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Confiesa que ha pasado muchas noches sin dormir y que, afortunadamente, las llamadas de los clientes y el apoyo de su gremio hace que poco a poco recupere el sueño. Paz Gil comienza a atisbar la normalidad en una librería en la que, como en ... el resto, no se pueden tocar los ejemplares, que muy pronto organizará actividades infantiles y que se enfrentará al reto de lograr que en la venta online se transmita el valor de su oficio. Esa comunión con los lectores que se ha convertido en el sello de su espacio santanderino en Pombo.
-¿Cómo ha pasado el confinamiento?
-No cerramos del todo, así que lo recuerdo como una noche continua. Confieso que pasé noches sin dormir ante la incertidumbre del futuro de la empresa y sus 28 empleados, como le ha pasado a mucha más gente. Yo era consciente de que había que seguir trabajando, sobre todo, porque esta situación que vivimos es mundial y tenemos que solucionar entre todos. Tengo sobrinos en Estados Unidos y en Edimburgo y su situación era similar a la de aquí. Durante el confinamiento me conciencié de que todo el mundo está en el mismo barco. Por otra parte, y por suerte, no me he encontrado sola y he contado con el apoyo de la Cegal que nos ha asesorado y nos ha dado una gran fortaleza para trabajar todos unidos y pensar al unísono.
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-¿ Y cómo afronta la llamada 'desescalada'?
-Con mucha emoción. El virus sigue ahí, pero una buena forma de plantarle cara es trabajando y creo que la lucha local va servir de beneficio mundial. Defiendo que nuestro trabajo va a repercutir en beneficio de todos. No debemos abandonar y dejar que la gente compre en plataformas digitales que ni siquiera tributan en este país. Tengo que reconocer que no puedo estar más contenta con la respuesta de la gente. Con la que nos ayudó durante el confinamiento comprando on line en nuestra página y con los que han venido estos días hasta nuestro espacio. Ellos nos empujan y nos obligan a trabajar.
-El libro se convirtió en uno de los bálsamos durante la cuarentena y, sin embargo, las librerías estaban cerradas. ¿Cómo ha vivido esta paradoja?
-En este sector hemos vivido esta paradoja unidos y, sobre todo al principio, con mucha tristeza. Los creadores lanzaban sus libros por internet y nosotros no podíamos venderlos, aunque tengo que reconocer que los editores nos han apoyado mucho en esta crisis. La unión de los distintos gremios es fundamental para salir de esta crisis.
-¿Cómo ha vivido la vuelta de los primeros clientes?
-De una forma muy rara, pero muy bonita. Se nos hace muy extraño a todos no poder tocar los libros. Hay gestos, como abrirlos para leer la solapa u hojearlos que se repiten continuamente en una librería y que ahora no se pueden hacer por seguridad. Y los clientes se quejan mucho y lo echan de menos. Pero, en general, hemos vivido un ambiente de reencuentro y nos han transmitido cosas muy bonitas.
-¿Cambiará la forma de consumir literatura?
-La gente seguirá leyendo, pero sí creo que van a cambiar las estructuras de venta y que claramente se va a potenciar lo virtual. Nuestro reto va a estar en lograr que en esa venta en línea se transmita la idea de recomendación de autores y títulos o nuestro apoyo a las editoriales independientes. Todo eso que hacemos con el cliente cara a cara y que es bien importante. Mucho más allá de las herramientas informáticas que tanto hemos utilizado estos días está el poder hablar directamente y mirarnos a los ojos.
-La organización de actividades en las librerías como la suya ha sido la tónica en los últimos años. ¿Gil volverá a ser un punto de encuentro?
-En estas últimas semanas muchas editoriales se han puesto en contacto con nosotros para organizar alguna presentación por Instagram y otras plataformas, pero reconozco que es algo que no me gusta mucho. Creo que ya hay demasiada oferta digital. Me parece mejor organizar una presentación sólo con diez invitados y es posible que hagamos algo así con Sergio del Molino. Lo que sí puedo anunciar es que muy pronto retomaremos la actividad de los cuentacuentos. Me parece fundamental que los niños vuelvan a la librería porque hay espacio de sobra para que guarden la distancia de seguridad. Además, los niños que vienen son muy obedientes y no se mueven si así se lo pedimos.
-¿Cuáles han sido los libros más demandados estos meses?
-Las peticiones han sido muy dispares, pero dos libros que se han vendido mucho han sido 'A corazón abierto', de Elvira Lindo, y 'El infinito en un junco' de Irene Vallejo. También tengo que destacar que este año el Día del Libro las mayores peticiones no fueron 'best seller' como suele ocurrir y el libro que más vendimos fue 'Ni siquiera los muertos' del santanderino Juan Gómez Bárcena. Está claro que este autor tiene muchos amigos en su tierra y también el apoyo de la gente de aquí a nuestros creadores.
-¿Recuerda cuál fue el primer libro que vendió cuando por fin abrió la librería?
-No sé si el primero, pero el que más vendimos ese día fue 'Pequeñas mujeres rojas' de Marta Sanz. Pero también estamos vendiendo mucho de Libros del K. O. No sé si será porque uno de sus editores, Emilio Sánchez Mediavilla, también es cántabro. Esto, como lo que ocurrió con la novela de Gómez Bárcena, ese apoyo de la gente me emociona mucho.
-La cultura ha estado a la altura. ¿Los políticos también?
-La Historia nos lo contará, pero en general, tengo la sensación de que no hemos sido un país muy unido y que no hemos sabido estar a la altura de los sanitarios. Creo que a todos nos queda mucho por aprender y, en general, no hemos sabido que hacer ni nos hemos parado a pensar. También tengo que reconocer y agradecer que los políticos cercanos, los de Cantabria, pasaron por la librería el primer día que abrimos. Me gustaría pedirles que pase lo que pase no vuelvan atrás en el apoyo a la lectura.
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