblioteca Menéndez Pelayo. «Así que nunca he protagonizado ningún acto en el Palacio de La Magdalena». Hoy lo hará por primera vez para recoger, a las 18.00 horas y en el hall real, el Premio 'La Barraca' a las Artes Escénicas. Un reconocimiento que le hace especial ilusión, y eso que entre otros ha obtenido el Premio Nacional de Teatro y de la Generalitat de Catalunya, «porque este lleva el legado de Lorca», asegura. Esteve Riambau, profesor de Comunicación Audiovisual en la Universitat Autónoma de Barcelona y director de la Filmoteca de Catalunya se encargará de leer la laudatio.
-¿Qué significa para un actor recibir un premio que lleva el nombre de Federico García Lorca?
-Cualquier cosa que lleve el nombre de Lorca para cualquier persona que pertenezca al mundo de la cultura es un orgullo. Más allá de lo que no se puede olvidar, como fueron las trágicas circunstancias de su muerte, su inspiración está todavía muy patente. Su influencia en la literatura y también en el teatro es brutal y no hay más que mirar en las hemerotecas para comprobarlo. En los últimos años se han estrenado una inmensidad de espectáculos con sus obras o con otras basadas en alguna de ellas porque García Lorca sigue siendo una fuente de inspiración. Está muy presente.
-El premio, además lleva el nombre de La Barraca. ¿Qué supuso aquella compañía para su oficio?
-La Barraca es un referente en todo lo que se refiere al teatro romántico. Una compañía completamente altruista fundada por un grupo de jóvenes universitarios durante la Segunda República que recorría e país en un carromato para hacer llegar el teatro a todos los rincones del país en las mejores condiciones posibles. Fui muy importante porque de alguna forma con estas obras renovaron la escena española. Después muchas compañías han intentado seguir sus pasos, aunque no es fácil hacerlo. Así que para mí recibir este reconocimiento, y más de una Universidad tan prestigiosa, es un premio multiplicado por diez.
-Lleva ya 53 años trabajando en los escenarios, ¿se ha arrepentido alguna vez de haber elegido este oficio?
-Nunca y eso que llegué a él de casualidad. Ya he contado muchas veces que a mí, en realidad, a los 16 y 17 años la única curiosidad que me venía a la cabeza era la del periodismo y de hecho trabajaba en una radio. No sé cómo pero me empujaron al teatro y le puedo asegurar que me considero un privilegiado que debería dar gracias al destino. He tenido la suerte de poder hacer siempre obras muy dignas y puedo decir que he sido siempre yo mismo. No me gusta nada la falsa modestia por lo que también puedo decir que el mérito de haber llegado hasta aquí ha sido mío porque siempre he entendido el teatro como un servicio a la sociedad y es lo único que me ha movido. Pero, en definitiva, se puede decir que el teatro me eligió a mí y no yo a él.
-Este último año estaba representando 'Viejo amigo Cicerón', centrada en el orador romano. ¿En qué proyectos trabaja ahora?
-Todavía no ha acabado la etapa de Cicerón, una obra que dirige Mario Gas y que me está dando muchas satisfacciones. Es cierto que a mediados de abril terminamos las funciones en el Teatro La Latina de Madrid tras una gira por toda España, con el consiguiente parón a causa del covid, pero retomaremos la obra este otoño en el Teatro Romeo de Barcelona. Uno ya tiene cierta edad para desarrollar muchos proyectos al mismo tiempo.
-Ahora que habla de Barcelona. El otro día se han hecho públicas unas declaraciones de Toni Cantó en las que afirma que no trabaja en Cataluña porque no puede hacer teatro en español. ¿Está en lo cierto?
-Es la mentira más putrefacta que he oído nunca. Y se lo digo con conocimiento de causa porque yo dirijo el Teatro Romeo que no puede ser más catalán y eso que dice no ha pasado nunca. Me da hasta vergüenza hablar de este tema porque en los dos últimos años, y de nuevo le insto a mirar en las hemerotecas, ha habido un gran número de funciones en español -comienza a enumerar y en un minuto cita casi veinte obras en esa y otras salas- y han trabajado muchísimos actores que no son catalanes. No sé si esas declaraciones de Toni Cantó fueron fruto de una enajenación mental porque luego también he escuchado que no son recientes y sí me lo permite y con todo el respeto del mundo creo que los medios de comunicación no deberían dar pábulo a ese tipo de declaraciones que insisto no son ciertas y contribuyen a alentar un clima de crispación. De verdad le digo que me avergüenzan y creo que no deberíamos perder tiempo en hablar de ellas.
-De acuerdo, hablemos del covid. Usted que está tan acostumbrado al aplauso. ¿Era de los que salía al balcón durante el confinamiento para aplaudir a los sanitarios?
-Por su puesto y eso que le tengo que confesar que vivo en Barcelona en uno de esos edificios diseñado por un arquitecto caprichoso en los que no hay balcones, así que como podía sacaba medio cuerpo por la ventana para aplaudir con ganas. No se me olvidará nunca ese 12 de marzo de 2020 en el que todo se paró y, en mi caso, tuve que suspender las funciones de otro espectáculo que hacía por entonces 'Justicia', en el Teatro Nacional de Catalunya. Tengo bien presentes aquellos primeros días y el miedo e incertidumbre que vivimos. Yo fui de los que entregué mi fe a la buena voluntad de los sanitarios a los que admiro cada vez más y le confieso que hasta me emociono cuando les veo trabajando en los centros de salud a los que he tenido que acudir alguna vez con posterioridad. Los sanitarios y todos los que trabajaron durante esos días para los demás me suscitan una gran simpatía y sobre todo un gran agradecimiento.
-Ahora que una gran parte de la población está ya vacunada, ¿cree que el teatro también necesitaría que le inoculen para sobrevivir?
-El teatro y muchos otras instituciones (ríe). Ojalá hubiese vacunas contra los malos hábitos que hay por ahí. Yo creo que el teatro sobrevivirá a muchas pandemias como hace siempre porque es excelso. En un lugar de libertad en el que jamás he escuchado alguna palabra o alguna declaración que pudiese hacer mal a la sociedad, cosa que no puedo decir de otros lugares como por ejemplo muchas sesiones parlamentarias.
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