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Lucian Freud. 'Autorretrato (Fragmento)', 1956. Óleo sobre lienzo. 61 x 61 cm. Colección privada. © The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023 / Bridgeman Images
Lucian Freud, esencia humana
Sotileza

Lucian Freud, esencia humana

La carne y el sexo, a través de más de medio centenar de sus lienzos, se apropian del Museo Thyssen

Guillermo Balbona

Santander

Jueves, 23 de febrero 2023

Lucian, nieto de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, ha sido noticia durante años más por factores de mercado del arte, azarosas situaciones y oscuros acontecimientos. Es decir, el pintor británico (1922-2011) era titular por las cifras estratosféricas que sus pinturas suelen alcanzar en subastas, los robos de obras y los caprichos de coleccionistas. En 2008 se convirtió en el artista vivo mejor cotizado, cuando se pagaron 33,3 millones de dólares por su obra 'La supervisora de subsidios durmiendo'. Y las referencias de su vida aludían a su ligazón frecuente con estafadores y ladrones, al mismo tiempo que mantuvo incontables y crueles relaciones amorosas. Se habla de cientos de amantes y cuarenta hijos, de decenas de accidentes y condenas por conducción temeraria y sus deudas salvajes en el juego. Pero, ¿y su pintura? Considerado uno de los grandes artistas del siglo XX, su creación, siempre marcada por el riesgo y la apuesta figurativa, es objeto de culto. Comisariada por Paloma Alarcó, desde este mes y hasta junio el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en colaboración con la National Gallery de Londres (donde se exhibió antes), presenta en su sede madrileña una retrospectiva con motivo del centenario de su nacimiento.

La exposición reúne más de medio centenar de obras que muestran sus siete décadas de producción. «Los colores profundos y saturados tienen una significación emocional que quiero evitar», dijo una vez. A su biógrafo, Lawrence Gowing, le dijo: «Para mí, la pintura es la persona». La exposición precisamente, al igual que el catálogo con textos de los comisarios y contribuciones de diferentes especialistas y varios artistas contemporáneos, plantea «nuevas preguntas sobre la relevancia actual de la obra de Freud para acercarlo a las nuevas generaciones».

Lucian Freud. ‘Reflejo con dos niños (Autorretrato)’, 1965. Óleo sobre lienzo.

91 x 91 cm. Museo Nacional Thyssen Bornemisza, Madrid.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Doble retrato’, 19851986. Óleo sobre lienzo. 78,8 x 88,9 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Bella y Esther’, 19871988.

Óleo sobre lienzo.

73,7 x 89,2 cm.

Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Gran interior, Notting Hill’, 1998. Óleo sobre lienzo. 214 x 178 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Cabeza de muchacha’, 1962. Óleo sobre lienzo. 81,2 x 71,1 cm. Colección privada, cortesía de Hauser & Wirth Collection Services.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Reflejo con dos niños (Autorretrato)’, 1965. Óleo sobre lienzo.

91 x 91 cm. Museo Nacional Thyssen Bornemisza, Madrid.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Doble retrato’, 19851986. Óleo sobre lienzo. 78,8 x 88,9 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Bella y Esther’, 19871988.

Óleo sobre lienzo.

73,7 x 89,2 cm.

Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Gran interior, Notting Hill’, 1998. Óleo sobre lienzo. 214 x 178 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Cabeza de muchacha’, 1962. Óleo sobre lienzo. 81,2 x 71,1 cm. Colección privada, cortesía de Hauser & Wirth Collection Services.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Reflejo con dos niños (Autorretrato)’, 1965. Óleo sobre lienzo.

91 x 91 cm. Museo Nacional Thyssen Bornemisza, Madrid.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Doble retrato’, 19851986. Óleo sobre lienzo. 78,8 x 88,9 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Bella y Esther’, 19871988.

Óleo sobre lienzo.

73,7 x 89,2 cm.

Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Gran interior, Notting Hill’, 1998. Óleo sobre lienzo. 214 x 178 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Cabeza de muchacha’, 1962. Óleo sobre lienzo. 81,2 x 71,1 cm. Colección privada, cortesía de Hauser & Wirth Collection Services.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Reflejo con dos niños (Autorretrato)’, 1965. Óleo sobre lienzo.

91 x 91 cm. Museo Nacional Thyssen Bornemisza, Madrid.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Doble retrato’, 19851986. Óleo sobre lienzo. 78,8 x 88,9 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Bella y Esther’, 19871988.

Óleo sobre lienzo.

73,7 x 89,2 cm.

Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Gran interior, Notting Hill’, 1998. Óleo sobre lienzo. 214 x 178 cm. Colección privada.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Lucian Freud. ‘Cabeza de muchacha’, 1962. Óleo sobre lienzo. 81,2 x 71,1 cm. Colección privada, cortesía de Hauser & Wirth Collection Services.

© The Lucian Freud Archive. Todos los derechos reservados 2023/ Bridgeman Images

Se intuye en Freud una cierta aspiración a medirse con la gran tradición de la pintura. En su obra pueden rastrearse toda una serie de alusiones a los grandes maestros, desde Holbein, Cranach, Durero, Hals, Rembrandt o Tiziano, hasta Watteau, Courbet, Rodin o Cézanne. Su pintura fue «una búsqueda permanente de la verdad, lo que le llevó a trabajar siempre del natural, delante del motivo, con un lenguaje plástico que compagina insolencia e independencia, traspasando en ocasiones los límites del decoro».

Visitante asiduo a las grandes pinacotecas, se pueden percibir en su obra toda una serie de alusiones a los grandes maestros, aunque esa vinculación convive con una fuerte voluntad de independencia. La nueva mirada que propone esta exposición, la primera gran retrospectiva que se organiza desde su muerte, centra la atención en su permanente compromiso con la esencia de la pintura.

«¿Qué le pido a una pintura? Le pido que asombre, perturbe, seduzca, convenza». La exposición se organiza de forma más o menos cronológica a lo largo de varias secciones temáticas que repasan la evolución del pintor desde los años 1940 hasta principios del siglo XXI. «Subversiva, incisiva y en ocasiones indecorosa», la pintura de Lucian Freud, a contracorriente de las tendencias abstractas o conceptuales que se fueron sucediendo a su alrededor, estuvo siempre dedicada a la representación del cuerpo humano y a retratar al hombre contemporáneo. Lo que verdaderamente le interesa a Freud es «descubrirnos la pintura sobre la pintura, su personal reflexión metaartística y la intensificación de la realidad que siempre quiso alcanzar».

Interminables sesiones

El Thyssen es el único museo español que alberga en su colección obras de Freud –cinco pinturas– todas ellas incluidas en la exposición. Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza fue uno de los primeros coleccionistas privados en interesarse por su obra y mantuvo una especial relación con el pintor, que le retrató en dos ocasiones. Las largas sesiones a las que Freud sometía a sus modelos propiciaron la amistad entre ambos, que se mantuvo a lo largo del tiempo.

La muestra se divide en varias secciones que, de forma más o menos cronológica, repasan la evolución y la temática de siete décadas de la producción del pintor: 'Llegar a ser Freud', dedicada a sus primeras obras, con una decidida voluntad figurativa; 'Primeros retratos', en los que se manifiesta ya su deseo de capturar la esencia de sus modelos; 'Intimidad', que muestra su predilección por retratar a personas de su entorno; 'Poder', donde se incluyen retratos de personajes destacados que el artista acepta realizar siempre que acaten sus condiciones de trabajo; 'El estudio', su espacio de creación convertido en escenario de sus composiciones, y 'La carne', con los últimos retratos desnudos de una fisicidad tan poco complaciente que pueden resultar impúdicos.

Desde sus primeras obras, de mediados del siglo XX, de una minuciosidad primitivista y un cierto aire neorromántico y surreal, toma partido por el arte figurativo y adopta una postura de resistencia en medio de las corrientes abstractas dominantes.

La muestra

  • En datos 'Lucian Freud. Nuevas perspectivas'.Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y The National Gallery, Londres. Hasta el 18 de junio. Exhibición: 55 obras. Comisaria: Paloma Alarcó, jefe de conservación de pintura moderna del Thyssen-Bornemisza

El artista muestra ya su personalidad y su forma de pintar, con un trabajo lento y una pincelada meticulosa para las que utiliza pinceles muy finos. Los hieráticos personajes, pintados a base de capas muy trabajadas sobre fondos planos, con atributos en sus manos, revelan una atención a los pintores del Renacimiento del Norte. La frontalidad y la frialdad que transmiten las figuras, como en 'Muchacha con rosas' (1947- 1948), un retrato de Kitty Garman, su primera mujer, es la seña de identidad de estas obras tempranas. Los retratos de Caroline Blackwood, su segunda mujer, como 'Muchacha en la cama' (1953) y 'Muchacha con vestido verde' (1954), o la inquietante escena de 'Habitación de hotel', expuesto en el pabellón británico de la 27ª Bienal de Venecia, en 1954, marcan el final de su primera etapa. «A partir de entonces pinta de pie, moviéndose alrededor de sus modelos, con una proximidad física que le permitía apreciar los más mínimos detalles». Utiliza pinceles más gruesos y, por influencia de Francis Bacon, su pincelada se vuelve suelta y empastada, pero su forma de trabajar sigue siendo precisa, lenta y pausada, para captar la esencia de sus modelos. Freud pintaba siempre del natural y prefería retratar a su entorno más próximo, amantes, amigos y familiares, para poder actuar con mayor libertad. Su habilidad para evocar en sus pinturas una intimidad no erótica, como el cariño, la amistad o el afecto paterno, ha sido escasamente investigada. Esa intimidad queda reflejada sobre todo en sus retratos dobles, como el de su amigo el pintor Michael Andrews y su mujer June (1965-1966), o el de sus hijas Bella y Esther (1987-1988). A medida que crece su fama, en contadas ocasiones Freud acepta encargos de personajes que le merecían respeto o admiración. Previamente debían aceptar sus severas condiciones sobre la forma de posar o la duración de las sesiones, siempre en su estudio.

Estas obras siguen la tradición de los retratos de poder de Rubens o Velázquez, con los modelos sentados con las manos apoyadas en los brazos de la silla o sillón y una actitud de introspección.

A partir de la década de 1980 el espacio del estudio se convierte en escenario y tema de su pintura. Adquiere una creciente presencia como el lugar donde el pintor es capaz de imponer sus reglas a la realidad y llevar las cosas al extremo. La exposición se cierra con un capítulo que reúne varios retratos de desnudos monumentales en los que resalta «una profunda observación de la vulnerabilidad del cuerpo y la plasticidad de la carne como pintura». Freud comienza a pintar desnudos en los 60, pero es sobre todo en las últimas décadas cuando sus retratos de Leigh Bowery y Sue Tilley le convirtieron en pionero de la representación de cuerpos no normativos con gruesos empastes, como sedimentos del paso del tiempo. Una sentencia reveladora sirve de friso: «Quiero que la pintura actúe como si fuera carne».

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