Secciones
Servicios
Destacamos
«Lo que antes fue una celebración de las distancias, por lo que suponían de concentración de impulso hacia una mayor intensidad en los encuentros, ahora, con las distancias impuestas, es vivido como cerrazón, como carencia y como problema». En la aparición de su último ... libro defendió que el poema llegue al lector «traspasado de movimiento y energía» como «la forma más segura de garantizar su resonancia». Ahora nadie se atreve a sentenciar sobre si la pandemia ha cambiado definitivamente la escritura poética al igual que otras simas, heridas e inmersiones en la extrañeza del pasado marcaron la voz y la palabra, individual y colectiva. En su anterior y elogiado alumbramiento, 'Para una teoría de las distancias', brindaba su libro «más hímnico y celebrativo» y sumaba «mirada y reflexión para llegar más lejos». Era 2018. Ahora, fiel a la primavera (mayo) el nuevo poemario de Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1968), 'Los daños' (de nuevo, Tusquets) sale a la luz cuatro años después.
En su espíritu, además, subyace y habita una conexión con la expresión de José Hierro -del que se cumple ahora el Centenario de su nacimiento- la de la poesía como «presente ardiente». «Me gustaría pensar , confiesa Oliván, que el libro conecta con un presente ardiente que a todos nos ha dañado. Ojalá el lector se reconociese en él y en algunos de esos daños. Y, ojo, -subraya- que también hay en el libro celebración. No concibo los libros unidireccionales. A mí me activan los polos opuestos. A mí me activa el conflicto».
Poeta ineludible con una amplia obra reconocida y premiada, el autor cántabro de 'Nocturno casi' (Premio Nacional) explora en 'Los daños' nuevos caminos.
Si las distancias en el citado libro anterior se trataban desde un enfoque positivo, en su nueva creación pasan a un enfoque negativo: «Algo en lo que el discurrir de los últimos dos años ha tenido bastante que ver». En este sentido, dice el propio poeta, 'Los daños' asoma «como la cara B de los poemas que lo preceden».
Quizás porque es el libro, subraya, «que más he necesitado escribir, ha acabado siendo el más extenso: unos poemas me llevaban a otros, a veces con cierta sensación de fatalidad. También quizás por eso ha sido para mí el más terapéutico, el más sanador. Tengo la impresión de que en él entro más en los sótanos y en los desvanes del corazón y la mente. En esos buceos y en esos vuelos a menudo ni yo mismo me entiendo, pero sé que me asomo a imágenes que me constituyen (y me atrevería a decir que nos constituyen a todos)». Y recuerda que siempre ha creído «en lo significativo de lo onírico, de lo irracional, de lo que escapa a nuestro control».
Oliván señala que los puentes rotos, la mayor falta de piel con piel, la limitación en la expresión de los afectos le ha llevado a una inmersión en las raíces, a una necesidad de entender los vínculos que me han ido haciendo como persona. «El miedo a perder a los seres más queridos, me ha recordado pérdidas traumáticas de mi infancia, como la de mi padre. Vivir de raíz una pérdida crucial en tu vida hace que resuenes de otra manera en un contexto en el que la pérdida de seres queridos lo ha llenado todo».
En 'Los daños' dialogan de manera repetida en el libro «la problematización del lenguaje y los silencios. Las distancias también han marcado nuestra comunicación». En su reflexión Lorenzo Oliván manifiesta que «hemos sido más conscientes, sí, de la necesidad de expresarnos, en primer lugar, pero también nos hemos dado cuenta de lo que no puede decirse más que en vivo, en el contacto estrecho, con todos nuestros sentidos en juego, y no solo con el sentido conceptual del lenguaje. Me he dado más cuenta que nunca de la cortedad del decir, de las limitaciones de las palabras, de cómo estas, sin tener al otro cerca, a menudo crean confusión más que aclaran, y trazan enredaderas que cierran caminos en vez de abrirlos». Oliván, autor de 'Visiones y revisiones '(Premio Luis Cernuda), 'Puntos de fuga' (Premio Fundación Loewe, 2001), 'Libro de los elementos' (Premio Internacional Generación del 27, 2004), entre otros, es un poeta obsesionado con lo visual. En su nuevo libro dominan los guiños a las artes plásticas, desde Altamira a Turner, Balthus, Fra Angelico o Miró. Pero también hay homenajes a Bach y a Chillida, o guiños a cineastas. «Si algo hemos aprendido estos años es que la cultura salva, la cultura nos sana, alivia las heridas, y es otra raíz fundamental que nos mantiene en piel», sostiene Oliván.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.